La Selección derrotó a Paraguay por 93-67 en una presentación en la que mostró la identidad de su nuevo entrenador con Delfino como figura.
No hacía falta ver al banco de suplentes para saber quién es el nuevo técnico de la Argentina. Porque la Selección, esta Selección que comenzó su camino en la primera ventana FIBA rumbo a la Copa del Mundo de 2023 que se celebrará en sede repartida entre Japón, Filipinas e Indonesia, fue un equipo del Che García desde el primer minuto de juego. Con una presión intensa a cancha completa y un juego ofensivo con el pase extra como mandamiento principal, el elenco nacional evidenció sus nuevos lineamientos para un camino que comenzó esta noche en el atiborrado estadio de Obras Sanitarias con el triunfo por 93-67 frente a Paraguay.
Un puñado de entrenamientos fueron suficientes para que García instalara las ideas que replicó en cada uno de sus equipos en sus treinta años como entrenador profesional. La Selección, un grupo inédito construido entre jugadores de la Liga Nacional con apenas un trío de refuerzos del exterior, absorbió rápidamente la idea y la plasmó con efectividad -de menor a mayor- durante la noche porteña.
Argentina salió al parquet de Obras a ejercer una presión intensa a cancha completa para asfixiar a Paraguay, uno de los sellos distintivos del Che que la Selección enarboló hasta el último suspiro aún cuando el partido ya estaba sentenciado y el combinado nacional ganaba por más de veinte puntos. Aunque hubo desajustes lógicos como en toda nueva propuesta, el plan fue eficaz. Incluso el Che estuvo activo para ajustar cuando debía hacerlo como en los primeros segundos del segundo cuarto cuando pidió un minuto para pedirle a sus dirigidos que cortaran los pasillos internos para defender las presentaciones paraguayas.
En ataque, la Selección desplegó todo su versátil arsenal ofensivo, con paciencia y temple para exprimir al máximo en reloj en busca del mejor tiro, con aceleración para correr la cancha y una lectura ideal para detectar qué plan ejecutar en cada circunstancia. También de menor a mayor, con una altísima efectividad de tres puntos con 12 lanzamientos convertidos en 29 intentos (41.3%), Argentina terminó luciéndose en una noche perfecta.
Más allá del buen funcionamiento colectivo, varios nombres propios sobresalieron. Después de cinco años, Carlos Delfino volvió a vestir la camiseta nacional con la 10 estampada en la espalda y redondeó una actuación brillante con 21 puntos, seis asistencias y cuatro rebotes en 25 minutos. Goleador del conjunto nacional, Lancha desplegó toda su elegancia al servicio del equipo y asumió la conducción para dictaminar los senderos de su equipo.
Un histórico de la Generación Dorada, el último de aquella gloriosa camada, fue ovacionado en múltiples ocasiones por una hinchada que le reconoció no solo su historia sino también su presente. Inoxidable, la rompió y se fue emocionado: “Es para llorar, estoy re contento, ni en el mejor de los sueños pensaba que me iba a volver a poner la camiseta, que iba a volver a escuchar este coro. Tengo un presente que me encanta en Italia, pero siempre miro para acá para ayudar. Estar de vuelta es único”.
Otros dos nombres propios se destacaron a la par de Delfino. Agustín Barreiro, una de las joyas de la Liga Nacional, replicó su fabulosa producción local con la camiseta de la Selección y firmó una planilla de 17 puntos, 9 rebotes y tres robos en 26 minutos. Nicolás Romano, el MVP del Súper 20 y líder del Instituto campeón que pretende quedarse también con la Liga, firmó una línea estadística de 17 puntos con una altísima eficacia de cancha con el 70% de aciertos y 60% de tres.
Aunque Paraguay fue valiente y luchó con sus recursos nobles liderados por Gabriel Peralta y sus 17 puntos, Argentina fue desgastando a su rival guaraní y selló una noche perfecta con un último cuarto que le permitió conseguir todos los objetivos que el Che se había trazado en la antesala de su presentación: la Selección ganó, expuso sus nuevas credenciales y consiguió una abultada victoria por más de 19 puntos para mejorar su ubicación en el ranking FIBA. Fue el primer paso de un camino que promete ser largo, una aventura impulsada por el sueño de mantener la bandera albiceleste bien en alto.