El Escopetero repasa sus mágicos 8 años en la Selección. Partidos, jugadas y torneos épicos de un goleador excelso capaz de desairar a Jordan y meterle 27 puntos al Dream Team. Opina lo que le faltó a su camada
“Muchos me dicen que soy el mejor tirador de la historia de la Liga Nacional y hasta de la Selección, y realmente me genera un orgullo muy grande. Sólo puedo decir que lo que hice fue con un amor incondicional hacia nuestra camiseta y que luego de disfrutar de la Generación Dorada y de esta nueva camada increíble de jugadores, siento que puse mi granito de arena para lo que vino después, para que en el mundo se supiera que el argentino tenía ganas, clase y pasión”. Juan Alberto Espil habla con convicción y emoción. Siente lo que dice. Como sentía la pelota salir de sus manos hacia las redes. Con una fluidez, naturalidad y calidad que cautivaba hasta al hincha más frío. Pero, claro, el Escopetero fue mucho más que eso. Es verdad que se recuerda como un goleador devastador, capaz de hacer una de las jugadas más icónicas de nuestra historia (aquella ante Michael Jordan en el Preolímpico 92), de meterle 27 puntos a un Dream Team, de ser cuarto goleador de un Juego Olímpico (22.6 en Atlanta 96) o el MVP de un Premundial (Puerto Rico 93), pero el bahiense se transformó en un jugador completo en Europa y mantuvo una vigencia pocas veces vista, jugando en la Liga Nacional hasta los 44 años. Espil habló con
Prensa CABB para repasar su gran carrera en la Selección, que incluyó 12 torneos en ocho años, con 90 partidos, un promedio de 16.4 puntos y un título (Panamericanos 95).
-¿Qué recordás de tu primera citación a la Selección Mayor?
-Recuerdo la emoción. Yo tenía 23 años y recién terminaba la Liga Nacional 90/91, con Estudiantes de Bahía habíamos perdido la final contra GEPU… Yo había jugado muy bien, pero nunca me imaginé que me iban a citar, porque había grandísimos jugadores en mi posición y yo era bastante nuevo en la Liga, habiendo terminado mi tercera temporada. Recuerdo que me lo transmitió Juanqui Alonso, que era el asistente de Estudiantes. Y cuando me lo dijo, fue una emoción tremenda, impresionante. Era el sueño del pibe que se hacía realidad. Luego, además, tuve la suerte de quedar entre los 12 porque Pichi (Campana) renunció. Los escoltas para este Sudamericano en Venezuela fuimos Ariel Bernardini y yo.
-¿Y cómo fue ese primer torneo con la Selección?
-Recuerdo que fui con la expectativa de crecer, sabiendo que iba a jugar poco y me encontré con dos cosas. Por un lado, la realidad que sería una constante en esos años: preparaciones malas, largas, con pocos amistosos y con países de la región que no nos daban ese roce o salto de calidad. Y, por otro lado, con que una cosa era la Liga Nacional y otra el nivel de Selección, con un ritmo distinto y sobre todo una importancia del tema físico que hasta ahí yo desconocía. Escuché, aprendí y también recuerdo que tuve algún que otro partido interesante que me sirvió para la confianza.
-¿Cuáles notaste que eran las diferencias con nuestra Liga Nacional?
-En lo físico y en el tiempo de ejecución. Yo, en la Liga, tenía más libertades y en el ámbito internacional contaba con mucho menos tiempo para pensar y ejecutar, sobre todo para armar mi tiro. También había otro scouting. Todas cosas que tuve que ir ajustando pero siempre teniendo la certeza que jugar contra los mejores me iba a convertir en un mejor jugador.
-Al otro año de tu debut, en el 92, te encontraste jugando el ya mítico Preolímpico de Portland, buscando la clasificación para los Juegos Olímpicos de Barcelona y enfrentando a leyendas como los NBA.
-Sí, fue una locura ese torneo y lo atesoro como uno de los grandes recuerdos de mi carrera. Yo tenía 24 y fue una gran experiencia. Tal vez haya sido el torneo que más disfruté en mi carrera, sobre todo por haber jugado contra el Dream Team original. Un sueño hecho realidad para mí, sobre todo enfrentarlo en aquella época de otras tecnologías. Nosotros los veíamos por TV y era enfrentar a mitos vivientes. Fue memorable. Y recuerdo que lo disfrutamos mucho. Yo lo llevo grabado dentro de mí, aquel partido tuvo una de las mejores sensaciones como jugador. En esa época, está claro, era imposible competir, estábamos muy lejos en lo físico, pero nos quedaron las historias para contar, las fotos, las camisetas y, en mi caso, aquella gran jugada ante Jordan que no la olvidaré jamás.
-Este año, con la emisión de The Last Dance, la debés haber recordado nuevamente como si fuera ayer, ¿no?
-Sí, así fue. Hoy tengo la suerte de verla todo los días, porque hay un poster gigante en mi casa y ya no tengo dudas de que fue la mejor jugada de mi vida, por todo lo que significaba en ese momento y por haberla hecho ante el mejor jugador de la historia. Fue una sensación hermosa, pero en ese momento no le di tanta importancia. Recién al final del partido, cuando Magic (Johnson) vino a felicitarme y me dijo que había sido una jugada NBA, me cayó un poco la ficha de lo que había hecho. Compartir la cancha con esos monstruos fue algo inédito. Imaginate haber conseguido hacer una buena jugada que no todos pudieron hacer... Lo recuerdo con mucho orgullo.
-Paso a paso, ¿cómo recordás la acción?
-Cuando tomo la pelota y salgo corriendo hacia el otro aro lo veo a Jordan en el otro lado de la cancha que empieza a cruzar la cancha para ir a mi encuentro. Y yo pensé ‘uy, me va a meter un tapón’. La gente, recuerdo, empezó a murmurar con un “uuuuuuhh”, como prediciendo la tapa. Entonces digo ‘este no me va a tapar ni loco’ y empecé a hacer el doble paso lejos de aro. Cuando saltó buscando taparme, yo la tiré bien para arriba para evitarlo y Jordan casi se golpea la cabeza con el aro. La pelota entró limpita y recuerdo la reacción de sorpresa de la gente...
-¿Por qué pensás que aquel equipo nacional, con tantas figuras de la Liga, no logró la clasificación para Barcelona?
-No se logra clasificación porque Argentina, si bien cada año crecía y era competitiva con todos, nunca terminó de formar un gran equipo. Siempre estábamos ahí, hacíamos algunos muy buenos partidos pero nos costaba, faltaba regularidad. Eran años complicados en los que sufríamos siempre los mismos problemas, sobre todo en la previa, con concentraciones extensas, muchas fallas de logística y organización… No había infraestructura, tampoco buenos amistosos y cuando llegabas al torneo, te chocabas con otra realidad. Y así era que, cada torneo, siempre nos faltaba un paso más para lograr objetivos ambiciosos.
-Al otro año llega el Premundial de Puerto Rico y vos tenés un torneo épico. Le metiste 28 puntos a Puerto Rico, 26 a Estados Unidos, 25 a Venezuela, 23 a Canadá y, como si fuera poco, 37 a Cuba y 43 a Brasil, con 8-13 triples, en lo que fue la primera victoria ante los brasileños en 13 años. Fuiste el MVP y Argentina se clasificó para el Mundial 94.
-Sí, tal cual, tuve un grandísimo torneo, uno de mis mejores torneos con la Selección. Y hasta los puertorriqueños me lo hacían saber. Allá el básquet es una pasión y recuerdo que la gente me paraba en la calle para felicitarme. Como equipo tuvimos una gran actuación, ganando cinco de siete partidos, y perdiendo con Estados Unidos en semi luego de un suplementario. La victoria contra Brasil por el bronce también fue muy importante y recuerdo que en el podíamos festejamos más que el campeón (se ríe). Para mí, además, fue muy emotivo porque mi papá estaba enfermo y fue el último torneo mío que vio antes de fallecer…
-Luego llegó el Mundial 94, con un octavo puesto, y el gran 1995, con el oro panamericano y la clasificación olímpica para Atlanta.
-Sí, en el Mundial 94 hicimos un gran torneo. Recuerdo que le ganamos a España, fuimos competitivos en casi todos los partidos, ratificamos que estábamos en crecimiento. Y luego llegó el 95. Primero, los Panamericanos, que fue muy especial, porque lo ganamos en casa, jugando a estadio repleto. Una medalla de oro en casa siempre es inolvidable. Yo recuerdo que sufrí un esguince de tobillo importante en un amistoso y jugué todo ese torneo con mucho dolor. Pero, por suerte, lo pude aguantar y aportar lo mío.
-Luego llegaron los Juegos de Atlanta 96, con algunas actuaciones tuyas, incluso del equipo, para la historia. Los 27 puntos al Dream Team aún se recuerdan, como el triunfo ante la Lituania de Sabonis y Marciulonis…
-Sí, ese fue mi mejor torneo, más que nada por lo que significa un Juego Olímpico, por enfrentar a los mejores de los mejores. Creo que fui el cuarto goleador, enfrentando a jugadores que ya había soñaba conocer alguna vez. Le ganamos a la Lituania de Sabonis, pero lamentablemente se nos lesiona (Marcelo) Nicola y perdemos con China, por una zona que nos complicó la clasificación. Era una época en la que se empezaba a hablar de Argentina. Recuerdo que en ese torneo jugamos un básquet muy bueno y nos quedamos cerca de la ronda final. Lo del Dream Team fue espectacular porque el primer tiempo terminamos sólo dos puntos abajo y yo hice 20 puntos. Me empezó defendiendo Reggie Miller, lo quitaron, pusieron a Mitch Richmond, lo sacaron y terminaron designando a (Scottie) Pippen. Incluso me quedó un recuerdo suyo (se ríe): me clavó una uña en el brazo y me dejó cicatriz. No es fácil anotarles 27 puntos a esos jugadores, me quedó todo grabado. Provoqué faltas, tiré muchos libres y pude hacer grandes jugadas. Recuerdo un back pick para el Colo Wolkowyski qye terminó en volcada. Lo disfrutamos y competimos de igual a igual por largos ratos.
-¿Y qué le faltó a esa Selección para terminar de hacer historia?
-Físicamente nunca fuimos los mejores y, para hacer historia en un torneo, teníamos que hacer grandes juegos, cada noche, haciendo un scouting perfecto y cumpliéndolo al pie de la letra. Para ponerte un ejemplo, la mediacancha que yo formaba con Marcelo (Milanesio): jugábamos bien, teníamos buena mano y creábamos espacios, que aprovechábamos muy bien, pero físicamente nos costaba, lo mismo que la defensa. Y eso no nos dejaba ser regulares. La falta de competencia y de roce, el no tener amistosos contra equipos poderosos, se notaba. Porque encima nosotros jugábamos con menos jugadores y se sentía más el desgaste.
-También se habló de una desunión en el grupo que jugaba en contra.
-Había diferencia, pero no pienso que haya sido una desunión. O que haya sido para tanto. Lo que pasaba es que algunos que venían de afuera, lo hacían con otra mentalidad. Me acuerdo que Nicola se quejaba mucho pero tenía razón. Yo lo viví después, cuando fui a Europa. Marcelo llegaba con la mentalidad europea y se encontraban con cosas obsoletas y ridículas en nuestra Selección. Cuando yo me fui a España, luego de Atlanta 96, me acordé de Nicola. Tenía razón. También sucedía que nosotros disputábamos una Liga muy larga y los que jugábamos la final terminábamos muertos: teníamos tres días libres y empezábamos una preparación de dos meses para un torneo. Se hacía muy largo.
-¿Qué recuerdos tenés del Mundial 98? Hubo un mix de generaciones y otra vez se estuvo cerca del gran golpe.
-Sí, me acuerdo que se unieron Manu y Pepe, y nos vino muy bien. Cuando ellos entraban, el equipo era otro, volaba, era un avión. Se notaba que serían parte importante del futuro. Y al torneo lo recuerdo como muy bueno: le ganamos a Australia y luego estuvimos a tiro de vencer a Yugoslavia en cuartos de final. Djordjevic metió un triple muy importante en un momento que nosotros estábamos amenazando.
-El Preolímpico 99 fue el último tuyo, otro gran torneo en el que la nueva camada empezó a tomar las riendas del equipo y se quedó a las puertas de lograr uno de los dos boletos olímpicos para Sydney.
-Sí, otro gran torneo. Recuerdo que yo ya tenía decidido no jugar más y en el vestuario les dije a mis compañeros que el próximo torneo lo vería por TV. Ya venía cansado, no había parado por años. Ese equipo fue espectacular, fresco, dinámico, ganamos siete de diez partidos y quedamos cerca de clasificarnos a Sydney. Se veía venir el potencial de la nueva camada.
-En el 2002 estuviste en la previa del Mundial, incluso en la concentración de Colón y una mañana te fuiste, renunciando. No pocos se quedaron pensando que lo podría haber sido ese equipo con tu tiro. ¿Qué pasó?
-Sí, es verdad. Tuve temas personales y decidí irme. Cuando me fui, lo hice pensando en volver a la concentración, pero al final no lo hice y me autoexcluí de la Selección. Podría haber ido, incluso haber sido útil, pero prioricé otra cosas, lo familiar en aquel caso, que sentía era más importante. Yo ya había hecho lo mío en la Selección y estaba orgulloso. No siento que me haya faltado nada.