El pivote de 2m14 que tanto ilusiona relata el calvario que pasó en estos dos años de lesiones, cuenta cómo toma el jugar tan poco en Virginia y admite que no espera una citación para los Juegos.
Las lesiones. El infierno tan temido para cualquier deportista. Más si esos problemas físicos son importantes y repetitivos. Y todavía peor, posiblemente, si llegan en el momento de desarrollo o de mayor ilusión para el jugador.
A Francisco Cáffaro, la vida –y ascendente carrera- le sonreía hasta hace poco más de dos años. Incluso podríamos decir hasta un poco más acá, si llegamos hasta el Mundial U19 del 2019. El pivote santafesino, con su talla (2m14), físico tallado, movilidad, mentalidad y recursos, asomaba como el pivote que nuestro país había esperado durante décadas. Desde 2015, cuando arribó a la Selección U15, impactó por su potencial, pero también por los progresos. Y, como ha pasado más de una vez en el pasado, con el Gigante González (2m29), Fernando Borcel (2m15) o Fernando Varas (2m20) por mencionar algunos casos de nuestra historia, el sueño volvió a ganar fuerza con Cáffaro.
“Tenemos pivote de Selección para los próximos 10 años”, repitieron varios entrenadores al verlo ingresar, por caso, al quinteto ideal del Premundial U18, en el que Argentina fue medalla de bronce y volvió a ilusionar a todos con una camada de lujo como la del 2000. No fueron los únicos que lo vieron. La Universidad de Virginia, una de las más prestigiosas, lo reclutó en 2018 para potenciar a un equipo que, meses después, se consagraría campeón nacional de la famosa NCAA. Pero, de repente, las lesiones hicieron su aparición. Una, dos, tres… Todas duras, importantes –requirieron operaciones- y hasta llamativas. Al punto de no dejarlo jugar por largos meses, sacarlo de temporadas enteras y someterlo mentalmente.
“No al punto de querer retirarme pero sí fue lo suficientemente duro como para hablarlo con mi familia”, le cuenta Francisco a
Prensa CABB en uno de los pocos huecos que le quedan en su exigente rutina, deportiva y académica, en Virginia.
“Pocos saben en la Argentina lo que me ha tocado vivir en estos años”, arranca quien al menos pudo ponerse bien para disputar, hace un año y medio, el Mundial U19 con otros talentos de su camada, como Leandro Bolmaro, Francisco Farabello y Juani Marcos. Pero antes y después de aquel torneo, en el que promedió 9 rebotes, 7.4 puntos y 1.1 tapa, el pibe sufrió.
“Fueron tres operaciones y largos períodos de inactividad, con dudas, incertidumbre… Primero fue en la rodilla izquierda, por una fisura en el fémur, justo en la unión con la rodilla. Estuve afuera casi nueve meses y por eso en mi primera temporada en Virginia fui ‘redshirt’ (NdeR: suspender la participación para agrandar el período de permanencia en la facultad). Fue el año que los chicos fueron campeones. En el segundo, el día anterior al debut, en un amistoso, me pegaron dos rodillazos en uno de los cuádriceps y se me rompió una vena en la pierna. El músculo se me llenó de sangre y tuvo una enorme inflamación porque la sangre no tenía cómo salir. No podía caminar y el dolor casi me hace perder la noción del tiempo. Me operaron de urgencia y estuve cuatro meses sin jugar. Volví casi mitad de temporada pasada y la completé. Luego llegó la pandemia y cuando volvimos en pretemporada me apareció un dolor en la rodilla operada. Los estudios arrojaron que la rodilla había tenido una mala reacción a los tornillos que me habían puesto y eso me estaba generando desgaste en los meniscos y el cartílago. Tuvieron que operarme, sacarlos y arreglar lo que estaba mal. Estuve afuera casi tres meses y volví hace semanas, para el segundo partido de esta nueva temporada”, relata aquella secuencia de infortunios.
-Lo peor, además de lo físico, es lidiar mentalmente con todo lo que pasó. Justamente lo hablábamos hace poco con Delfino, Garino y Redivo, quienes la pasaron mal y pensaron lo peor. ¿Cómo lo llevaste vos? ¿Cuán difícil fue?
-Y fue complicado… Tres lesiones, en tres años, en mis piernas, pesando 112 kilos. Luego de la primera pensé “uy qué cagada, ya está…”. La segunda, que fue por mala suerte, justo antes de comenzar la temporada, tampoco la tomé mal. Pero la tercera ya (piensa), a ver… Tuve una llamada con mi familia, con mi mamá y mi hermano. Les dije que no iba a dejar, pero que lo había pensado. Les dije ‘hace tres años estoy acá, no los veo a ustedes, no juego…’. Uno se entrena como un animal, tratando de mejorar, mostrarse y jugar, pero las lesiones siguen. Y las lesiones te queman la cabeza. Porque pensás “estoy todo el día entrenando y estudiando, mañana y tarde, haciendo un esfuerzo enorme”. Si jugás 15 minutos, al menos, vale la pena el sacrificio. Pero cuando ni siquiera jugás, es duro seguir así.
-¿Algún análisis de por qué te pasó todo esto?
-No sé, son todas lesiones raras. Algún especialista me dijo que tal vez por jugar tanto, sobre todo hasta el Premundial 2018. Tal vez se sobrecargó el físico y pasó todo esto. Lo bueno, dentro de lo malo, es que en la universidad me dieron la tranquilidad y pusieron a disposición a los mejores especialistas.
-¿Y ahora cómo estás?
-Mejor, de a poco me voy sintiendo que estoy de vuelta, aunque también me doy cuenta que estoy atrasado físicamente con respecto a mis compañeros y que a mis 112 kilos no le gustan lo que pasó con mi cuerpo. Estoy focalizado en ponerme bien, viendo a un nutricionista para ver cómo me ayuda a balancear mi peso para que a mi cuerpo se le haga más fácil soportarlo.
-Llevas jugados sólo 46 minutos en 11 partidos, luce que estás más afuera que adentro de la rotación de Tony Bennett. ¿Cómo tomás esa situación?
-Sí, el coach está usando una rotación corta, pese a que hay muchos chicos que podemos jugar. La verdad es que sólo estoy entrando cuando perdemos o ganamos por mucho. Al principio me costó, lo pensé, por qué me pasa esto, pero luego entendí que recién estoy volviendo de otra lesión y que tenemos un pivote que es súper talentoso como Jay Huff, un 2m16 atlético que la tira de todos lados y salta como canguro. El toma mayoría de los minutos y atrás venimos yo y Kadin (Shedrick, ala pivote de 2m05). Por ahora es así.
-Encima la ofensiva de Bennett es más que nunca de cinco jugadores abiertos y eso te deja relegado, un poco por tu range de tiro y otro poco por tu movilidad. ¿Es así?
-Definitivamente está jugando esa ofensiva. Es la principal y eso deja menos lugar para los pivotes. Y esa ofensiva, está claro, es para Huff, a mí no me va bien. Pero, bueno, trato de trabajar para ir cambiando esa realidad.
-Hasta hace cinco años, tu talla, físico y características eran ideales para el básquet pero el juego cambió drásticamente y los pivotes ‘naturales’, altos y fuertes ya no tienen tanta importancia en un sistema de moda más vertical, con total preponderancia de los tiradores. ¿Cómo llevás ese tema?
-Es verdad. Yo no mejoré mi tiro antes porque no lo necesité. Usando mi cuerpo y otros recursos podía desequilibrar. Y eso cambió en estos años. Ahora juegan o tienen más chances son los que tienen lanzamiento externo. Por eso estoy tratando de mejorar en eso. Cuando pude entrenar, lo hice. Y mi tiro está mucho que antes. Mi objetivo, igual, es mantener mi esencia, la de pivote natural, que juega cerca del aro, pero que a la vez tenga un mejor tiro. A eso quiero llegar cuando se vaya Huff, que está en su último año universitario.
-¿Te dijeron que tus chances crecerán cuando eso pase?
-Sí, básicamente me dijeron eso, que me prepare bien para el año que viene.
-El equipo está preclasificado N° 18 en la nación y con marca de 9-2. ¿Cuál es el objetivo? ¿Está el potencial de ir por todo?
-Sí, perdimos sólo un partido que no debíamos y luego hemos estado muy bien. El equipo es muy bueno y si llegamos bien a marzo, el título puede ser un objetivo alcanzable.
-Y lo académico, en tu caso, ¿cómo anda?
-Bien, ahora estamos en un receso, pero lo llevo muy bien. Estoy estudiando una carrera principal como Global Social Commerce, relacionada a los negocios, y luego Minors, especialidades de emprendedor, como castellano y entrenador de chicos. Académicamente te ayudan mucho y los entrenadores le dan mucha importancia al estudio. Al menos acá viene primero que el básquet. Incluso hubo una vez que un compañero no terminó trabajo y no pudo entrenarse.
-Vayamos a la Selección. Hace un año fuiste citado para el proceso Mundial pero no pudiste ir por superposición de fechas. ¿Cómo fue esa situación?
-Fue, más que nada, una decisión mía. Virginia me dio su opinión, pero me dejó definirlo a mí, porque sabía lo importante que era. Yo pensé que, con 19 años, tendría otras oportunidades, que era el momento de entrenar y concentrarme en mi ciclo universitario. Lo vi de esa forma, también lo charlé con mi familia. Nadie me obligó a tomar esa determinación.
-¿Cómo viviste todo lo que vino después, con la medalla de oro en Lima y el subcampeonato en el Mundial? Porque tal vez podrías haber estado.
-Fue impactante. Vi casi todos los partidos, sobre todo porque estaba mi hermano (Agustín). Fue un orgullo verlo, aunque no haya jugado tanto. Lo mismo que lo lograron los chicos… Pero no es que pensé ‘lástima que no tomé la decisión de ir a la preselección’. No soy de mirar el pasado y decir pude haber hecho esto o lo otro. Hubiese sido increíble estar ahí, con mi hermano. Pero ya está, pienso para adelante.
-Ahora se viene Tokio, si la pandemia lo permite. Y se especula sobre si seguirán los mismos 12 o habrá cambios en el plantel, teniendo en cuenta el gran nivel de varios que no fueron a China. ¿Te genera ilusión o lo ves difícil?
-Yo siento que no voy a estar citado, porque no estuve en el proceso anterior ni tuve la oportunidad de mostrarme en estas temporadas. Es muy difícil, por las lesiones que sufrí y la falta de minutos. Realmente no veo chance de que me llamen. Hoy en día al menos. Si cambia mi situación deportiva o si deciden citarme, voy a ir y tratar de dar lo mejor de mí. Pero realmente no estoy pensando en eso ahora mismo.