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Diego Osella: “Nos faltó mentalidad, en mi época nos conformábamos con jugar en la Liga”

Miércoles, 17 de Febrero de 2021 / Publicado en Entrevistas, Especiales, La entrevista de la semana, Selección Mayor
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Múltiple campeón en los ‘80 y ‘90, hoy con una vida en plena montaña. Alguna vez dijo que el básquet era sólo un trabajo, pero admite: “No habría jugado hasta los 41 si no me hubiera gustado".

“Acabo de bajarme de la cortadora de pasto”, dice con tono simpático el legendario jugador cordobés luego de abandonar sus tareas diarias de jardinería para atender el llamado de Prensa CABB. Ya pasaron 10 años desde el último baile de Diego Osella en nuestra Liga Nacional, competición en la que aún ostenta los récords de mayor reboteador (6.804) y taponador (970), y de que es dueño del segundo lugar en presencias de la historia de la Liga -sólo por detrás de Leo Gutierrez- con 1.096 partidos y del quinto puesto entre los máximos anotadores, con 12.358 puntos.

Aquel chico de Oncativo, una pequeña ciudad cordobesa de 15.000 habitantes, jamás se hubiera imaginado que recorriendo los 80 kilómetros que lo separaban de la capital de su provincia, se encontraría con su lugar en el mundo. Allí sería cobijado por la Asociación Deportiva Atenas, club que al día de hoy se exhibe como el más ganador en la historia de nuestro país, habiendo conseguido nueve títulos nacionales. Para entender una parte de la magnitud que tuvo la llegada del pivote de 2m07 basta con saber que seis de aquellos campeonatos se obtuvieron con su presencia en el poste. No por nada, su dorsal N° 11 fue retirada en el mítico Polideportivo Carlos Cerutti.

Pero más allá de su muy buen rendimiento en el Griego, que compartió con figuras como Marcelo Milanesio y Pichi Campana, la vida deportiva de Osella no siempre estuvo teñida de verde. En sus 23 temporadas como profesional, supo desplegar su juego en Banco de Córdoba, Estudiantes de Olavarría y Sionista de Paraná, donde puso fin a su carrera en el 2011. Tuvo incluso dos breves etapas en el exterior, con el Alicante español y el Varese italiano, y vistió la camiseta de la Selección durante 12 años. Hoy, desde la tranquilidad de su hogar en el valle de Traslasierra, Diego rememora su trayectoria y reflexiona sobre el presente del club que le abrió las puertas a la gloria pero también se las cerró a sus 40 años con un dejo de amargura. Del mismo modo, se expresa respecto de un equipo nacional en el que protagonizó alguna polémica y al que la falta de química lo privó de ganar un mayor prestigio en el plano mundial.

-En tu primera temporada como profesional (1988) fuiste campeón con el seleccionado juvenil. Allí estaban jugadores como Carlos Cerutti, Marcelo Nicola y Jorge Racca, por caso. ¿Aquello te dio una pauta de lo que vendría en tu carrera?
-Quizás en ese momento no me daba cuenta, era mi primera vez con la camiseta argentina, y apenas un año antes había sido también mi debut con la de Córdoba. Fue todo demasiado rápido, en dos años pasé de Oncativo a Atenas, salí campeón y llegué a la Selección. Todo pasó rápido y por mi juventud no llegué a darle la dimensión que tenía. No las pensaba, sino que las cosas simplemente se iban dando y cada campeonato era un nuevo desafío. Por suerte, y también por virtud propia, así se fue abriendo el camino de mi carrera.

-En el Griego integraste equipazos, fuiste 6 veces campeón de LNB, 3 veces de Liga Sudamericana, y campeón panamericano en el 96. ¿A qué lo atribuís y cuál sentís que fue tu aporte?
-Lo atribuyo a la capacidad de ir tomando desafíos nuevos y no quedarnos sólo con un título. Terminaba un torneo y ya estábamos pensando en el siguiente, queríamos mejorar constantemente. Y más allá de que formábamos parte de un club, creo que tomamos la identidad de Atenas como propia, y eso mantuvo al grupo siempre unido y hambriento. Si bien las cabezas eran Milanesio y Campana, cada uno tenía un rol importante y su momento para demostrarlo, siempre priorizando al equipo ante todo. Mi aporte se puede vislumbrar en la vigencia que tuve, jugar tantos años en un club como Atenas no es para cualquiera.

-La versatilidad de tu juego llevó a que te utilizaran en ocasiones como alero. ¿Cómo te fue ocupando esa posición?
-Era complicado. Cuando llegué a Atenas, muchos me veían jugando como 3, pero creo que quizá no me esforcé tanto en lograrlo, sobre todo en mejorar mi tiro. Recuerdo que comencé el Mundial 90 jugando como alero, pero no me sentía cómodo. Mi posición natural fue siempre la de ala pivote, y con los años me transformé también en un centro.

-En el 2000 emigraste a España para jugar en Alicante. No fue una buena etapa en tu carrera, fuiste cortado a mitad de temporada, y llegaste a decir que habías perdido la ilusión por el básquet. ¿Por qué se dio así?
-Probablemente porque me llegó la posibilidad ya de grande, y mi edad me llevó a apresurarme en tomarla. Había estado durante tanto tiempo en el mismo equipo que ya jugaba de memoria, y el ingresar a un nuevo plantel me costó muchísimo. Debí acoplarme a nuevos compañeros, muchos jóvenes, y nunca le encontré la vuelta. Por eso es que a mitad de temporada decidí volverme.

-En 2002 retornaste a Europa para jugar en el Varese, club donde hoy milita Luis Scola. Esa experiencia fue mucho mejor que la que viviste en España.
-Sí, era otro tipo de equipo, incluso la ciudad era diferente y me sentí mucho más cómodo. Pero Atenas seguía siendo mi casa. Jugar fuera del país fue un cambio demasiado grande, y si bien en Italia la pasé mejor, tanto yo como mi familia extrañamos mucho la Argentina, por eso una vez más regresamos y continué jugando la Liga Nacional. Lamentablemente, no estuvo antes la oportunidad de afrontar el desafío, porque mi cabeza habría sido otra. Éramos muchos los jugadores que podríamos haber hecho una buena carrera en Europa, pero estábamos muy acostumbrados a jugar acá y a mí me costó jugar en otros lugares.

-¿Cómo lograste jugar hasta los 41? ¿Cuál fue tu mérito o secreto para esa vigencia?
-Insistir… (se ríe). Creo que hasta mi último año en Atenas pude aportarle lo mío al equipo. Cada año que terminaba pensaba que era el último, pero volvían a llamarme y la expectativa se renovaba. Así se dio hasta el momento en el que desde el club me comunicaron que ya no deseaban contar conmigo y admito que me quedó el sabor amargo de no haber podido tomar yo mismo esa decisión. Entonces, se dio la oportunidad de jugar una temporada en Sionista de Paraná y ahí sí ya tenía la certeza de que sería mi último año como jugador, incluso ya tenía planificada mi vida para cuando esa etapa finalizara.

-Alguna vez declaraste que no te divertías jugando al básquet, que era más que nada un trabajo. ¿Esto fue así? Porque es raro jugar tantos años sin sentir ese placer. ¿Qué fue para vos el básquet?
-No fue tan así… Lo que dije es que no vivía las 24 horas del día pensando y hablando de básquet como otros jugadores que sí lo hacían, como Marcelo (Milanesio). Cuando me reunía con amigos, lo último que quería hacer era hablar de básquet, pero supongo que es algo que le pasa a mucha gente con su oficio. Si no me hubiera gustado, no habría jugado hasta mis 41 años... El básquet fue todo en mi vida. Yo terminé la secundaria en Oncativo sin saber qué iba a seguir haciendo, pero en Atenas tuve la chance y la capacidad de que el equipo me adoptara rápidamente, de rendir, y hasta de ganarme el lugar en un Mundial. Así es que el deporte me dio mi profesión, amigos, mi familia, y le voy a estar agradecido para siempre. Si tuviera una nueva oportunidad en la vida, haría otra vez lo mismo. Quizá cambiaría algunas cosas, pero estoy completamente feliz por la carrera que hice.

-¿Y qué es lo que cambiarías?
-Cambiaría algunas cuestiones sobre mi mentalidad, quizás enfocarme mejor en mi preparación. Algunos compañeros que tuve, como Fabricio Oberto o Leandro Palladino, tenían otra idea sobre el futuro. Mientras ellos apuntaban hacia Europa, uno se conformaba con jugar la Liga Nacional. Por eso me hubiera gustado estar mejor preparado, sobre todo mentalmente, para poder jugar de la misma manera en otro lugar.

-En el 95, fuiste campeón panamericano con la Selección Argentina, ganándole en dos oportunidades a los Estados Unidos. ¿Cómo viviste ese torneo histórico?
-El Panamericano fue espectacular, una experiencia hermosa. Estar en la Villa Panamericana, jugar aquellos tremendos partidos y conseguir un título inédito para nuestra Selección fue increíble. Y al clasificar a los Juegos Olímpicos después de tanto tiempo, se terminó dando un año fantástico tanto en lo personal como en lo colectivo. Aquel año con Argentina es algo imborrable en mi carrera.

-También estuviste presente en el Sudamericano 2001 de Chile, donde Argentina se coronó campeona invicta. Allí fue cuando se te levantó la sanción por la renuncia en el 99. ¿Cómo viviste aquella sanción hacia vos y cómo fue ser parte de ese último torneo?
-La sanción no me pareció justa, pero intenté ser optimista y tomarla como un tiempo de descanso. Llevaba mucho tiempo jugando sin parar, porque con Atenas siempre llegábamos lejos en el torneo y al terminar ya me iba a entrenar con la Selección. Todo el trajín me estaba afectando, necesitaba aflojar un poco. Ese año había tres torneos internacionales y pedí que me dejaran afuera, por lo cual me sancionaron. Más adelante se dio con otros jugadores y no pasó nada, entonces lo tomé como algo personal contra mí. Luego, al levantarme la sanción, ya había un equipo consolidado, el que daría comienzo a la Generación Dorada. Yo era prácticamente el último que quedaba de la camada anterior, y tuve la oportunidad de jugar con ellos y salir campeón. Pero ya veía que aquel grupo estaba pisando fuerte y que yo en algún momento quedaría fuera, así que lo tomé como el último torneo que iba a poder disfrutar con la Argentina.

-Algunas figuras como Campana y Milanesio sorprendieron recientemente declarando que quedaron algo inconformes con su rendimiento en la Selección, que podrían haber dado más. ¿Vos qué opinas acerca de tu desempeño con la celeste y blanca?
-Es una sensación rara. Vivimos muchas cosas, dentro de las cuales fuimos campeones panamericanos y jugamos los Juegos Olímpicos. Aunque quizás podríamos habernos preparado mejor. Es cierto también que había una relación algo tirante entre algunos jugadores, nunca pudimos ponernos de acuerdo en ir todos hacia el mismo lado. Pero en lo personal no creo haber dejado una mala imagen en la Selección, fue una etapa que disfruté mucho y estoy conforme con lo que hice.

-Ellos también hablaron de la diferencia física que encontraban cuando iban a la Selección. Al medirte con pivotes de otros países, ¿notabas una gran diferencia con los que enfrentabas en la competencia doméstica?
-Sí, sobre todo al no poseer ese roce internacional diario que por caso sí pudieron tener las generaciones futuras. La mayoría de los integrantes de la nueva camada juega en Europa, muchos tienen como compañeros a quienes luego son sus rivales a nivel Selección. Mientras que nosotros sólo los veíamos por fotos y videos, y teníamos un respeto grande por lo desconocido. Por suerte, la Liga de a poco fue mejorando y también se fue adquiriendo ese roce con los extranjeros que llegaban al país, pero esa diferencia era notoria.

-¿Qué es de tu vida en la actualidad?
-Estoy en una ciudad llamada Nono, en las Sierras de Córdoba. Me vine al día siguiente de terminar mi última temporada como jugador en Paraná, porque con mi familia ya teníamos armado un proyecto para nuestro futuro. Vivimos y trabajamos aquí, en un complejo de cabañas en plena montaña, donde estamos el día entero con diferentes labores de limpieza, cocina y atención a los huéspedes. Abandoné la vida de ciudad y me vine a disfrutar la tranquilidad de la naturaleza.

-¿Y cuál es tu relación con el mundo del básquet al día de hoy? ¿Por qué nunca estuviste demasiado relacionado con el deporte que tanto te dio?
-Mi relación actual con el básquet no es nula, pero sí escasa. Los primeros años luego del retiro iba a en ocasiones a ver algún partido de Atenas, pero hoy la cosa pasa por seguir a Facu Campazzo, un poco de NBA y otro tanto de La Liga. Podría decirse que corté relaciones con el básquet, pero eso hace que no extrañe tanto la vida que hice por muchísimo tiempo.

-¿Por qué sentís que a Atenas le ha costado volver a ser lo que fue?
-Creo que lo que hizo Atenas en nuestra época fue un gran trabajo. Hubo personas que salieron por todo el país a buscar chicos, reclutando jugadores como Marcelo (Milanesio), Pichi (Campana), Fabricio (Oberto), Leo (Palladino), y también a mí, entre otros. Ese equipo tomó la identidad del club, de la ciudad y de la provincia como propia, lo cual hizo que a veces se dejara de lado la parte económica para seguir jugando en Atenas. Después de un tiempo, ese reclutamiento temprano y esa manera de inculcar identidad se fue perdiendo. Hoy se ve que está costando remontar y lograr un equipo tan competitivo como el que supimos tener.

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