En su primer día como DT de la Selección, el Che se conectó para hablar de todo. Su filosofía como coach, los aprendizajes en su carrera, el encuentro con Maradona y la vez que Festa le pidió marcar a Ginóbili.
El ciclo de charlas semanales que conducen Elías Mauro y Lucas Flossi en el canal Twitch de la Confederación Argentina tuvo un invitado más que especial. A horas de su asunción como entrenador de la Selección masculina, Néstor García se unió a la transmisión y respondió todo tipo de preguntas durante casi una hora, mostrando su experiencia, conocimientos, carisma y capacidad de análisis luego de 33 años de carrera como director técnico, que le han permitido dirigir 30 equipos en nueve países distintos, además de cuatro seleccionados. Ahora le toca el de su país, como en aquel Sudamericano 2012, pero como head coach y buscando ser el líder de una nueva etapa del básquet argentino.
En primer lugar, se refirió a lo que significa para él asumir este nuevo desafío de representar a su país, más allá de haber estado al mando de la albiceleste en el Sudamericano 2012 que ganó con Leo Gutiérrez como MVP y de haber formado parte de otros cuerpos técnicos en el pasado.
“Estoy feliz, emocionado. Estoy con muchísimas ganas de trabajar. En mi carrera siempre he buscado progresar y este nombramiento es de lo mejor que me ha pasado. Pasé un día increíble, emocionado, llorando, contento, y con muchísimas ganas de representar a mi país”, expresó el bahiense de 56 años.
Tras la salida de Sergio Hernández, grandes nombres aparecieron en escena como posibles sustitutos en el banco argentino. García, uno de los favoritos, era conscientes de que figuraba entre ellos.
“Por haber dirigido en tantos lugares uno sabe que puede llegar a ser candidato. Quería la oportunidad, no sabía si esperarla porque no dependía de mí. Cuando llegó no dudé en nada. Ni siquiera hablé tanto de lo económico. Solo quería representar a mi país. Eso fue lo primero que le dije a Fabián Borro. A partir de ahí empezaron a surgir muchas cosas. En mi carrera he estado en muchos lugares, pero esto era lo que yo soñaba”, manifestó.
En sus más de tres décadas como coach, el flamante entrenador del Alma tuvo grandes desafíos en frente, pero ninguno como cuando debió enfrentar a su país en una final.
“Yo con Argentina gané el Sudamericano en 2012. Dos años después me toca la misma final en un FIBA Américas, pero dirigiendo a Venezuela contra siete jugadores que yo ya conocía. Tuve que llamar a mi terapeuta y hablarlo. Era el himno de mi país contra el país que me contrató. Mi terapeuta me dijo ‘amas a tu país y amas a la gente que creyó en vos. Disfrutalo’. Y tenía razón, era un privilegio”, señaló.
“Era una presión para mí porque yo soy argentino y había ganado con varios de esos chicos, y jugaba la final contra ellos”, continuó desde San Juan de Puerto Rico, donde se encuentra antes de volver al país para empezar su trabajo. “Venezuela esperaba que los represente de la mejor manera. Fue una de las presiones más grandes que tuve en mi carrera. No fue algo cómodo o fácil, pero es para lo que me contrataron en Venezuela, para proyectar a su selección. Recibí algo muy lindo de todos los jugadores que ya había dirigido en Argentina. Ninguno de ellos me fue a saludar en la final porque sabían la presión que yo tenía. Cuando terminamos, ganamos nosotros y nos encontramos en una cena. Eso habla de la distinción profesional de los jugadores argentinos. Martín Leiva me tocó la puerta del hotel y me regaló su camiseta. Ese respeto solo lo tiene la gente que entiende lo que se juega y no quiere complicar a nadie”, completó.
En el chat, las preguntas sobre el juego que querrá plasmar en su equipo eran el eje de discusión. Al ser preguntado, el Che contestó lo siguiente.
“El básquet como juego está por encima de cualquier cosa. Hay que atacar bien contra la zona, hombre o lo que sea, hay que jugar bien. Estuve en 30 equipos, en cinco selecciones. Uno se adapta. El básquet moderno se caracteriza por jugar más abierto. Lo más importante es el spacing y los detalles. Muchas veces a un tres que pica la pelota y es alto ponerlo queremos ponerlo de dos, y no es así. Que cada uno esté en su rol. Después en el juego aparecen las alternativas. Yo soy un coach que se acomoda. Mi rol es disimular las limitaciones para mostrar nuestras virtudes”, replicó.
En su charla con Prensa CAB, que puede leerse haciendo click
acá, García detalló que quiere que su equipo juegue un básquet mental. Al respecto, explicó:
“Dije eso porque me parece que los jugadores que tenemos, en la NBA y en Europa, ya interpretan el juego físico, el scouting y un montón de cosas. Los argentinos hemos logrado mucho sin ser una raza de básquet, y nos hemos mantenido en la elite. Es leer y ajustar. Se acaba de ir Luis (Scola), que es el goleador histórico de la Selección. Tenemos orgullo, ganas, conocimiento, tenemos un montón de cosas para jugar nuestro juego. El básquet argentino se identificó por algo, nosotros tenemos que ajustarnos a lo que viene ahora que es una nueva era. Tenemos tremendos jugadores, podemos producir muchas cosas, pero posicionalmente, hay cosas en las que nos tenemos que ajustar. Cada uno juega con sus armas”, desarrolló.
“Tenemos que hacer una tremenda preparación y entender que este es un nuevo ciclo, en el que hay jugadores brillantes que van a empezar a ser líderes. Los Deck, Campazzo, Laprovittola van a tener que ejercer un liderazgo, porque el legado argentino es muy largo y magnífico. Hay cosas que ya están impuestas en la Selección y que no van a cambiar. Yo aportaré las ganas, el hambre, la experiencia que he obtenido. En la cancha somos cinco contra cinco, y en eso nuestros jugadores son los mejores”, siguió.
Con tantos años de experiencia y un curriculum extenso que incluye experiencias a lo largo del mundo, García señaló qué es lo diferente que puede aportar a la albiceleste.
“Tengo un montón de combinaciones de básquet después de estar en nueve países distintos. Puedo aportar detalles. La Selección ya tiene una estructura de cómo viajar, comer, entrenar, que son de elite. Puedo aportar todo lo diferente que he visto. Al básquet se puede jugar de millones de formas distintas actuando con el talento que uno tiene. Creo que tengo que adaptarme a cosas y entender que es una nueva etapa. La salida de Luis significa muchas cosas, desde su legado, su rol en el equipo y su posición. Hay que suplantar todo eso con el equipo. Por eso digo que es un nuevo ciclo. Han sido muchos años de gloria. Hoy en día se le empieza a dar importancia al ranking, y es importante. Me pasó con Venezuela. La idea es mantener a la Selección donde la dejaron entrenadores y jugadores extraordinarios. Hoy somos séptimos en una nueva etapa. Hay que mantener eso con todas nuestras armas”, elaboró.
“He estado en lugares muy exóticos y me han pasado muchísimas cosas. Me tuve que adaptar a muchas cosas, sobre todo culturales, como en Arabia Saudita. A nivel basquetbolístico, muchas que no están en los libros. Como jugar una final, querer decirle algo a tu base titular, no encontrarlo, ir a un lugar de la cancha y ver que se está comiendo un pancho con papas fritas porque está nervioso. Me han pasado muchas cosas. Hoy en día el mundo está cambiando. Hay mucha diversidad. En Fuenlabrada me tocó tener diez jugadores de distintas nacionalidades. Hay que entender sus sesgos, porque son muy diferentes. Uno aprende a cómo hablarle a cada uno para que reciba el mensaje. Es uno de los grandes dilemas que tenemos hoy en día, con las diferencias generacionales y culturales. Haber estado en tantos lugares, con personas tan diferentes, me hizo entender mucho el comportamiento humano. Hoy en día la efectividad pasa por cómo comunicas, y para comunicar bien hay que entender emocionalmente con quién vas a hablar”, expuso.
Otra vivencia inolvidable que salió a la luz fue su encuentro con Diego Maradona cuando dirigía Peñarol en 1994, año en que fueron campeones de la Liga Nacional.
“No quiero conocer a nadie, ni que me conozcan. El que te quiere conocer te quiere cambiar. Yo a Diego lo disfruté. Se dio en una charla telefónica, él estaba haciendo una nota con un móvil de una radio de Mar del Plata y les pedí que me conecten porque lo quería saludar. Entonces, antes de terminar la nota, le dicen que tenían al técnico de Peñarol que quería saludarlo. Ahí dijo ‘hola Che’. Yo casi me muero. Me dijo que el único Peñarol que conocía antes era el de fútbol, el de Montevideo. ‘Desde que los sigo le ganan a todos’, me dijo. Veníamos de ganar 17 partidos seguidos. Diego siempre estaba muy informado del deporte. Ese fin de semana jugaba con Newell’s, estaba pronosticado lluvia y podía suspenderse el partido. Le dije que si no jugaba que venga a vernos a la cancha. Fue, se sentó en el banco nuestro y armó una revolución. Fue así, natural. Increíble. Me acuerdo que metía un triple alguno de Atenas y les gritaba ‘¡botón!’. Al entretiempo fue al vestuario con nosotros, y cuando salimos los jugadores de Atenas se metieron a sacarse fotos. Ya no era más el partido. Estábamos todos mezclados con él. Es ese amor al deporte que sólo genera Diego”, narró.
Emocionado, García explicó lo que encarna Maradona en él.
“Siempre dicen que los argentinos amamos la camiseta, que damos un extra. Yo siempre digo que fue él. Que Diego nos enseñó a amar la camiseta. Lo del tobillo, lo de llorar y putear cuando critican nuestro himno. Era él. Me parece que por eso marcó tantas cosas. Estaba ahí con nosotros, normal. Entró por una puertita y se fue por la misma”, añadió.
Antes de despedirse, García recordó la inolvidable anécdota de la vez que, dirigiendo a Boca en la Liga, Paco Festa le pidió marcar a un joven Manu Ginóbili, que lucía intratable.
“Paco es el jugador con el que sueña cualquier entrenador. Quería jugar de lo que sea, defender a los de 2m10, lo que sea. Cada vez que yo preguntaba algo él levantaba la mano. Es como el chico de la primaria que estudiaba todo. Iba a todas. Él quería jugar. Con tal de jugar el hacía lo que sea. Ginóbili nos estaba matando y yo salté con esa pregunta. ‘Quién puede defender a Ginóbili’. Ya sabía que iba a responder, pero yo lo quería sacar. Era tanto lo que me volvía loco por estar en la cancha que le dije ‘vos no’. Así era Paco hasta en los entrenamientos. Con él aprendí que la intensidad no se negocia. Todas las prácticas eran como los partidos. Habían veces que lo teníamos que parar porque iba a todas”, concluyó el coach.