El argentino contó cómo se sintió en el encuentro frente a Phoenix tras estar afuera cuatro jornadas debido a una lesión en un dedo de su mano derecha. A continuación, todo lo expresado por el Chapu en el blog que semanalmente escribe en el sitio ESPNDEportes.com
Volví a jugar y eso, sin dudas, es lo más importante. Si bien el regreso se dio en los tiempos planificados, no pensé que iba a estar ante Phoenix, ya que el día anterior al partido intenté entrenar con el equipo y estuve en cancha solamente dos minutos porque me di un golpe en el dedo lesionado, contra el codo de Jrue Holiday. Tuve que salir y ponerme hielo.
En la previa estaba con pocas expectativas de participar del partido, pero se me acercó Doug Collins y me preguntó si me creía en condiciones físicas para jugar. Como le contesté que estaba bien me dijo que me preparara mentalmente porque me iba a usar unos minutos.

No jugué mal, pero me sentí un poco falto de básquetbol. Sin ritmo de juego. Hacía casi dos semanas que no tiraba al aro, desde los últimos partidos en los que no podía hacerlo más el tiempo que estuve sin jugar. Por eso, los primeros lanzamientos que tomé fueron penetraciones. De hecho metí la primera. Después me animé a tirar de tres puntos porque estaba solo y tenía que hacerlo.

Físicamente, al margen del dedo, no tuve problemas. Cuando uno tiene una lesión como la mía se entrena más que sus compañeros. Estaba yendo dos horas antes para la rehabilitación y me quedaba haciendo ejercicios hasta el final de las prácticas.

El dedo sigue mejorando aunque el movimiento todavía no es normal. Siento menos dolor. Lo que debo hacer es cuidarme de los golpes porque en esos momentos el dolor es muy intenso y tengo que parar. La fractura todavía está presente y tiene que sanar. Otra situación que me genera dolor es tomar muchos lanzamientos. Después de hacerlo en el entrenamiento comienza a molestarme.

Al no ser un jugador con tanta destreza necesito estar muy bien físicamente porque mi juego se basa en el contacto, la fuerza y la energía. Por eso es que me cuesta un poco jugar en esta situación. Pero, lamentablemente, hay que pasar por este momento.

Ojalá no tenga que volver a parar. Desde afuera los partidos se viven de una manera muy diferente. Por un lado uno está más relajado, pero al mismo tiempo no podés descargar el nerviosismo como cuando estás jugando.

Al equipo lo vi bien, aunque volvieron los problemas para cerrar los juegos. A la lista de derrotas increíbles de esta temporada hay que sumar los partidos contra Orlando y Charlotte. Pero en la NBA hay que olvidarse rápido de los traspiés porque enseguida tenés que volver a jugar. Eso lo hicimos bien y así conseguimos dos victorias importantes ante muy buenos equipos como Utah y Phoenix. Nos estamos haciendo muy fuertes de locales y eso nos permite ubicarnos séptimos en el Este y mantenernos en puestos de playoffs.

Ahora, ya estamos camino a Toronto, donde me encontraré con mi amigo José Calderón, ex compañero en TAU. Tengo una muy buena relación con él y su familia. A Toronto, como al resto de los viajes, voy sin mi familia. Se complica con los chicos. Y más en esta época del año en la que hace mucho frío.

Toronto es una ciudad muy linda para conocer, pero más fría que Philadelphia. De hecho, tiene 28 kilómetros de túneles por los que se puede recorrer la ciudad caminando para no sufrir el invierno.

En los negocios, por ejemplo, hay accesos tanto por la calle como por los túneles. Este tipo de construcción es novedoso y muy llamativo. En este viaje no tendré problemas para entrar a Toronto porque tengo la documentación al día. En el anterior sí los tuve, ya que tenía la visa vencida. Me la renovaron porque soy basquetbolista, sino me mandaban de vuelta a casa.

Antes de despedirme quiero felicitar a Carlitos Delfino por su vuelta. La verdad es que volvió muy bien, aunque lógicamente algo falto de ritmo. Lo que es insólito es que un par de días después de su regreso a las canchas tuvo un accidente de auto. No está con suerte. Lo chocaron producto de la nieve.

Manejar en la nieve es complicado. Hay que tener el auto preparado y prácticamente no tocar el freno para detenerse. Yo tuve un accidente la primera vez que manejé en la nieve, en Vitoria. Era una de las primeras veces en mi vida que veía nieve.

Por supuesto que no sabía cómo conducir en esas condiciones y al intentar frenar el auto no me respondió y choqué. Aunque todavía no era conocido en la ciudad, no tuve problemas con el otro conductor. Después aprendí y no me volvió a suceder.

Espero que sigan disfrutando de este encuentro semanal y la seguimos en la próxima.