Desde su natal Tafí Viejo (Tucumán) hasta su gran presente en Quimsa. El escolta de 25 años relata sus orígenes y señala a su primo, Seba Orresta, como la influencia que lo condujo al básquet desde pequeño.
“De chico, Iván era inquieto, muy activo en todo y estaba siempre alegre, con una sonrisa donde sea que lo veas. Pasábamos muchas horas en el club (Talleres de Tafí Viejo), estábamos todo el tiempo juntos”. Sebastián Orresta, su primo dos años menor y también jugador, fue su espejo, a quien el Tucu quiso imitar en todo desde que ambos crecieron en Tucumán. La ambición de seguir los pasos del actual jugador de Gimnasia de Comodoro llevó a Iván hasta la Liga Nacional, donde hoy se desenvuelve como una de las piezas valiosas de Quimsa, vigente subcampeón intercontinental, campeón de América, del Súper 20 y líder de la Liga Nacional. Un #TalentoDeLiga en alza que hasta se dio el lujo de estar citado por primera vez a una preselección nacional, durante la última ventana clasificatoria a la AmeriCup, pero fue descartado en el último corte.
Para llegar a este gran presente, el escolta de 1m93 y 25 años debió atravesar un largo camino que comenzó cuando sólo tenía cuatro años, con la influencia de Orresta. A la sombra de su primo, construyó la historia que hoy se encuentra escribiendo en la elite del básquet argentino. En su charla con
Prensa CABB, habló de sus orígenes y formación, los desafíos que debió enfrentar en su carrera y el sueño de representar a su país en la Mayor.
-¿Cómo comenzó tu historia ligada al básquet?
-Empezó desde muy chico. Soy de Tafí Viejo, que además de ser la capital del limón, es la capital provincial del básquet. En mi familia se jugaba mucho al cestoball. Más que nada las mujeres, como mi mamá, mi abuela y mis tías. El único que no practicaba cesto o básquet es mi viejo, quien jugaba al fútbol. A mí se me dio por el básquet gracias a Seba Orresta. Tengo muy presente el recuerdo de cómo comenzó todo. Con cuatro años, mis tías y mi mamá me llevaron a ver un partido de Seba y yo me metí a la cancha en medio del partido porque quería jugar. Después entré en los minutos y descansos y la pasé muy bien. Al principio yo agarraba la pelota y la pateaba. De a poco fui aprendiendo que tenía que picarla, pasarla o tirar y me gustó mucho más. Desde ese día me empezó a gustar el básquet y comencé a seguir los pasos de mi primo, algo que hago hasta el día de hoy.
-Ahí fue que empezaste a ir a Talleres. ¿Fuiste siempre al mismo club? ¿Cómo fue tu infancia ahí?
-Claro. Siempre estuve en Talleres. Siendo chico pasé un mes en Juventud Unida, que es el clásico rival de Talleres en Tafí, pero nada más. Vivía a una cuadra y media del club, así que estaba todo el día ahí. Desde los seis o siete años, salía de la escuela a las 12:30 y me metía en el club. Nos colgábamos de los aros, sacábamos limones y hasta nísperos. Llegaba a casa a las dos de la tarde y mi vieja me decía de todo porque no sabía dónde andaba. Fue una época muy linda en la que hice muchos amigos.
-¿Y las inferiores? ¿Cómo fue tu formación en Talleres?
-Con Seba vivíamos adentro del club y practicábamos todo el día. Entrenábamos con nuestra categoría a las tres de la tarde y volvíamos a casa a las diez y media. Nos quedábamos con la U17, la U19 y hasta la Primera. Yo no sentía cansancio, me encantaba hacerlo. Por ahí ni me tocaba entrenar y yo me quedaba igual en el banco de suplentes esperando a que me llamaran. Varias veces pasó que Mario Vildoza, papá de Leandro (jugador de Regatas), quien dirigía a la Mayor, me pedía que ayudara a pasar la pelota. Yo siempre estaba ahí. Y si bien Mario no me tenía tanto en cuenta, porque era muy chico, siempre que veía un espacio me llamaba. Yo tenía las zapatillas listas y le decía que sí. Fueron momentos muy lindos que me encanta recordar.
-¿En qué momento te diste cuenta de que querías ser un basquetbolista profesional?
-Cuando estaba en U13 y me eligen por primera vez para el seleccionado de Tucumán. Soñaba con llegar al nivel más alto del país. Ya a los 15 años me quería ir de mi casa a jugar en un nivel superior. Sentía que en Tucumán no iba a crecer más y quería seguir los pasos de Seba que se había ido a Lanús (en 2010). Dedicarme a esto, como mi primo, era mi sueño. Como dije antes, yo siempre lo veía y quería jugar como él.
-¿Y cuándo entendiste que ibas a lograr ese sueño?
-Creo que fue cuando integré el plantel de Talleres en el Torneo Federal. Compartí equipo con muchos jugadores que estuvieron en la Liga, como José Muruaga y Sergio Alé, quienes me guiaron viendo que tenía condiciones. Lo tuve como PF a Mario Mouche, con quien compartí una pretemporada. Me corrigió muchas cosas y me entrenó para poder competir en el Federal. Ellos me ayudaron a que se me abra la cabeza y entienda cómo es vivir del básquet.
-Ya contaste que tu primo era tu referente. ¿Cómo era la relación que tenían de chicos?
-Con Seba compartíamos mucho pero también éramos muy competitivos. Jugábamos uno contra uno y si había algún amigo más jugábamos entre todos, pero casi siempre íbamos enfrentados. Terminábamos a las peleas porque éramos chicos y siempre queríamos ganar. Tuve un entrenador que me marcó mucho y le decía a mi mamá que iba a ser mejor que Seba. En Talleres jugamos juntos mucho tiempo. Yo siendo chico jugaba el torneo local de Mayores, así que compartimos mucho. Cuando yo me voy a Lanús coincidimos un rato, pero duró muy poco porque lo transfirieron a Estudiantes de Concordia.
-Como mencionaste, con 18 años se te dio la oportunidad de dejar tu casa y sumarte a Lanús con tu primo. ¿Se te hizo difícil el desarraigo?
-Fue duro. Sin dudas el mayor desafío que viví para llegar a donde estoy hoy, por fuera del esfuerzo que uno hace en entrenar y mejorar día a día. La primera semana me costaba dormir, me ponía muy triste. Yo soy muy mamero y pensar que ya no la iba a tener a mi mamá encima me ponía mal. Contar con Seba en ese momento me ayudó mucho. A medida que fue pasando el tiempo me fui adaptando. Cuando empecé a entrenar con la Liga Nacional a la tarde, además de la Liga de Desarrollo por la mañana, estaba todo el día en el club y no tenía tanto tiempo para pensar en mi familia. Tenía mi cabeza ocupada con el básquet casi las 24 horas. Pero haber contado con Seba para que me guiara en ese nuevo comienzo fue muy importante para mí.
-¿En algún momento hubo otro deporte u otra profesión que te llame la atención y te haya hecho dudar del básquet?
-Nunca se me pasó por la cabeza otra cosa que no sea el básquet, porque es lo que me gusta y lo tengo definido desde hace muchos años. Lo único que se me ocurrió en un momento, como plan b en caso de que no se me diera, es ser profesor de inglés. De hecho, es lo que estoy estudiando. Sirve mucho para el básquet también, es una herramienta más. Es bueno tener otra cosa en caso de que pase algo o cuando me retire. Falta mucho para que eso pase, y también puede que siga ligado al básquet desde otro lado que no sea como jugador, pero hay que tener una segunda opción.
-Metiéndonos un poco en la actualidad, el momento que vivís con Quimsa parece soñado. Campeones de América, del Súper 20 y punteros de la Liga. ¿Imaginabas algo así cuando firmaste con ellos?
-Si bien sabía del proyecto de Quimsa, cuando vine no me imaginaba vivir todo esto. Somos un equipo que se armó muy bien, para pelear arriba en todos los frentes. Ganar la Champions fue algo increíble, más después de estar siete meses parados. Ya era una alegría volver a jugar y hacer lo que nos gusta. Salir campeones de América fue algo único. Hace poco se nos dio el Súper 20, en una final muy dura con San Martín. Por suerte pudimos sacar el pecho y ganar otro título. En la Intercontinental lo dimos todo, estuvimos a dos bolas en un momento y nos quedamos ahí. Es muy lindo todo lo que he vivido hasta ahora. Además, siento que vamos por buen camino para conseguir más cosas.
-¿Qué cualidades o características creés que hacen de Quimsa un equipo candidato a ganar todo lo que juega?
-Tenemos un plantel muy completo y competitivo. También destaco el compromiso que compartimos entre todos, jugadores y cuerpo técnico. Seba consigue que juguemos todos, con una rotación larga que le hace muy bien al equipo. Los titulares están muy bien respaldados por una segunda unidad que juega muchos minutos y siempre responde. Con Franco Baralle, Trevor Gaskins, Brian Carabalí y ahora que se sumaron Coco (Mainoldi) e Ismael (Romero) siento que le damos una mano grande al equipo. Tenemos nuestra figura que es Brandon (Robinson). Sabemos que entre todos podemos conseguir grandes cosas, como ya lo hemos hecho. Tenemos muy en mente la Champions y la Liga.
-Estuviste en la convocatoria para la última ventana con la Selección, pero no pasaste el último corte. ¿Cómo lo tomaste? ¿Te ilusiona la posibilidad de tener revancha y debutar con la Mayor?
-Yo creía que iba a ser un golpe duro, pero no fue tan así. Rara vez sufrí un corte en selecciones nacionales o provinciales en formativas, por lo que no tenía idea de cómo me iba a sentir. Lejos estuve de sentir un bajón o pensar en que esto es todo a lo que puedo aspirar. Estuve un poco triste porque quería estar ahí, por supuesto, pero también me quedo contento y agradecido por la oportunidad que tuve de entrenar con la Selección. No me esperaba que me llamaran ni entre los 15, la verdad. Sueño con estar en otra convocatoria y quedar entre los 12. La Mayor es algo diferente a todo. Trabajo todos los días con ese sueño en la cabeza. Ojalá se dé pronto. Y si no, seguiré disfrutando de jugar al básquet como lo he hecho siempre.
-¿Qué es lo más lindo que te pasó gracias al básquet?
-Haber hecho muchos amigos. He compartido momentos muy lindos jugando con familiares, amigos y vecinos. Salí campeón con muchos de ellos en Talleres. Fui parte de una camada en la que jugamos juntos desde muy chicos hasta juveniles. Guardo grandes recuerdos de los viajes y comidas que compartimos. También haber jugado con mi primo en la máxima categoría del básquet argentino, cuando coincidimos en Ferro (2018-19). Fue algo increíble que disfruté mucho. Siempre lo hablo con Seba y los dos coincidimos en que nos encantaría volver a compartir toda una temporada. Para mí él fue -y es- alguien muy importante en mi carrera.