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El Loco ganó su partido

Domingo, 10 de Enero de 2010 / Publicado en
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Obras perdió feo contra Lanús aunque, al menos, vio el reestreno de Hernán Abel Montenegro con 43 años y cinco meses, el jugador criollo más longevo en la historia de la Liga A. Igual, la estrella que le abrió las puertas de la NBA a la Armada Argentina, hizo su parte y se fue victorioso… Olé lo siguió en el Sur.
Ese movimiento colectivo parecía antinatural. De repente, a falta de 1 41 para el cierre del primer cuarto, el banco de Obras, completito, sacó los ojos del partido y se echó hacia atrás en una extraña e improvisada coreografía. Cada par de ojos, entonces, comenzó a revolearse en la búsqueda del eslabón perdido. En el Antonio Rotili granate, en el Sur del Gran Buenos Aires, Lanús vencía 16-13 a los Tacheros pero, en la pintura, entre el gordo Taylor y el flaco Levy, estaban haciendo estragos sobre el aro que descansa más cerca de la calle Córdoba, donde se agolpaba la barra local, los bombos futboleros, la algarabía del equipo con mejor récord de la segunda fase de la Liga Nacional. En el sector opuesto, sobre el tablero de la calle Salta y detrás de una amplia cortina que oficia de biombo, en otro partido, solito trotaba él, entraba en calor, en la suya. Más esbelto de lo previsto y algo añejo para la alta competencia según los prejuicios de su burdo DNI, pero con el hambre competitivo de siempre y el ansia en pantalones cortos de un pre mini con todo por dar. El rapadito tenía la data de que, como venía la mano, en cualquier momento, a pesar de sus 43 años y cinco meses, volvería a pisar una cancha de básquet. Y de la Liga. Y por los puntos. Aunque hicieran cuatro temporadas del último intento pseudo formal de tirar al canasto. Así las cosas, esa invitación para jugar este mes, como refuerzo estrella, como figura sorpresa en la Liga de las Américas, quedaba guardadita en un escritorio. Los tiempos, las urgencias, pedían otra cosa.

Salió así abruptamente desde atrás del decorado y cruzó sus brazos en señal de cambio frente a la mesa de control. Camiseta blanca And1 afuera, muslera negra sobre la pierna izquierda asomadita apenas por el pantalón, dos muñequeras a la altura de cada bíceps. Vaya look. ¿Y qué pretendían? El blanquito Kortz afuera. El pivot 2,08 adentro. Y un murmullo a puro almíbar. El básquet argentino, en vida (útil) parecía regalarse, parecía regalarle, un homenaje merecido. Eran las 22.25 tanto en Lanús como en su Bahía Blanca, la Bahía de Leandro N. Alem, Villa Mitre, Olimpo (donde debutó en Primera un 14 de marzo de 1986 contra Almagro de Esperanza) y Estudiantes. Eran las 22.25 en la Santa Fe de Unión, en la San Luis de GEPU, en la Comodoro Rivadavia de Gimnasia, en la Viedma del Depovi, en el General Pico de Independiente, en la Olavarría del Bataraz y en la Mar del Plata de Peñarol. Eran las 21.25 en el Puerto Rico de los Gigantes de Carolina. Eran las 20.55 en la Venezuela de los Guaiqueríes. Eran las 02.25 en la Zaragoza del CAI y en la Italia del Pavia y el Brescia. Eran las 19.25 en la universitaria Louisiana State yanqui y 20.25 en la Philadelphia de los Sixers. Porque si hubo un tipo que rompió el molde de la nobel Liga Nacional y le hizo ring raje a la puerta de la NBA (drafteado en 1988, tercera ronda, puesto 57, en el Felt Forum del Madison Square Garden neyorquino) para que, con los años, los más jóvenes pudieran ser dueños de su llave, era él. Y era entonces la hora también, una vez más, de Hernán Abel Montenegro, el Loco.

Casi una hora antes pisó el parquet. El distinto embobaba. Y era distinto en serio. Lucía, bien chivada por delante y por detrás, una musculosa azul celeste ultra lavada mientras el resto de sus compañeros -incluso el americano Green, quien hizo los trabajos previos aunque no está anotado para la LNB- se vestía de Obras. Zapatillas blancas relucientes y extremada e individual concentración. Cada Loco con su tema y todos los temas para el Loco. No era la primera vez que Montenegro jugaba en Lanús. Por la novena fecha de la vieja Liga B (actual TNA), en la segunda fase de 1985, en el antiguo Gimnasio 1, el Grana le había ganado a Villa Mitre por 68-67 y se enfrentó a un Hernán con el mismo touch de anoche, con la misma cabeza, pero con 19 agostos. Pocos testigos hicieron doblete. Pero poco importó. En la previa, nadie más existía. Ni Juancito Espil. Ni Lucas Victoriano. La ausencia en la platea de Pamela David no interesaba. Doce cámaras de TV (nueve de la transmisión oficial de TyC Sports) y tres reporteros gráficos lo hacían eje de todos los focos, de todas las conversaciones (y ni hablar de los fotógrafos amateurs que estaban del otro lado de la línea con digitales y celulares con la baterías bien cargadas). David Carlin, Juan Carlos Meschini y Fabián Pérez parecían babearse cerca suyo. Las tres radios que llevaron el juego al éter no dejaban de tirarle pétalos entre tanda y tanda. La barrita del Tachero no estaba visible entre los 2.000 hinchas de Lanús aunque algo raro se respiraba en el ambiente. No había hinchas de Obras. Pero sobraban los fanáticos de Montenegro…

El speaker fue un crack. Le hizo un guiño sobre la chicharra con el micrófono y le sacó las papas del fuego. En la presentación olímpica de Obras lo nombró, tal como le corresponde a un player de su categoría, en el último lugar. Y de paso le dio tiempo a que se incruste, en plena ceremonia, a sólo 12 segundos de escuchar su nombre por los parlantes, la camiseta que vestiría durante la temporada. Se develaba el misterio sobre la marcha. Cuando Cristian Gabriel Cortés, el base de OSN nacía, el Loco ya acusaba 24 pirulos. Y cuando en Núñez al nene le dieron la 8, jamás se imaginó el pibe que quien en enero debería calzarse esa ropita por historia y peso propia se tendría que quedar con la 17. Así y todo, HAM estuvo más cerca de la fortuna que de la desgracia… Igual, si de números se trata… A veces mienten, ¿no? Quién diría que con 43… ¿Y las valoraciones qué? Ese extraño índice bien yanqui, tipo MVP, tipo Indec, que cree determinar quién jugó bien y quién jugó mal… ¿Y lo simbólico no cuenta? ¿De dónde salió este refresh al cuerpo y al alma del básquet? ¿El aplauso respetuoso y afectuoso de todo el estadio para un jugador visitante y retirado de las retinas se compra en los kioskos? La planilla del juego, las estadísticas, tendrán lo suyo, generarán una verdad pero… Todo es relativo. Nada es absoluto. Lo que jamás mencionarán es que, a pesar de un resultado, de vencedores, de vencidos, de lo que jure un tablero electrónico, anoche en Lanús, Montenegro ganó su partido…

Era de esperar. Arrancó sentadito en el banco. Total, con unos minutos se conformaba. La batalla contra la contractura pintaba dura. Como el partido. Arrancó en la punta del banco, cerca de la ventilación, de la entrada por la avenida 9 de Julio, jugueteando con la toalla de Gatorade entre la boca y las rodillas. Se paró para celebrar el doble de Spillers que rompía el cero (2-7 parcial) y para trotar en solitario. Cuando Carlos Duró lo sacó del ostracismo lo pegoteó a Terrell Taylor e hizo lo que pudo entre codazos y posteos de playground. Encima, doblar la marca fue todo un tema. No evitó la bandeja volada de Calvi aunque, tras un juego de caderas y de amagues ante TT, se desquitó desde la línea y le metió un doble a 1 01 del fin de los primeros 10 para acortar las distancias a dos puntos (16-18). Quedaría tiempo para bajarle con foul la mano al propio Taylor y para recibir una infracción de Calvi que ni siquiera lo llevó a la línea.

El segundo cuarto, lógico, lo arrancó otra vez en la banca. Aunque algo más animado. Duró ya tiene cuerpo técnico pero el Loco no dudó en ser el personal trainer de Aloatti y de quien hiciera falta. Parado. Sentado. Lo mismo daba para un buen consejo. Y qué mejor que desde adentro. A falta de 5 25, con Obras diez puntos abajo (22-32, luego de haberse puesto adelante por primera y única vez en el juego 22-20 restando 8 33), Hernán reingresó y perdió el GPS: foul en ataque a Sebastián Acosta por bloqueo ilegal (con bonus track de pequeña corridita al árbitro Pablo Estévez), pifió fea bajo la marca de Taylor un lanzamiento lateral a tres metros y otro a metro y medio frente al mismo hombre que ni siquiera tocó el aro, y acabó con una dura infracción a Levy. Afuera entonces cuando quedaban 2 37 para irse a un descanso favorable a Lanús por 46-34.

El tercer cuarto mostró su última aparición en la noche. Quedaban 2 30 y el Grana estaba 13 puntos arriba (57-44). Había que empezar a quemar las naves. El mar estaba bueno con la pesadilla Taylor sentado cerquita de Silvio Santander tras acumular tres peligrosos foules. Su nueva marca resultó Ariel Eslava, quien en su segundo juego con la camiseta Granate (debutó con un punto el viernes ante Central Entrerriano tras regresar desde México) terminó incomodándolo. Como Malara, a quien no pudo taparle una bandeja. Como, justamente, Eslava, quien de ganchito le metió el doble del 64-54 con cuatro segundos en el reloj.

El último capítulo lo tuvo a Montenegro como espectador de lujo. Su box score se había cerrado hacía rato con dos puntos (1-3 en dobles), tres foules hechos y una infracción recibida en 6 59. Lanús se floreó lo suficiente hasta sacar la máxima, 20 puntos, que se reflejó en el marcador final: 85-65. A nadie le gusta perder y menos al Loco. Aunque, se ha dicho, a veces los números mienten. En su planilla personal, recortando la historia en esos casi siete minutos de juego que tuvo en su revival, Obras ganó 27-25… Y sí. Montenegro ganó. Simbología pura, ¿no? De eso también se trata el deporte. Cuando en Buenos Aires ya era lunes 11 de enero y mientras el plantel Granate se aunaba en el medio del campo para celebrar una nueva victoria y el tercer puesto en la competencia, mientras Manteca Prego recibía el premio Ilolay a la figura del partido, Hernán, otra vez solito, cruzó la cancha saludando al público local hasta ser interceptado por el abrazo de dos de sus verdugos. El Negro Acosta y Eslava también ganaron lo suyo. A cada uno de ellos fue a parar esa suerte de muñequeras elevadas que adornaban los bíceps del Loco. Bah, lo más parecido que se vio a una cinta de capitán en los últimos tiempos. Aunque se trate de básquet. Simbología pura, ¿no? La Armada Argentina en la NBA sabrá comprenderlo…

Fuente: Diario Olé

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