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Faggiano, el embajador que con trabajo y constancia sigue cumpliendo sueños

Viernes, 03 de Septiembre de 2021 / Publicado en Argentinos en el exterior
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El experimentado jugador que hizo su debut en Europa con 31 años y llegó a vestir la camiseta de la Selección atravesará una nueva experiencia en el Movistar Estudiantes. Una entrevista a corazón abierto.

Un paso a la vez, firme y seguro. Así ha sido la carrera de Lucas Faggiano, el prolijo y perseverante armador de 32 años. Su impactante nivel en aquel San Martín de Corrientes que consiguiera el Súper 20 en 2017 lo llevó a ser citado a la Selección durante las eliminatorias para el Mundial de China 2019. De la mano de Sergio Hernández, se dio el lujo de enfrentar a Puerto Rico, México y Estados Unidos en dos ocasiones. Y más de dos años después de su última convocatoria, se ilusiona con ser considerado nuevamente cuando Argentina encare, a fines de noviembre, las primeras Ventanas clasificatorias al Mundial 2023. “Mi trayectoria no fue a una velocidad tan rápida como otras, pero sí a paso firme y constante, elevando mi nivel y mi techo cada año”, reflexiona en retrospectiva.

Luego de su estadía en el Gipuzkoa de Marcelo Nicola en la ACB, afrontará una nueva aventura vistiendo la camiseta del Movistar Estudiantes, que por primera vez en su historia disputará la LEB Oro y buscará regresar rápidamente a la elite española. El humilde club de San Sebastián tampoco pudo evitar el descenso aunque el bahiense aprovechó su debut europeo al promediar 7.7 puntos, 3.4 asistencias y 2.1 rebotes en 24 minutos por partido.

Con esfuerzo constante, actitud resiliente y paulatino crecimiento en su juego, Lucas ha sido capaz de sobreponerse a las adversidades y demostrar que las oportunidades llegan para quienes son pacientes y realmente trabajan por ellas. Desde su nuevo hogar en Madrid, Faggiano le responde a Prensa CAB acerca de su próximo desafío deportivo, pero también sobre su lado más personal. La admiración por su padre Jorge, su desarrollo en la capital del básquet, la influencia del DT Sebastián González y los detalles de su excursión por el viejo continente son tan sólo algunos de los temas abordados. Como en la cancha, el base controló los tiempos, repartió recuerdos, trasladó pensamientos y cerró la conversación con un cálido mensaje de vida.

-Tu padre tomó una pelota recién a los 11, pero tu caso fue diferente, ¿no? ¿Alguna vez significó una presión ser hijo de un símbolo de Estudiantes y hasta jugador de Selección?

-Mi primer contacto con la pelota fue de tan chico que no tengo un recuerdo puntual. Mientras mi papá jugaba, yo andaba siempre por el club, desde los 3 años. Él jugó hasta el 97, donde yo tenía 8 y estaba en las inferiores del club Estudiantes. Pero siempre que alguien me mencionaba como ‘el hijo de Jorge’, lo tomaba como un reconocimiento hacia él, y eso me generaba orgullo. En los partidos, nunca fue de hablar mucho. Si me tenía que hacer algún comentario, lo hacía al día siguiente, siempre fue muy tranquilo. Además, tenemos físicos distintos y nos tocó jugar en posiciones diferentes, entonces la comparación era difícil, por eso nunca me pesó el apellido.

-¿Son de hablar mucho de básquet? Jorge supo jugar, por caso, contra Michael Jordan y el ‘Almirante’ Robinson en Juveniles. Debió haber tenido mucho para contarte…

-De chico le pregunté todo, sobre esas anécdotas, sus primeras ligas, los clásicos bahienses entre Estudiantes y Olimpo. Luego, pasamos a conversar sobre mi juego. Y ahora, hablamos sobre cuestiones generales del básquet, porque a ambos nos encanta, entonces comentamos partidos de la NBA, de La Liga o de la Selección.

-¿Cómo fue crecer en un lugar tan emblemático como Bahía Blanca? Allí no sólo te desarrollaste, también atravesaste tus primeras temporadas como profesional.

-Bahía tiene algo especial, se respira básquet, hay una cultura muy arraigada y tradicional de este deporte. Te diría que de diez bahienses, ocho seguramente lo practicaron en algún momento de su vida. En una ciudad de 300.000 habitantes, no es normal tener más de 20 clubes de básquet. Lo he comentado en España o Brasil, y no lo pueden creer. Entonces, al haberme criado en un lugar así, y con una familia basquetbolera, no tenía muchas opciones… (Se ríe). Nadie me obligó, pero era lo natural, y me siento un afortunado por ello.

-En tu Instagram, por ejemplo, tenés una foto de muy pequeño junto a una leyenda bahiense como Manu, cuando hacía sus primeras armas en la Mayor.

-Sí, fue en el Sudamericano del 99, en cancha de Estudiantes. Me saqué fotos con Manu, Pepe, Puma, con todos. Casualmente, ese torneo lo gana Brasil y su base era Demetrius, quien 20 años después me terminó dirigiendo en Bauru. Le conté que estuve ahí y no lo podía creer…

-Vayamos a tu carrera. Tras tu paso por Boca, obtuviste La Liga con San Lorenzo, pero en San Martín ganaste un rol protagónico y alcanzaste un nivel tremendo. De todos tus años en la LNB, ¿en Corrientes se vio tu mejor versión?

-Creo que sí, por varios factores. Anteriormente, priorizaba jugar en clubes grandes y competir por el campeonato, aun siendo suplente. Pero opté por ir a San Martín, donde tendría el protagonismo que sentía necesario y en un club que también pelearía arriba. A eso, se sumó un gran equipo y un entrenador como Seba González (NdeR: actual DT de Quimsa), el que más influyó en mí en la LNB. El club y los jugadores fuimos creciendo a la par, hasta que ganamos el primer título para la institución, fue un momento hermoso y encima con uno de mis mejores partidos desde que soy profesional.

-¿De qué manera Influyó el coach Sebastián González en tu despegue?

-Confió en mí plenamente, me confirmó como base titular por primera vez en mi carrera, lo cual fue un respaldo enorme. Ya me sentía respetado, pero ese año di un salto grande, pasé de ser suplente a comandar un equipo que jugaba finales. A la vez, teníamos una relación muy linda y transparente. Cuando tenés esa química con tu entrenador es todo más fácil, y eso se vio reflejado en la cancha, porque jugaba con libertad y las cosas fluían de manera natural.

-¿Cómo viviste los juegos con la Selección? ¿Qué sensaciones te quedaron de vestir la albiceleste?

-El momento de mi debut en La Rioja frente a USA, lo pongo en el top de mi carrera, más allá de cualquier título. Son sensaciones increíbles, muy difíciles de explicar. Me llegó la oportunidad con 29 años, algo tal vez poco normal, pero nunca perdí la ilusión. Había jugadores que no podían acudir porque sus clubes no los cedían, y yo veía que se me presentaba la chance, que estaba cerca. Entonces trabajé, me esforcé por eso, y pude participar en algunos juegos, fue un sueño hecho realidad.

-Es posible que para las próximas Ventanas haya nombres que no puedan decir presente. ¿Sentís que es otra buena oportunidad para vos? ¿Te mantiene ilusionado?

-¡Obviamente, a quién no le gustaría formar parte de la Selección! Más cuando uno tuvo la suerte de participar y saber lo que se siente ponerte esa camiseta, eso te da todavía más ganas… Por supuesto, sé que hay grandes jugadores, con una trayectoria de años en Selección, que están a un nivel superior al mío, no descubro nada al decirlo. Uno trabaja permanentemente para jugar lo mejor posible, y eso llevará a que tengas o no la chance, pero la ilusión siempre está, y creo que es necesario tener ese hambre para competir.

-Siempre fuiste un jugador disciplinado, que con el paso del tiempo le agregó cosas a su juego. ¿Pensás que este momento, donde estás por comenzar una segunda temporada en Europa, es un premio a tanta perseverancia?

-No lo llamaría ‘premio’, porque suena a que alguien me regaló algo, y mi carrera fue justamente lo contrario. Tuve que ganarme todo, como decís, en base a laburo y perseverancia. Quizás, no es común debutar en la ACB con 31 años, pero me lo propuse al salir de Brasil y pude conseguirlo. Hoy tengo 32, y mi carrera me enseñó a no dejar de ir por más, a entender que cada día hay algo por mejorar, me proyecto siempre con esa visión.

-Tuviste un gran año en el Bauru brasilero, y luego recalaste en el Gipuzkoa español. ¿Cómo fue esa primera experiencia europea? ¿El descenso la vuelve un tanto negativa, o aun así rescatás lo positivo de la situación?

-Por supuesto que el descenso fue doloroso, pero hay que hacer un análisis aparte, porque para mí debutar en ACB, jugar en la mejor liga FIBA, fue increíble. Sabía que sería un desafío enorme, con mayor exigencia física y técnica, y que el objetivo de la permanencia era complicado. Hay un talento altísimo y, si bien busqué anticiparme hablando con jugadores amigos, la adaptación me costó. Es un proceso lógico que me llevó dos o tres meses, pero por distintas situaciones del equipo fui ganando protagonismo y terminé promediando muchos más minutos de lo pensado. En definitiva, fue una experiencia sumamente positiva, pude competir contra rivales gigantes en todo sentido, y ojalá no haya sido mi último año ahí. Pero de ser así, estoy tranquilo de haberme dado el gusto.

-¿Cómo fue tu relación con el otro argentino del plantel, el entrenador Marcelo Nicola?

-Muy buena. Obviamente sabía quién era, pero no lo conocía personalmente. Él siempre está mirando la LNB, buscando jugadores para sus equipos, y eso me abrió las puertas. No es fácil que te den el lugar, ya sea por desconocimiento o por inseguridad, pero su presencia me benefició. Me dio confianza y terminé jugando más de lo planeado, estoy totalmente agradecido con él y con la posibilidad que me dio.

-¿Cuáles son tus expectativas y las del Movistar Estudiantes para la próxima LEB Oro? ¿Y cuál creés que será tu rol en el equipo?

-Este año encaro otro lindo desafío. Mi meta era mantenerme en Europa, y lo pude lograr en Estudiantes, un histórico de España. El hecho de que apuesten por mí, en un momento delicado para el club, es muy satisfactorio. El objetivo es volver lo antes posible a la ACB, estoy motivado, con muchas ganas, tengo grandes expectativas para esta temporada. Hasta ahora hablamos cuestiones más generales, pero seguramente pretenderán que aporte mi trabajo diario y el estilo de juego que me caracteriza. Habrá presión, exigencia y seremos el equipo al que todos quieran ganarle, así que por momentos la experiencia será importante, y ahí también buscaré contribuir.

-En relación a tu juego, ¿qué pensás que le agregaste o mejoraste en el último tiempo?

-Cuando era juvenil, me ganaba los minutos entrando a defender y cambiar el ritmo. Con el paso del tiempo supe que, para convertirme en un base titular, necesitaba generar juego e involucrar a mis compañeros, y para eso necesitás armas ofensivas. Debí mejorar el tiro de tres puntos, primero a pie firme y luego desde el pick and roll, porque hoy la mayor parte del juego nace desde esa acción. Siempre hay trabajo por hacer, pero esos aspectos técnicos me permitieron dar un paso adelante.

-Has compartido vestuario con muchísimos jugadores de jerarquía. Hoy, a tus 32 años, ¿te considerás una especie de líder para tus equipos?

-El pasar por distintos clubes, ligas y países te va brindando experiencias nuevas que te arman, te moldean. El año pasado mi objetivo era salvar la categoría, y ahora es totalmente el opuesto. Pero, al final esto es básquet, y uno como base debe intentar que el equipo se luzca, disfrute y juegue como el entrenador pretende. No soy de muchas palabras, trato de liderar desde el ejemplo, con el trabajo día a día, la preparación, la constancia, eso me sale natural. Si tengo que hablar en alguna circunstancia del juego, dentro del vestuario o en un entrenamiento, lo hago, pero soy más de hacer que de decir.

-¿Cómo te describís fuera del parquet? ¿Cuáles son tus hobbies e intereses?

-Soy bastante tranquilo. Con el paso de los años, le fui prestando más importancia al descanso, la alimentación, el pre y post entrenamiento, y todo eso lleva tiempo. Fuera del básquet, me gusta mantenerme informado de la actualidad, leer o ver Netflix, y ya dejé los videojuegos… (Se ríe). La última serie que vi fue ‘El Reino’, y estoy leyendo un libro de economía. También, cuando se puede, me gusta recorrer la ciudad junto a mi pareja, somos de salir a caminar y apreciar los nuevos lugares. Tenemos muy lindos recuerdos de Brasil, y conocimos una cultura impresionante en el País Vasco, desde la historia hasta la gastronomía. Y, por supuesto, aprovecho parte del tiempo libre para comunicarme con mi familia y mi gente en Argentina.

-¿Podrías contarme sobre tu año en USA? ¿Cómo fue esa travesía inconclusa?

-Había terminado la secundaria y, si bien estaba en el equipo de Liga, tenía poca participación. Quería estudiar, en casa siempre me lo inculcaron, pero también quería ser profesional. Tuve algunas charlas con Pepe Sánchez, quien también transitó ese camino, y decidí ir a una universidad. Busqué una beca, rendí los exámenes y conseguí la posibilidad en los Long Island Blackbirds. En lo basquetbolístico no fue de lo mejor, pero entrené como nunca y la experiencia fue increíble, más allá de lo deportivo. Pasé de vivir en mi casa, a estar solo en una ciudad como Nueva York, fue un cambio abismal. Lo recomiendo porque es una vivencia única, tienen una estructura perfecta para que entrenes, vayas a clase y hagas las tareas en el mismo día. Luego, por la enfermedad de mi madre, tomé la decisión de retornar. Lamentablemente ella falleció, y algo así te hace dimensionar qué tipo de problemas son reales y cuáles no.

-Quisiera qué me cuentes qué es lo más importante en la vida de Lucas Faggiano. Y si bien ya pudiste cumplir algunos sueños, ¿quedan más por perseguir?

-Por cómo se dieron las cosas en mi carrera, aprendí a dejarme sorprender y pensar en el corto plazo. Creí que lo de la Selección no se me iba a dar, y lo terminé consiguiendo. Lo mismo ocurrió con la experiencia europea, porque llegué acá a mis 31. Entonces voy año a año, siempre manteniendo la mentalidad y ambición de querer más. Y por supuesto que el básquet es importante, es una pasión y también un trabajo, pero lo imprescindible pasa por disfrutar con los seres queridos. Estando afuera, aprendés a valorar el doble ese café, ese mate o ese asado. Cada vez que vuelvo a Bahía Blanca y me reúno con alguien, mitad en broma y mitad en serio, le digo: ‘Vos lo tomás como algo natural, pero no te imaginás cuánto yo valoro esto que estamos compartiendo’.
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