Pato cuenta cómo afronta la nueva lesión en Lituania y detalla el proceso mental para superar la crisis que lo tuvo pensando en largar todo. La rehabilitación, la vida en Lituania y su meta-sueño olímpico.
Si alguno de ustedes cree que encontrará al protagonista de esta nota devastado por una nueva lesión, con desesperanza o cansancio tras una seguidilla de problemas físicos que lo mantienen lejos de las canchas en el mejor momento de su carrera, se equivoca. Al contrario. Pese a todas las dificultades, a Patricio Garino se lo escucha feliz, tranquilo, disfrutando de lo que puede, haciendo lo que debe para volver y sin hacerse problema por lo que no puede controlar.
“Me siento muy tranquilo, sin presión ni ansiedades, motivado para volver a jugar tras un año, pero sabiendo que haber descubierto ese problema en el cartílago hará que la recuperación sea más lenta y que debo ir paso a paso. Tengo el apoyo de mi mujer, mi familia y del club, que se ha portado muy bien. No me pongo ninguna mochila como antes. Hice un click y hoy mi cabeza está de otra forma”, cuenta el marplatense desde Kaunas, en una larga charla con
Prensa CABB en la que pasó por todos los temas: las lesiones, el proceso mental y de maduración que atravesó, la vida en una desconocida Lituania, los hermosos recuerdos del Mundial y la ilusión que hay para Tokio 2021.
El tono del alero refleja una paz interior que no disfrutaba años atrás.
“No sé si decir que llegué a odiar el básquet, porque es una palabra muy fuerte, pero sí es verdad que se había transformado en un trabajo que no me hacía feliz. Ya no disfrutaba, estaba todo robótico, sufría los entrenamientos y los partidos, sobre todo si perdía. Y si ganaba eran minutos de disfrute y luego otra vez volver a empezar… Por eso consideré dejarlo. Hoy ya no me rondan esos pensamientos, pero sigo trabajando en el cambio. El click mental no se dio de un día para el otro. Resultó un proceso que incluyó a mi mujer, a mi familia, a mi psicólogo, un equipo que fue importante en este proceso de redescubrir por qué había sido feliz en una cancha y ya no lo era… Y creo que el puntapié fueron esos meses con mis hermanos de la Selección. En ese período hasta el Mundial recordé por qué amaba el básquet y todo lo que he disfrutado en una cancha. Y eso no quiero perderlo. Por eso intento seguir motivado, pensando en volver, pero viendo todo desde otra perspectiva. Siento que me saqué presiones que venían conmigo, como había sido tener la chance de jugar en la NBA y no haber tenido la perfomance que quería”, explica el alero.
-Conociendo este cambio mental, ¿te ayudó a tomar de otra forma este nuevo obstáculo? Porque jugar un solo partido en un año no es fácil.
-Totalmente. Mi percepción del deporte y de la vida hoy es totalmente distinta a la de hace dos o tres años atrás. Soy una persona nueva. Estas piedras en el camino y situaciones malas, por así decirles, el carácter y mentalidad que tengo hoy, me ayudaron a crecer como persona, a vivir esta última operación como si fuera algo natural, casi necesario. Imaginate que estoy en un país nuevo, al hospital fui solo, el ir otra vez a un quirófano, luego de volver de a rotura de los ligamentos cruzados… Nada de eso es fácil. Pero recibí mucho apoyo, por ejemplo del club, el técnico y el general manager. Me transmitieron el apoyo, nunca dudaron o pensaron en buscar otra salida o sacarme del equipo. Eso me dio la tranquilidad que me faltaba para afrontar este nuevo obstáculo de la manera que lo siento, sin volverme loco y siendo positivo.
-¿Cuán importante fue tu mujer en este proceso?
-Ella es definitivamente la razón por la que seguí jugando. Si era por mí, regresaba a Argentina y no sé si volvía a jugar. Ella (NdeR: Paula Darrás, hija del reconocido Gabriel, jugador multicampeón con Ferro en los 80). A ella le faltan un par de materias para recibirse de psicóloga pero, más allá de sus conocimiento, lo que hizo fue ponerme los pies en la tierra y decirme ‘basta, hasta acá llegamos, necesitás ayuda profesional’. A mí me costaba pedirla, por orgullo, pero me di cuenta que lo necesitaba, para ver todo el contexto y tomar una decisión con todos los elementos.
-Parece que la vida te está poniendo a prueba. Hace días hablaba con Delfino y él mismo decía que estuvo tres años entre un quirófano, un sofá y una cama, hasta el padre le aconsejaba que se retire y mirá lo que vive ahora, a los 38 años. ¿Hablaste con él, te inspira un caso así?
-He hablado con él, pero no de eso… No me sale, no me gusta joderlo, como me pasa con Luis (Scola), Manu (Ginóbili) o Pablo (Prigioni), ídolos de mi infancia que ya me ayudan demasiado. Volviendo a Carlos, la verdad es que lo tengo como un ejemplo a seguir. Es un referente cuando en mi cabeza he tenido el pensamiento de por qué seguir con esta miseria. Entendí que estas situaciones te construyen como persona y ver casos como el de Carlos me alientan un montón. El, además del increíble talento natural que siempre tuvo y de todo lo que logró, hoy es la imagen de un guerrero, por cómo superó todo lo que le tocó vivir. Ojalá cuando hablen de mí en el futuro me vean como un luchador, que peleó por lo que quiere. Pero sí, hoy su caso, lo que vive hoy luego de tanto sufrimiento, me ayuda a seguir, me deja claro que no es imposible volver a disfrutar pese a tener lesiones graves. Más veces de la que pasó él por el quirófano no hay (
NdeR: siete) y hoy está disfrutando a un alto nivel. Deja claro que se puede.
-Y, yendo a lo específico de la lesión, ¿cómo viene la rehabilitación y para cuándo ves posible tu regreso, si se puede determinar hoy en día?
-Hoy en día es imposible poner una fecha. El haber encontrado el problema en los cartílagos hizo que me dieran un margen muy amplio de recuperación: entre tres meses y un año. Por eso no me vuelvo loco. Quiero hacer una recuperación lógica para volver en el momento adecuado. Todo dependerá de la rodilla. Hoy vengo en los tiempos esperados, más que nada haciendo gym y ganando fuerza en la pierna operada. He trotado un poco, sin saltos, porque primero necesito que, muscularmente, se emparejen las piernas y así no correr riesgos.
Pero, claro, en su vida, no todo son lesiones y momentos ingratos. Pato tiene una vida que ahora disfruta. En Lituania. Con Paula y su perro Moshi. En redes sociales se los ve en fotos disfrutando de los cautivantes paisajes de Kaunas que incluye hasta la nieve.
“Salimos bastante a conocer al aire libre porque, por la cuarentena, los bares y restaurantes están cerrados. Ahora conocimos la nieve lituana y nos divertimos un rato”, cuenta.
-¿Y cómo es tu vida allá? Linda ciudad parece. ¿Qué te ha impactado?
-Nos encantó. No conocía Lituania y Kaunas, apenas el trayecto del hotel a la cancha cada vez que venía a jugar. Pero lo que veía, me gustaba: parecía bastante europea, pintoresca, con historia. Y, cuando llegamos, nos impactó. Pudimos recorrer e incluso ir hasta la playa. Kaunas es muy pintoresca, tiene una peatonal de tres kilómetros, varias iglesias, mucha historia fuerte, hasta de genocidios... Por acá pasaron los nazis, hubo un campo de concentración el cual visitamos y nos impactó por semejante tragedia. Hay mucha cultura para descubrir. Por ejemplo, acá se ha dejado de hablar en ruso y todos manejan el inglés, desde los nenes hasta los abuelos. También nos impactó la variedad de comida. Yo tenía un poco de miedo con eso y nada que ver. Probamos la comida típica y nos gustó.
-Kaunas tiene 350.000 habitantes y gran tradición basquetbolística, casi como puede ser Bahía Blanca acá. La otra Capital del Básquet.
-Sí, lo del básquet es impresionante. Nunca vi algo así. Y eso que aún no viví partidos a cancha llena. Cuando venía con el Baskonia, recuerdo que la gente te ponía los pelos de punta. Porque es un estadio NBA con la pasión de un partido de fútbol nuestro. Además, hay canchitas de básquet en todos lados. Fuimos a 15 plazas y en todas hay una. Y de fútbol creo que vimos una. Acá todos reciben una pelota de básquet cuando nacen, todo lo juegan y, además, todos son altos. Zalgiris es el equipo del país, para bien y para mal. Hay presión, te exigen, pero el apoyo es total.
-Lituania es un país relativamente nuevo y chico (2.800.000 de personas), pero es potencial mundial. Also similar a lo que pasa con Uruguay en el fútbol. Esto que contás explica un poco todo esto, ¿no?
-Si. Es increíble, no sé si hay receta, pero viene de la cultura, de la idiosincracia, de cómo viven el básquet, todo lo que lo juegan y también tiene que ver con una genética muy buena que los ayuda mucho.
-La gran motivación tuya es volver a jugar pero también debe ser Tokio, ¿no?
-Es así. La Selección nunca se me va de la cabeza. Siempre es mi sueño, mi objetivo, es como volver a casa. Pienso más en retornar a la Selección que en estar en Mar del Plata, por ejemplo. Es algo que me motiva día a día. Hoy, está claro, que mi cabeza está en regresar a jugar, dar lo mejor en Zalgiris, pero más vale que todo lo que pasó en China está presente aunque haya pasado más de un año. Siempre lo revivimos, en cada recuerdo, hablando con los chicos, como sea... Nos genera más ganas más que nunca de volver a juntarnos y de encarar este nuevo desafío, nada menos que un Juego Olímpico y luego de salir subcampeones mundiales.
-¿Se te viene a la cabeza algún recuerdo puntual o son muchos cada vez que recordás el Mundial?
-No, son muchos. El cruce con Serbia, la semi con Francia e incluso la misma final con España sigue volviendo. También lo que vivimos en la última cena. O el oro en Lima. Todo te vuelve a la cabeza y es especial.
-Un Juego Olímpico es otro nivel, con los 12 mejores. ¿Sentís que se puede repetir la locura del Mundial, ya siendo el subcampeón del mundo y ya no teniendo a favor el factor sorpresa?
-Ese es el desafío que tenemos. Repetirlo en un Juego Olímpico, donde todo puede pasar. Es un torneo más corto, sin margen de error y en el que no estará el factor sorpresa como decís. No es, como en China, que tal vez no nos conocían tanto o no sabían cómo era enfrentarnos. Deberemos dar un nuevo paso adelante como equipo, afrontar esta situación de que ya nos vieron mundialmente y nos conocen. Tengo la lógica ansiedad de ver cómo se dará la situación, en la que todos saldrán a comernos los tobillos sabiendo quiénes somos. Es una nueva prueba de fuego para el equipo.
-Y hablando de prueba de fuego, te pregunto por Campazzo y la NBA. ¿Cómo sentís que le irá en esta experiencia en la que arranca de cero?
Yo no creo que Facu empiece de cero porque fue uno de los tres mejores jugadores de la Euroliga y, además, en el Mundial demostró estar a la atura de los mejores. Yo creo que, nivel, velocidad y juego, no le va a costar, pero es difícil predecir cuán bien le va a ir. Lo único seguro es que mal no... Yo siento que tiene todas las herramientas, como demostró en el debut para adaptarse lo antes posible: los huevos que pone en la cancha, su capacidad defensiva, lo bien que está físicamente y lo preparado que está mentalmente. Sin dudas nos dará muchas alegrías por mucho tiempo.