Diálogo en vivo entre los dos entrenadores sobre vivencias compartidas cuando el boricua pasó por la Liga Nacional, sus sensaciones como DT, estilo de juego, tendencias y tácticas.
“Eddie era un animal, realmente. Un tirador zurdo que muchas veces era indefendible. Un ejemplo es que en la única temporada que jugó en nuestra Liga Nacional promedió 26 puntos pese a que fue parte de en un gran equipo de Boca que fue subcampeón. Era criminal. Lo sufrí, cuando dirigí a Regatas de San Nicolás y me tocó enfrentarlo en cuartos de final de esta temporada (97/98), pero nunca dejé de admirarlo”. Así arrancó Sergio Hernández la charla de entrenadores que la Confederación Argentina organizó con la Federación de Puerto Rico. Y cuando Casiano, su colega en cuestión, se sumó al vivo de Instagram, seguieron con una anécdota conjunta de aquellos tiempos en que Oveja ya era DT y el boricua, un temible escolta goleador. “Sí, la verdad es que yo era un poquito picante”, aceptó Casiano en medio de su risa contagiosa.
“En aquella serie, Boca arrancó 2-0 ganando bien en casa, en un partido creo que Eddie hizo 41 puntos, y cuando volvimos a San Nicolás, para el tercer juego, Ariel Rodríguez me pidió defender a Eddie. Nunca lo hacía, el Lunguito no hablaba, le decían Mudo, pero esa vez me insistió pese a que yo le dije que era imposible porque Eddie era muy rápido para él y yo quería que él no se matara en defensa porque lo necesitaba mucho en ataque. Peroéel insistió y lo defendió realmente muy bien. Lo dejó en 7/8 puntos… Y cuando terminó el juego, Eddie se acercó al banco y me pidió permiso para hablar con Ariel… Fue, se le acercó y le dijo que era una de las veces que mejor lo habían defendido en su vida. Todos nos sorprendimos porque en la Argentina no estamos acostumbrado a esos gestos… Y eso habla de Eddie. Y de los puertorriqueños, que son pasionales y llevan el básquet en la sangre, pero todo se termina cuando concluye el partido”, relató Hernández para romper el hielo.
Casiano sonrió y tomó la posta.
“Sí, lo recuerdo. Era uno pelado, ¿no? Muy buen jugador. Y recuerdo esa cancha, lo difícil que era ganar. Lo hicimos en el cuarto y nos llevamos la serie, pero me acuerdo que era brava y yo no quería salir porque tenía una sola puerta y ya no había pasado en otra cancha que nos había tirado de todo. Quería que me pasaran a buscar (se ríe)”, rememoró Eddie, que se extendió hablando de aquel gran equipo xeneize que integró.
“Estaba De la Fuente, tremendo jugador, Farabello, Jerome (Mincy), Luis (Villar), Gaby Fernández, un joven Wolwkoyski y ese loco de Paco Festa que no tenía miedo ni freno. Nunca vi algo así (se ríe). Como cuando se quiso pelear con Hernán Montenegro pese a que le sacaba un metro”, agregó mientras soltaba una nueva risotada.
Casiano recordó aquella
“experiencia muy bonita, porque si bien había mucha presión por ganar, era un grupo muy unido y además la pasamos muy bien afuera de la cancha. Recuerdo que fue el último año de Diego Maradona en Boca y yo, cuando terminaba el entrenamiento, me comía ese choripán que tanto me gustaba y me iba a la cancha a ver el fútbol”. Luego aquel escolta anotador no pudo evitar hacer mención también a haber perdido la final con Atenas. “Ese equipo estaba afuera de esa Liga. Tremendo era, con Milanesio, Campana, Oberto, dos grandes extranjeros… Encima nos perjudicó dejar nuestra cancha para ir a jugar la final al Luna Park. Perdimos referencias luego de 10 meses jugando allí. Nos costó, sin poner excusas”, explicó.
Casiano, motivado por la conducción de Hernández, admitió lo que aprendió del básquet argentino en aquella experiencia de un año.
“Allí entendí que el estilo mío no era lo único, que el juego era más que lanzar al aro, que incluía muchas otras facetas, como ver el juego, entenderlo y jugarlo de una forma más pausada. En ese momento yo no sabía mejorar a mis compañeros. Hoy tengo otra mente, ojalá la hubiese tenido antes… Hoy sé que, en los momentos clave, hay que jugar más pausado, buscando los buenos tiros. En Puerto Rico, que jugamos al Run & Gun (Correr y Tirar), lo hacemos así. Pero en Argentina aprendí que no siempre debe ser así”, se sinceró en la charla.
“Yo envidio, realmente, a quienes pudieron vivir las dos experiencias, ser entrenador pero también haber sido un jugador de elite, que yo claramente no fui”. Oveja inició así un nuevo tema para luego preguntarle a su colega sobre las diferencias de ser jugador y entrenador. Casiano dio una interesante respuesta.
“Cuando uno es jugador, se preocupa por uno, por su juego, su cuerpo, su descanso, el rival…. Pero eso cambia totalmente como coach. La estrategia es grupal y hay que vender una idea, una filosofía, a un grupo… El respeto también es distinto con el otro. Cuando sos jugador, tu compañero es tu hermano. En cambio, como técnico, uno debe ser un poco el padre, el ejemplo, el disciplinador. Siento que, hasta cierto punto, me gusta ser más coach, porque es un reto con más presión, mucho mayor. La dificultad que engloba el meterte en la mente del jugador, ver con qué ideas podés llegarle, que te crean y respeten por lo que uno es y sabe. Lo disfruto muchísimo, aunque no puedo decir que no disfruté como jugador”, contó.
-Una característica tuya era la valentía. No le tenías miedo a nada y asumías tu rol de anotador. A vos te pagaban por puntos y asumías la función con alegría. Y si errabas ocho tiros, luego tomabas el noveno. ¿Tenés esa valentía como coach, sos igual de arriesgado?
-Sí, lo soy igual, como sé que vos también lo sos. Acá se nos llama “caripelado”.
-Caradura, ¿no?
-Exacto. Yo soy muy competitivo, a todo, he roto más de un control de Playstation. Y para eso, para ganar, sé que debo arriesgar.
-¿Y cómo fue para vos la transición a ser entrenador? No muchas figuras pueden luego convertirse en un coach exitoso.
-Me costó, lo sufrí… Por ejemplo, yo me retiré a los 36 años y a los 37 ya dirigía. Y me sacaba la camisa en los entrenamientos para jugar 1 vs 1 contra los jugadores. O a ellos les hablaba de mí, me usaba como ejemplo, lo peor que podés hacer. Por suerte, lo fui manejando mejor.
-Otro tema que me interesa es lo que tiene que ver con la filosofía de juego del boricua y su forma de ser. Yo admiro a Puerto Rico, uno de los pocos países en los que el básquet es el deporte N° 1. Allá es cultura, religión, todos entienden de básquet. Pero, a la vez, los escucho a ustedes mismos criticar que no han evolucionado tácticamente en el juego. ¿Esto pasa porque es genético, porque llevan en la sangre esa forma de jugar, o es que no puede aceptar otro juego, o que no les llegó el momento para ese mix que sí ha logrado Argentina?
-Es una mezcla… Yo creo que hay volver a los fundamentos desde categorías menores, a una formación de una nueva filosofía, más rigurosa para que todos estén en la misma página. Antes, teníamos a Piculín (Ortiz), Mincy, Edgar Leon, Ramón Rivas y no necesitábamos cambiar. Porque, con ellos abajo, nos venía bien ese juego de correr y tirar, que es el que vemos en la NBA al estar tan cerca de Estados Unidos. Pero desde aquella época ya casi no tuvimos esos jugadores grandes y entonces ese estilo nos ha hecho más mal que bien, porque no tenemos la genética de USA para jugar siempre así. No sobran los Barea o Arroyo. Entonces, creo que tenemos que volver a educar, a enseñar los fundamentos. Como si fuera la escuela. Incluidos los coaches, que vengan otros coaches, que haya certificaciones teóricas y prácticas. Algunas cosas se han mejorado acá, ahora los chicos juegan sin score hasta los nueve años por ejemplo, pero hay que seguir para que Puerto Rico no renuncie a su adn, a su identidad, pero pueda absorber ese otro juego para ganar.
La charla, luego, mutó más a su lenguaje, al de los entrenadores, a la táctica, a las tendencias mundiales en el juego. Y eso, como toda la charla, pueden encontrarlo en los dos videos que quedaron publicados en nuestra cuenta de Instagram oficial (@cabboficial). Que los disfruten, como cada uno de los que estuvimos una hora escuchando a dos de los mejores y más lúcidos entrenadores de este continente.