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Gran parte de lo que hacemos se basa en los hábitos de la Generación Dorada

Viernes, 10 de Marzo de 2017 / Publicado en La entrevista de la semana
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Juan Ignacio Sánchez pasó por La entrevista de la semana y se prendió a una extensa y rica charla hablando de todo. El éxito de Bahía Basket, la filosofía de la estructura creada, el origen de la misma en base a otros espejos, el cambio para pensar en los jóvenes, las críticas, su pasión por la gestión, la visión sobre los dirigentes, el futuro de nuestro básquet y muchísimo más. Imperdible.

-Mirando las imágenes de TV de ese final tremendo para conseguir la clasificación al Final Four de la Liga de las Américas, se te veía con una tranquilidad que demostraba una paz total con el equipo. ¿Es así o la procesión va por dentro?
-Hay días y días, depende del juego y la situación. En ese final yo estaba realmente muy tranquilo. Fue un partido en el que no le encontrábamos la vuelta al principio hasta que llegó la reacción. Cuando los chicos sintieron que no había nada por perder, se soltaron y empezaron a jugar. Y cuando lo hicieron, empecé a disfrutar. No estaba pensando en qué pasaba si ganábamos. Fue disfrutar una mini exhibición que dieron en esos minutos. La tranquilidad viene de acostumbrarse a que con este grupo hay que saber que en un mismo partido tocamos puntos muy altos y bajos. Antes estas cosas te ponían en una situación desesperante, y hoy es como que nos fuimos acostumbrando.

-¿Qué significa haber alcanzado una instancia así en un torneo de semejante magnitud?
-Es difícil ponerlo en contexto. Cuando llegamos a la final de la Liga Sudamericana, o cuando ganamos el cuadrangular semifinal de ese torneo en Santiago del Estero, yo sentí una euforia grande, además de la satisfacción, porque para los chicos era el primer hito importante de sus carreras. Poder jugar una final de un torneo continental era una locura. En este torneo, el sentido se nos fue de las manos. Sabíamos que podíamos competir en América en ese nivel, y eso ya tenía un mérito grande, pero de ahí a acceder a un Final Four de la Liga de las Américas nos excede a todos. Entonces uno lo ve con un poco más de precaución. Hoy me preocupa mucho más ver cómo entender lo que está pasando y cómo pensarlo hacia adelante que el desafío en sí. Es un hecho que te cambia un montón de cosas y dinámicas, y es el momento donde más tenés que tener en cuidado con perder nuestros objetivos primarios. Son situaciones que pueden provocar cierta confusión, sobre todo internamente. Externamente está fantástico que se celebre y reconozca como debe ser, pero internamente tenemos que tener bien claras las cosas.

-Imagino que el resultado, en definitiva, no cambiará un análisis súper positivo de lo que fueron estas dos experiencias internacionales del equipo.
-No debería. Pero bueno. Lo de la Liga Sudamericana es un logro importante pero más o menos manejable. Esto de la Liga de las Américas sería un poco más complicado de manejar, sobre todo para la cabeza de los chicos. Son muy jóvenes y están haciendo cosas de grandes. Y acá te metiste a jugar en las grandes ligas, más arriba que este torneo no hay acá. Entonces hay que ver de qué manera esto te da una impronta positiva, sobre todo a los chicos, a los jugadores y su futuro, que es lo que nos importa a nosotros. Obviamente que como organización nos da un empujón bárbaro, pero hay que estar bien plantados. Y por eso vuelvo a la tranquilidad que tenía en el partido, a tener los pies sobre la tierra en lugar de estar eufórico.

-¿El desarrollo actual de los chicos, su principal objetivo, es superior al que imaginabas o es difícil de medir algo así?
-El desarrollo como equipo es superior a lo imaginaba en relación a los resultados. Pero no sé si hemos jugado el mejor básquet esta temporada. Sí hemos jugado bien los momentos importante, lo cual es contradictorio porque eso lo suelen hacer los equipos grandes. Nosotros prácticamente lo hemos hecho en todos los partidos importantes. Y si no ganamos, por ejemplo, la seria contra San Lorenzo de la temporada pasada o la final con Mogi, fue por errores, pero estuvimos muy a la altura de los juegos. Es más, hasta en un punto podría decir que merecíamos ganar. Eso fue una constante, pero no creo que hayamos jugado un básquet parejo esta temporada y ahí hay muchísimo para mejorar. Después, desde lo individual, creo que los chicos aún están muy lejos de su potencial. Si vos analizás uno por uno, hay un camino muy largo a recorrer en su plano individual para decir puedo convertirme en un jugador importante a nivel internacional. Me parece que (Lucio) Redivo es quien hoy está más cerca de lograr eso, y así y todo le faltan un montón de cosas que debe sumar a su juego para dar el siguiente paso de calidad. Y los demás están con un camino por recorrer. Dicho todo esto, queda claro que es un grupo muy especial, que algunos de ellos son talentos muy interesantes e importantes para nuestro país. Pero una cosa es un resultado grupal y otra cosa es el desarrollo de cada uno. Y a nosotros, por encima del resultado grupal, nos importa el desarrollo de cada uno. Ahí, donde alguno se duerme en llegar a una instancia final, dentro de dos años es un jugador más. No se puede conformar con eso.

-En Bahía Basket dejaron en claro que al chico le ofrecen todas las herramientas para crecer y desarrollarse, y después quieren que se vayan a otro lado para terminar de dar el salto importante. Quizás en otros lados quieren retenerlos lo más que puedan. ¿Cómo se hace para que parezca tan natural?
-Eso es bien de la escuela americana. Gran parte de lo que hacemos acá está basado en los hábitos de la Generación Dorada y la estructura de lo que es una universidad en Estados Unidos. Ahí llegás sabiendo que te tenés que ir, que no podés permanecer más de cuatro años. Entonces eso ya provoca una situación mucho más clara respecto a todo. Vos entrás al lugar sabiendo que te tenés que ir, entonces no podés especular con eso. La idea es que le saques el mayor provecho a esos cuatro años para después dar un salto a un nivel superior. Acá, como estructura, tenemos esa mentalidad. Por suerte, el entrenador coincide con esa situación. Sepo (Ginóbili) tiene clarísimo cuáles son los objetivos, lo que lo hace muy especial y una parte esencial de lo que hacemos. Sin un entrenador como él, esto es imposible, desde el día a día, la paciencia, la capacidad de trabajo para transmitir lo que quiere del equipo y sobre todas las cosas para entender conceptualmente lo que queremos acá y ser parte. No por obediencia, sino porque lo quiere.

-También está la otra parte, la de que el chico entienda el contexto de Bahía Basket. ¿Cómo se logra?
-Es mucho trabajo diario, es repetir siempre lo mismo. Todos tenemos un mismo discurso y ellos lo saben. Saben que vienen acá para, tarde o temprano, dar el salto a otro lado. Saben que económicamente no podríamos, aunque quisiéramos, intentar retenerlos. Y aunque pudiéramos, creo que tampoco lo haríamos, porque la única forma de poder hacer esto a largo plazo es cumplir la promesa que le hacemos al jugador, no sólo al que está adelante sino también al que viene atrás. Por ejemplo, si Redivo se perpetuara en su puesto, nosotros no podríamos reclutar más chicos en su puesto porque estaríamos mintiendo. La idea es poder ganar prestigio y credibilidad en base a cumplir la promesa que le hacemos al jugador, al que está o al que va a venir. Nosotros no reclutamos por reclutar, tenemos un plan para cada chico, lo elegimos por ciertas condiciones atléticas, físicas, de talento y familia, y viene con un plan. Dentro de ese plan, tiene que haber un ordenamiento. Nosotros tenemos el equipo armado para los próximos cuatro años, sabiendo quién sale y entra en esos años.

-Cuando se presentó el proyecto en 2010, uno de los tantos objetivos era que la gente de Bahía Blanca pudiera identificarse con el equipo. Esta filosofía de saber que no van a retener a un jugador que está siendo figura pensando en su salto personal, ¿es aceptada por el público? Quizás un hincha, al tener una figura, quiere que se quede más tiempo.
-No sé cómo lo toma la gente porque todavía no tuvimos esas salidas que eventualmente llegarán. Pero la idea es que la gente se identifique con una cultura de equipo, que también es un concepto muy universitario. La identificación está con eso, con la cultura, la forma de hacer las cosas. Y además, cualquier chico que juega con nosotros, por más corto que sea su paso, será mucho más largo que cualquier jugador profesional, porque va a estar mínimamente cuatro o cinco años con nosotros, y eso en el deporte profesional ya no pasa. Con lo cual, será mucho más largo que cualquier equipo exitoso que quiera retener a sus jugadores. Dentro de lo malo de perder jugadores, como es el caso de Lucio (Redivo), que está muy identificado con la gente pero puede estar próximo a irse, será después de estar siete años acá. Y, algo no menor, la idea es que algún día vuelva y el círculo se cierre en Bahía Basket.

-Repasando el Manual de Objetivos del proyecto cuando se presentó en 2010, en materia deportiva, los objetivos trazados para el tercer y cuarto año eran armar un equipo para ser campeón o al menos estar en esa discusión. Si bien se pusieron en esa situación, ¿ese objetivo de estar en la pelea llegó de la forma en que lo pensaron en 2010 o de otra forma?
-Esos objetivos se crearon para esos primeros tres o cuatro años, donde nuestros planes iban por hacer un equipo competitivo. Estaba Juan Espil, yo, Pancho (Jasen). Creo que tuvimos un equipo muy competitivo que no terminó pudiendo ganar algo, que fue el año en que estaba Ricky Sánchez, Javier Mojica, cuya salida nos afectó mucho. Creo que ese equipo estaba para competir realmente por algo importante. Cuando Juan y yo dejamos de jugar, ahí reformulamos todos los objetivos generales del proyecto, cambiando todo y empezando la construcción por el entrenador, que en su momento estaba dirigiendo mini de Bahiense del Norte. Con Espil estábamos súper confiados de que él era la persona para empezar una nueva etapa, diferente. En Argentina tenemos una obsesión con la permanencia de las cosas, nos cuesta entender que a veces podés plantear unos objetivos y después cambiar en el camino, comunicarlos e ir hacia otro lado porque nada es infalible.

-Y ustedes hicieron eso…
-Uno puede tener una idea, pero cuando no se hace posible, reformulamos una idea más acorde a lo que pensábamos que nos íbamos a sentir más cómodos por un montón de cuestiones. Desde lo económico, desde la sensación de saber que teníamos mucho más para dar desde la formación que desde armar un equipo profesional, púramente hablando. Y nos emprendimos en una tarea con muchísimo riesgo, tanto que hoy se puede ver como una locura. De hecho, la crítica que siempre se nos hace es que lo llevamos adelante mientras no había descensos, pero en realidad el punto de más riesgo fue el año pasado, donde había descensos, y nosotros jugamos con una cantidad de chicos mayor y de menor edad que en años anteriores. Lo que pasa es que esa lectura mucha gente prefiere no hacerla, porque una vez que hiciste una crítica es difícil ir para atrás y decir en realidad no era tan así. Es más fácil ir siempre con ese argumento y no ver lo que no te conviene ver. Pero la realidad es que afrontamos el año de descenso con muchos chicos y 20 de 20 nos daban descendidos antes de jugar. Entonces, el fantasma de que nosotros nos animábamos sólo cuando no había descensos, en realidad es un argumento, por lo menos, mitad válido.

-Ustedes, con esa quita de descensos, también potenciaron el valor de reclutar y no muchos eligieron ese camino.
-Por eso digo que aquella crítica es mitad válida. Quedó en la retina que esto no lo hubiéramos podido hacer si había descensos. En esos años jugamos con jugadores que ya estaban instalados en la Liga, como Gerbaudo, Rasio… El año con descensos lo hicimos con Whelan, Redivo, Vaulet, Fjellerup, que hace dos años atrás eran desconocidos. Nosotros aprovechamos el tiempo para sentar las bases y contratar un entrenador que no tenía experiencia, es verdad. Pero el año de más riesgo fue cuando había descensos. Y nunca fue un argumento para que el decía que sólo lo hacíamos en base a no haber descensos.

-¿Por qué pensás que en ese tiempo no se adoptó más en la Liga Nacional el hecho de reclutar como lo hicieron ustedes? Era un buen momento para hacerlo.
-No lo sé, y no me gusta opinar de lo que hacen los demás. Pero en la Liga hay mucho reclutamiento, y también casos de éxito probado. Por ejemplo, en los años que ganó todo, Peñarol jugó con muchos jugadores experimentados pero también con jóvenes que le daban un salto de calidad, como Campazzo, Mata, Safar, Lauría… Los veteranos quizás eclipsaban todo, pero hay muchos casos de éxito.

-Otra cosa para destacar en su organización es el haber roto esa barrera de ver al producto como un todo, de no considerar como gastos a cosas que son inversiones… ¿Por qué es tan difícil adoptar esas formas en la Liga Nacional?
-Porque es una competencia que históricamente fue del ahora. De hecho, es una cuestión coyuntural del país. Es difícil proyectar en Argentina, requiere un nivel de toma de riesgo altísimo y no todo el mundo está dispuesto a tomar ese riesgo por miles de factores. Entonces no se hace nada fácil hacer algo a largo plazo en nuestro país, donde desde la inflación hasta el no saber si el año que viene vas a tener los recursos para hacer los que hacés son factores trascendentales. Programar algo a largo plazo y vender esa idea no es fácil.

-Considerando esa dificultad, cuando recordás los objetivos del inicio del proyecto y ves que la mayoría están cumplidos, como la inclusión social, el pregonar valores, la profesionalización de áreas, la identificación de Bahía con el equipo y el mayor rebote a nivel nacional. ¿Qué te genera eso, que en un lugar como Argentina un proyecto a largo plazo cumpla y perdure?
-Eso va mucho con la personalidad de cada uno. Tengo una personalidad largoplacista de nacimiento. Hice exactamente lo mismo con mi carrera, porque decidí invertir cuatro años en una universidad pudiendo ganar dinero en Argentina o Europa. Pero estaba convencido de que el premio al final de la meta iba a ser muy superior. En este caso es lo mismo. Yo no haría lo que hago con Bahía Basket si no fuera a mi forma o manera. Y mi manera es pensando a largo plazo, porque se disfruta mucho más, y porque todo tiene un sentido así. No digo que sea lo correcto, pero mi cerebro está formateado para hacer las cosas invirtiendo y buscando la recompensa más adelante. Siempre creo que hay que invertir primero para después intentar tener una recompensa, que no siempre se da.

-¿En algún momento tuviste dudas sobre cómo iba a funcionar esta apuesta arriesgada?
-Tenés momentos de mucho desgaste. En el grueso del proceso no tenía hijos y con mi mujer era mucho más fácil manejarlo, pero ahora con un hijo cambia. Hoy, teniendo hijos, pienso que seguramente no lo hubiera hecho en el caso de tener uno en ese momento, porque requiere un desgaste importante. Esto fue armar algo literalmente desde cero, no fue la continuidad de algo. Me refiero a desde explicarle al utilero qué es lo que querés y cómo lo querés, pasando por jugar al mismo tiempo… Es una locura. Fue empezar todo desde cero pero con la ventaja de poder hacerlo a mi manera, de una forma bien clara y donde la gente que estuviera adentro tenga la misma sintonía. Esto muchas veces se lo ve como algo negativo, pero si vos no tenés a la gente apuntando para el mismo lado, es imposible lograr algo. Necesitás que la gente con la que laburás esté en la misma sintonía. Obviamente que después tenés diferencias que se trabajan internamente, pero si no están todos en la misma idea, es imposible. Los que creyeron están. Los que no, que fueron pocos, salieron. Y quedamos con un grupo de gente que cree en lo que estamos haciendo. Te repito, es difícil en nuestro país creer en algo a largo plazo, porque genera dudas, sensación de que quizás hay un camino mejor a recorrer. Pero este es el que yo quería recorrer y con la gente que quería que me acompañara.

-Dentro de las dificultades diarias y del esfuerzo que lleva. ¿En algún momento llegás a disfrutar?
-Hace unos años que disfruto mucho. En su momento me desgastó el tema de la AdC, por cantidad de viajes y situaciones que no estaba acostumbrado pero que no me arrepiento ni medio de haber estado involucrado en este nuevo proceso. Pero a nivel de Bahía Basket, los primeros años fueron duros porque la doble función de jugar y gestionar te mata, y no lo volvería a hacer ni se lo recomiendo a nadie. Pero hace unos años que lo estoy disfrutando.

-¿Cuánto ayudó a eso el hecho de ser padre?
-Viene la típica frase del padre primerizo, pero literalmente me cambió mis prioridades y mi forma de vida. Yo estaba laburando en Los Angeles e iba y volvía, y con esto dejé de viajar y hacerlo. Tenía un promedio altísimo de kilómetros arriba de un avión, y hoy por hoy trato de evitar cualquier tipo de cosa que no sea muy relevante. Mi mundo se centra mucho más en estar en mi casa la mayor parte que pueda, y disfrutar a mi hijo. Tengo la suerte de poder hacerlo. Me quedé con eso, con Bahía Basket y con pasar mucho tiempo en casa.

-¿Cuál es la mayor satisfacción que te genera al ver lo que fueron consiguiendo?
-Por lejos, haber creado un entorno para que se pueda desarrollar a un grupo de gente que creyó en mi y en la cual yo creo. Esto es 100% mérito de los jugadores y el cuerpo técnico. Es esa satisfacción de poder brindar, dentro de las posibilidades, el mejor entorno posible para que el cuerpo técnico y los jugadores que están hoy y los que vendrán en el futuro puedan desarrollar su potencial. Que es lo que a mi me hubiera encantado que alguien hiciera por mi en Argentina. Al no tenerlo, tuve que asumir ese rol y confío en la gente en que elegí para hacerlo. Yo lo viví en otra situación, en otros lugares, el poder estar en un entorno que te ayude en tu desarrollo como deportista y persona. Entonces mi idea fue replicar eso mismo. Nada de lo que hacemos lo inventamos nosotros. El 100% de las cosas son copiadas o sacadas de algún lado. Creo mucho en eso, en que copiar es la parte más inteligente de un proceso, buscar cosas que funcionaron en otros lados y que creés que son replicables a terceros.

-¿Qué sigue ahora, cómo se hace para mantenerlo?
-Volviendo a la esencia, a las bases. Como decía mi entrenador de la Universidad: ABC. El juego del básquet es muy sabio. Cuando lo querés saltear porque pensás que le encontraste la vuelta con un par de resultados, siempre te pone en tu lugar. Tenemos que evitar caer en la tentación de creer que un jugador es más importante que jugar de la manera correcta. Hay que volver a las raíces, a las fuentes y seguir. Si fuiste exitoso de una manera y haciendo algo, lo peor que podés hacer es querer cambiarlo. Hay que profundizar sobre lo que se hizo bien. Tampoco hay que volverse loco cuando hayan malos resultados, que seguramente los habrá. No pasa nada, esto sigue. El tema es seguir mejorando individualmente, y nosotros internamente debemos duplicar el nivel de exigencia para los que están y los que van a venir.

-¿Por qué la pasión por la gestión?
-Porque me parece que es intrínseco a mi personalidad. Me gusta mucho lo que tiene que ver con la eficiencia. La mezcla de ser eficiente en las cosas que son más matemáticas o de exigencia más dura, no tiene sentido llevarlas a la emoción. Una buena gestión genera un entorno, una cultura, que hace que todo lo que tiene que ver con lo emocional se pueda desarrollar, todo lo que tiene que ver con la creatividad. Sin una buena gestión, sin ser eficaces en las cosas que nos son emocionales, le da un entorno adecuado para que todo lo que tiene que ver con lo emocional pueda florecer. Si no te la pasás mezclando lo emocional con lo que tiene que ver con la parte de estructura en sí. Y ahí es donde hacemos unos despelotes bárbaros.

-¿Es muy difícil ser dirigente en Argentina? Y quizás te lo pregunto volviendo a lo que dijiste antes de que la etapa en la AdC te desgastó muchísimo.
-Me desgastó muchísimo porque era nuevo, no tenía roce. Pero probablemente fue lo que más me hizo crecer desde el dejar de ser jugador. No estoy formateado como el dirigente de club en Argentina. Yo esto lo tomo como un trabajo, impongo esa relación con la gestión y más bien lo que sería un directivo. Pero sí me ha pasado en estos años es que le he tomado muchísimo respeto al dirigente, al dirigente de club, al tipo que tiene su laburo y que aparte es dirigente y le da un montón de tiempo y recursos propios, por lo menos en el básquet. He visto gente muy dedicada, con mucha pasión por lo que hace y que creo que necesita quizás más formación a nivel de gestión, y lo hemos hablado mucho en reuniones. O que la tiene pero no se la pone tanto al club y sí a su empresa. En ese punto se trata de bajarle un cambio a lo emocional y tomar un rol un poco más con la razón. Creo que se han dado un montón de pasos respecto a esto, a cómo se cambió el paradigma de que todo el dinero que ingresa debía ser para las mejores contrataciones posibles. Se le ha dado más bola a la infraestructura, a reclutar, a cambiar la imagen, a dejarle cosas al club. Creo que va por ahí el tema. Hay que dejar la emoción para los hinchas, para la gente, y hacerse cargo de que el puesto que te toca, aunque te duela en el alma, tiene mucho más que ver con la razón que la emoción. Sé que es difícil de aceptar, porque el dirigente justamente lo hace por lo emotivo, pero con el poder de la responsabilidad. A veces tenés que hacer lo que no te gusta, pero debés hacerlo.

-Creo que no es casualidad que vos y varios de la Generación Dorada tengan una visión muy superada en muchos aspectos. ¿Por qué?
-Primero, porque tuvimos la suerte de estar en contacto con otras culturas, generales pero también deportivas, donde están más avanzados que nosotros en ese sentido. Es el día a día en otras culturas que no están en discusión. En realidad, tiene todo el sentido del mundo el pensamiento, porque en mi caso estuve expuesto a otra cultura deportiva durante 14 años contra tres o cuatro expuesto a la cultura argentina. Entonces, es mucho más lógico ese idioma en mí. Y eso es lo que le pasa a casi todos los chicos de nuestra generación que hicieron casi toda su carrera afuera.

-¿Existe una manera de definir a la Generación Dorada?
-Es un grupo de hábitos. Es la manera de definirlo. Talento hay, hubo y habrá, pero lo que diferencia a la Generación Dorada, que no sé dónde empieza y termina, son los hábitos. Un conjunto de hábitos hacia una cultura deportiva y de vida. Si me decís que trate de englobar lo que aspiraría que sea Bahía Basket, es poder transmitir ese conjunto de hábitos con cierta estructura copiada del básquet universitario.

-¿Cómo se hace para encarar el recambio que se viene copiando el conjunto de hábitos y no comparando desde los resultados de la Generación Dorada? Porque es probable que a los que se vienen muchos lo midan con esa vara altísima de resultados.
-El trabajo duro lo han hecho en estos últimos años Luis Scola, Chapu Nocioni, Pablo Prigioni, Manu también. Ellos hicieron el trabajo duro de transmitirles lo que vivimos. Y evidentemente lo han hecho muy bien. Ahora la responsabilidad cae sobre los jugadores que se consideren líderes de esta nueva generación. En ellos estará la responsabilidad de transmitir lo que aprendieron de los que se fueron ahora. Es una gran responsabilidad, y es tan o más importante que conseguir un resultado puntual. Uno de los grandes logros de la Selección y el básquet argentino es justamente eso, que sea un básquet reconocido por el legado de un grupo de gente que sentó esas bases. Eso no hay que perderlo nunca. Si lo perdemos, ahí sí que volvemos a ser absolutamente normales dentro del mundo del básquet.

-¿Te gustaría involucrarte en algún momento en el futuro del básquet argentino en general, fuera de Bahía Basket?
-El gran problema con eso es que requiere estar en Buenos Aires, y la cuestión logística, más desde que nació mi hijo, es el mayor escollo. Quiero vivir una vida mucho más tranquila y con las prioridades, por lo menos por los próximos años, puestas donde quiero. Y ahora están puestas en Bahía Basket porque estoy acá, porque es lo que creamos y porque a nivel logístico, hoy por hoy, sería imposible moverme a Buenos Aires. No es la calidad de vida que quiero darme a mi y a mi familia. Y sobre todo porque quiero disfrutar de mi familia extendida, que están todos acá. Es una elección de vida y quizás a alguno le parece un poco egoísta, pero siempre pensé lo mismo. Hay una sola vida y todo el mundo muchas veces te dice qué hacer con tu vida, pero nadie te la devuelve después. Yo quiero disfrutar lo que quiero en el momento correcto.

Leandro Fernández
@FernandezLea
[email protected]
@cabboficial

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