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Los chicos me motivaron a creerme un pibe más

Viernes, 24 de Febrero de 2017 / Publicado en La entrevista de la semana
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Jamaal Levy es el nuevo protagonista de La entrevista de la semana. El panameño de 34 años analiza su papel en la estructura exitosa de Bahía Basket, el trabajo con los jóvenes y el aprendizaje de un nuevo rol; repasa sus 10 años en la Liga Nacional, las dificultades del comienzo y la vida en nuestro país; cuenta sobre sus inicios en el básquet y la pasión para jugar en el barrio; recuerda su paso por la NCAA junto a Chris Paul -hoy estrella de la NBA-; habla del básquet panameño y de la Selección Argentina; y se plantea un desafío: A los chicos les digo que voy a jugar hasta los 45.

-¿Cómo analizás el presente de Bahía Basket, bien plantado a nivel nacional y a la expectativa en la Liga de las Américas?
-El presente del equipo es bueno. Cuando estás metido en la temporada quizás te perdés de disfrutar más de las cosas que hemos logrado, pero la verdad es que desde que llegué a Bahía Basket siempre hemos estado en crecimiento y dimos pasos hacia adelante. Este año, con la chance de competir en torneos internacionales, con el gran logro de llegar a la final de la Liga Sudamericana. Ambos torneos les da la chance de adquirir más roce a los chicos. En la Liga de las Américas nos tomamos todo sin presión y tratamos de competir de la mejor manera, es un torneo que nos vino de sorpresa. Clasificar a las semifinales nos llenó de orgullo y nos dio fuerza para seguir adelante.

-¿En algún punto te sorprende la respuesta de los más chicos o es algo que veías venir?
-No sé si sorprender es la palabra. Yo sé el trabajo que ponen los chicos días y noche, son muy profesionales, están enfocados y saben lo que quieren, no tienen problemas en trabajar todo el día sin quejas, o incluso hacer trabajo extra. Tienen mucho por delante y no tienen límites. Obviamente que los resultados llegaron más rápido de lo que quizás pensaba, y el año pasado sí me sorprendí muchas veces. Es como que los chicos me motivaron a creerme un pibe más también, porque para mantener el ritmo con ellos debía tener la misma energía y fuerza. Más allá de pasar por momentos difíciles, ellos siempre insistieron para hacer las cosas bien. Yo siempre se los digo, ellos me hicieron jugar como un pibe más, me hicieron sentir parte del grupo. Ahora se renovaron los desafíos, y tratar de repetir es una meta. Vamos por el buen camino.

-¿Te gusta trabajar con chicos y funcionar como referente?
-Sí, me gusta. Al principio me daba miedo.

-Claro, debe tener su lado buen y malo.
-Seguro. Al afrontar un proyecto con chicos jóvenes, estaba la incertidumbre de saber cómo iban a salir las cosas, y me daba un poquito de miedo. Pero lo tomé como un desafío. Muchos me decían que iba a tener una temporada larga por la inexperiencia de los chicos, que estaba en un jardín de infantes y que iba a tener que tener paciencia. Pero esto me enseñó mucho, porque tuve que tomar un rol de veterano por más que no me siento un viejo. Me ayudó a ser un jugador más vocal, a tratar de expresar y transmitir más a los jóvenes, sobre todo cuando llega la presión. Trato de hacer lo mejor posible.

-¿Aprendiste a ser líder?
-Sí, este proceso me enseñó eso, porque los chicos también te miran de esa manera, como si vos fueras el que sabe, se te acercan y preguntan. En otro equipo no tuve este rol tan vocal, yo iba y hacía mi trabajo silencioso y era feliz con eso. Pero estando en un grupo así es obvio que llegan momentos en que la experiencia debe hablar, para bien o para mal, para retar o empujar. Y tuve que hacerme responsable.

-Lo que está claro es que Bahía Blanca para vos es como una segunda casa…
-Sí, sin dudas. Llevo acá más de la mitad de mi carrera profesional, así que es como un segundo hogar.

-¿Es cierto que se hablaba mucho de tu corte apenas llegaste y la gente terminó pidiendo para que te quedaras?
-Sí. Yo tenía un pie en el siguiente vuelo a Panamá cuando llegué en el 2006. El objetivo era no descender, y cuando me vieron llegar todo flaquito y desconocido, dijeron este no va a durar mucho. Perdimos los primeros partidos de visitante y se empezó a hablar de posible reemplazante para Levy, que me enteré por los diarios. Mi representante me dijo que me quedara tranquilo y nos tocaron cuatro partidos de local y los ganamos. El más importante a Gimnasia, el campeón, y ganamos bien, tuve un buen juego y la hinchada empezó a corear Levy no se va. Y me quedé varios años más. Ahí comenzó todo.

-Ese todo son 10 años ya. ¿Qué significa llevar tanto tiempo en una competencia como la Liga Nacional?
-Si uno se pone a pensar, es un logro. He visto llegar a extranjeros que no aguantaron nada. Mantenerse en una competencia tan exigente y larga es muy bueno. Y tienen que ver muchos factores, sobre todo el profesionalismo. Siento que he alcanzado algo que tiene mucho valor, pero no me concentro en eso. Yo siempre les digo a los chicos que voy a tratar de jugar hasta los 45 y se cagan de risa. Creo que Argentina es como una casa, paso más tiempo acá que en Panamá, y encima ahora estoy con mi familia. Ojalá llegue hasta los 45.

-¿Qué pensaste cuando llegaste la primera vez, qué imaginabas?
-Cuando se hablaba de corte era mucha presión, tenía 23 años y quería tener la chance de competir y demostrar. En ese tiempo quería jugar y poder mantener el trabajo. En ese tiempo era inocente, y uno se encierra en muchas cosas que a la larga, cuando te ponés viejo y tenés familia, quedan en el olvido. En ese momento si jugaba mal un partido, me encerraba y no disfrutaba. Ahora día a día trato de disfrutar todo al máximo. Estoy muy contento por cómo se fue dando todo. A esta altura se disfrutan muchas otras cosas.

-¿Qué te dio el básquet argentino, desde el juego y fuera de él también?
-En cuanto al juego, la Liga Nacional es muy exigente, no te da chances de relajarte y todo momento es una prueba. El básquet argentino es difícil, es muy táctico, con mucho scouting, repetición de sistemas… Todo te hace elevar el nivel y aprender mucho. Es una Liga donde se necesita mucha capacitación y requiere gran preparación, lo que te impulsa a mejorar. Y fuera de la cancha, Argentina me ayudó a madurar. Llegué a otro país, con otra cultura y todo te va formando como persona, te ayuda a cuidarte más, a ser más profesional.

-¿Cómo es esa vida en Argentina para el extranjero, eso que decís que te ayudó a madurar?
-Es bastante difícil por momentos. Tuve la suerte de tener una personalidad muy abierta y que siempre busca adaptarse. Me fui chico de mi casa a Costa Rica y Estados Unidos, entonces conocía otras culturas y tenía un punto de vista más abierto que otros chicos de mi edad. Pero al llegar acá te das cuenta que tienen una cultura que comparte mucho, que se juntan para casi todo. Y en otros lados no se ve eso, hacen todos la suya. Al principio no lo entendés cuando llegás, pero en unos años me di cuenta de lo bueno de eso, y que lo tiene la Liga, porque es una competencia de convivencia. Podés ser bueno, pero si no formás parte de un equipo y de esa idea, se te va a complicar siendo extranjero, que es la primera ficha a cambiar. La adaptación lleva tiempo, pero cuando conocés la cultura y al argentino, podés disfrutar más.

-¿Y qué es lo que más te gusta del argentino, y el defecto que más marcás?
-Lo bueno es eso de compartir. Lo hablo mucho con mi mujer. En Panamá no va eso de salir, dar una vuelta para merendar, caminar o lo que sea. Acá se puede salir en un día normal, compartir, charlar. En familia, eso se disfruta mucho. En Panamá es una vida más acelerada y no nos tomamos ese tiempo para disfrutar y compartir una visita. Es algo muy positivo y lo hemos adoptado. Lo malo, que se habla mundialmente, es que si no conocés al argentino, su forma de expresarse a veces cae mal o te puede sonar de manera despectiva, como si fuera engreído. Es medio chocante para el que llega, cae pesado. Pero después de vivir 10 años acá me di cuenta que no es así. O quizás ves la forma de afrontar los partidos de los hinchas, que no se ve en otros lados. Acá es dramatismo puro, hay presión y la gente va a la cancha a ver ganar a su equipo sí o sí, no acepta o entiende un partido malo, ni que el otro equipo pueda ser mejor. El fanático entra y puede putear a cualquiera desde que empieza el partido.

-¿Este lado del argentino, esa forma de expresarse o de moverse en la cancha, te generó algún problema en este tiempo?
-No, la verdad es que no. Nunca tuve diferencias. Mi tipo de personalidad, de llevarme con todos, hace que me lleve bien. Yo me concentro en mi trabajo y no en otras cosas.

-Te cambio de tema. ¿Cómo comenzó el básquet en vos?
-En Panamá, mi papá, hermano y tíos jugaron al básquet. Y desde chiquito empecé, a los 6 años, jugando en los veranos torneos interbarriales porque allá no hay clubes. En el barrio donde crecí se practica mucho, y cada torneo donde podíamos participar como barrio lo hacíamos. Y en casa armábamos algo de manera rústica: era como un edificio de tres plantas y en el barrio había muchos chicos de la misma edad, éramos como 20 ó 30 y hacíamos torneos entre nosotros. Y armábamos un aro con lo que sea. Por ejemplo, agarrábamos un bol de plástico, le quitábamos la parte de abajo, lo abríamos y hacíamos un hueco. Lo clavábamos a una altura en la pared y eso era el aro. Como era un bol no tan grande, las pelotas de básquet eran pelotitas de tenis. Pintábamos el piso, hacíamos la cancha y jugábamos tres contra tres o cuatro contra cuatro. Y se armaban grandes torneos. Yo era uno de los más chicos, tenía 7 u 8 años, y había chicos de hasta 17.

-¿Y cuando te llega la decisión de irte al exterior, terminando en irte a Estados Unidos para la Universidad?
-Comencé a jugar intercolegial, me fue bien, pasé al secundario público en Panamá y cuando tenía 15 años, me ofrecieron una beca para ir a estudiar a un colegio privado en Costa Rica. Me daban la beca educativa y yo tenía que estar en el equipo de básquet. Me daban todo y yo tenía que vivir con una familia a la que la escuela le pagaba mi hospedaje. Hablé con mi mamá, me dijo que estaba loco pero me dejó ir, porque de chiquito estaba centrado en lo que quería. El básquet era lo que yo quería. Fui, estudié dos años y me salió la oportunidad de seguir mi carrera en Estados Unidos. Cuando le dije a mi mamá de nuevo, me sentó y me preguntó si estaba seguro. Yo le dije que sí, que se me iba mal, regresaba y no pasaba nada. Fui, terminé el secundario y me salió la beca para la Universidad, en Wake Forest.

-¿Qué carrera educativa elegiste?
-Comunicación social. Y después tuve que hacer un minor en español porque necesitaba crédito para terminar el último año. Fue más para redactar y saber escribir, hacer una composición en español. Con eso ya sabía bien cómo escribir artículos y tenía la gramática por si en el futuro me quería dedicar a ser periodista. Pero salió el básquet (risas).

-Durante dos años tuviste de base a Chris Paul, hoy estrella de la NBA. ¿Qué recordás?
-El siempre venía a la universidad a jugar picados cuando todavía estaba en el colegio. Compartíamos mucho, y cuando firmó con nosotros nos potenció mucho, atrajo mucho a la prensa y generó expectativas. Los dos años con él fueron buenos para mi y para el equipo. Es un chico de familia y una gran persona, más allá de lo que es como jugador. Hice una linda amistad con él, he ido a comer a su casa y también me quedo con eso. Después con el tiempo se volvió difícil mantener el vínculo, porque ellos cambian el número todo el tiempo. Pero si quiero contactarlo sé cómo hacerlo, o quizás cambiamos alguna interacción en redes sociales. No hablamos día a día. Pero hay muchos amigos en común.

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-En ese momento, imagino que como todo chico de universidad tenías el sueño de llegar a la NBA. ¿Era así?
-Obvio, más estando tan cerca. Después de la universidad tuve la posibilidad de jugar la Liga de Verano con Miami Heat, y me invitaron a entrenarme a un campamento de agentes libres. Pero después de un par de semanas me dijeron que no iba a estar en el equipo y decidí hacer mi carrera profesional en otro lado. Y cada vez se fue alejando más el sueño de la NBA.

-¿Qué pensás que te faltó?
-Ellos me decían y yo lo sabía que tenía que ser un alero. Y llegué a la universidad sabiendo que podía ser 3/4. Pero ahí era suplente del 3 cuando llegué, que era Josh Howard, alguien que después terminó en la NBA, y yo alternaba con el 4 también. Cuando Howard se fue pensé que podía agarrar su lugar, pero el 4 del equipo se lesionó y me metieron ahí, y nunca más me moví. Hacer la transición de posición para llegar a la NBA iba a ser muy inconsistente, me iba a costar con el tiro exterior y bueno, después pasó el tiempo. No sé si estuve cerca, pero ya tener aquella invitación de Miami Heat fue una experiencia bárbara. Fue una lástima que no se dio.

-Más allá de eso, entendiste con madurez que tu carrera iba a ir por otro lado, ¿no?
-Sí, sin dudas. En ese momento empezaba la D-League, pero al ser de Panamá entendía mejor lo que era jugar en el exterior. Y busqué jugar en cualquier lado sin problemas. Yo quería jugar nada más.

-¿Cómo se ve el básquet en Panamá, un país con poca trascendencia de resultados, y cómo te gustaría que se viera?
-Nosotros llegamos a clasificar al Mundial 2006, pero siempre hemos tenido problemas organizativos, siempre hubo conflictos. Y hace 10 años hubo uno grande, donde incluso se crearon dos federaciones en un país chiquitito. Y FIBA nos suspendió a nivel internacional. Fue un caos porque nos tiró hacia atrás. Dos años sin competencias internacionales son como 10 años de formación de jóvenes, de crear un equipo. Ahora hay una federación nueva que trata de hacer las cosas bien, tenemos una liga profesional y estamos tratando de levantar, pero la suspensión nos hizo dar 100 pasos para atrás. Yo quisiera que el básquet de Panamá volviera a estar entre los tres mejores de Centroamérica y el Caribe, y ser competitivos en los torneos. Ahora, a los 34 años, pienso cómo puedo hacer algo para aportar, por lo menos a los jóvenes, que quizás no saben cómo es el tema profesional. Hace cinco años no había liga en Panamá y siempre jugaban por diversión, soñando con salir o llegar lejos. Yo tuve la suerte de hacer y de buscar mis sueños, entonces quisiera transmitir a los jóvenes que se puede. Tengo muchas ideas, aunque todavía estoy vigente, pero veré qué puedo hacer o armar para comenzar a trabajar en el básquet.

-¿Y cómo se ve el básquet argentino, en general, desde la mirada exterior? ¿Es un espejo para la región?
-Sí, sin dudas. Y en todo sentido. No es porque vivo acá y quiero hablar maravillas de Argentina, pero a nivel técnico/táctico se sabe que Argentina es uno de los mejores del continente. Y ahora que llegó la renovación, se nota que la manera en que Argentina trata de hacer las cosas es el camino a seguir. Nosotros deberíamos ver cómo podemos copiar varias de las cosas que se hacen acá. Si bien son sistemas diferentes y la infraestructura es diferente, al menos podríamos sacar algo para tomar ese camino y trabajar en proyectos a largo plazo, para unir piezas y cambiar de a poquito.

-¿Qué significa para vos jugar contra la Selección Argentina?
-Siempre traté de disfrutarlo y competir, más cuando comencé mi carrera acá y enfrentaba a jugadores que ya conocía. Argentina siempre fue un equipo preparado, que juega en conjunto y toma todo con seriedad. Para nosotros era un desafío y buscábamos dar el batacazo.

-¿Qué pensás de esta nueva etapa de recambio, que tiene como uno de los pilares a uno que vos conocés bien de tu paso por Lanús como Nicolás Laprovittola?
-Acá hay proyectos y siempre hay buena renovación que aparece. Es el camino a tomar, no es casualidad que el básquet argentino se haya mantenido por tantos años en las mejores posiciones del mundo. Siempre sacan talento, y los chicos que van surgiendo van pasando etapas y tienen muchísimo orgullo de representar a su Selección. Eso habla mucho y bien, con la Confederación están en la misma página y van por el mismo sentido para hacer todo mientras pueda aportarle a la Selección. En cuanto a Nico, lo conozco de cerca y no para de dar pasos hacia adelante en su carrera. No había dudas de que tenía un techo alto y podía llegar lejos. Es un chico al que le encanta al básquet y tiene muchísimo talento.

-¿Podés explicar lo que le dio el básquet a tu vida?
-Uffff. Prácticamente todo. Suena como un cliché, pero es gran parte de mi vida. He aprendido mucho, me dio la educación universitaria que tuve, en los momentos difíciles de mi vida fue algo a lo que me aferré para desahogarme en la cancha, para dejar los problemas a un lado. A esta altura de mi carrera, poder involucrar a mi familia en este ritmo de vida es algo muy bueno. Con el básquet pudimos conocer otras culturas y aprendimos a estar juntos como familia, en las buenas y en las malas. Siempre se encuentra una enseñanza con el básquet, dentro y fuera de la cancha. Con esto he llegado a lugares donde ni se me hubiera ocurrido cuando era chico. Siempre soñé, pero no pensé que iba a estar en esta posición actual. O que iba a estar en Estados Unidos. Me ha dado muchísimo y ojalá siga así.

-Hasta los 45, ¿no?
-Ojalá (risas).

Leandro Fernández
@FernandezLea
[email protected]
@cabboficial

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