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Javier Martínez pasó por La entrevista de la semana y se prendió a una extensa charla. El base paraguayo habla de su reciente retiro a los 38 años, recuerda su enorme ilusión cuando llegó a la Liga Nacional, describe su fuerte personalidad, rememora su exitoso paso por la competencia y toca muchos temas más, incluida su admiración por la Selección Argentina: Sus valores y respeto son trofeos que quedan para siempre.
-¿Qué es de la vida de Javier Martínez en estos meses post retiro?
-Estoy a full con un emprendimiento de campus para chicos. Por suerte tengo el apoyo de la gobernación de Corrientes para los que hago ahí, ellos me facilitan la logística y yo me ocupo de buscar el staff y hacer el mejor trabajo posible. Al mismo tiempo estoy haciendo otro en Asunción, y allá es más movido porque tengo que estar pendiente de todos los detalles para que los chicos puedan disfrutar el evento. Es algo que hago desde el 2013 y me gusta mucho. Mientras tanto, empiezo a estudiar para conseguir el carnet habilitante que me permita meterme como entrenador profesional. Pero el tema de las formativas es muy gratificante por la recepción de los chicos.
-¿Tu camino post retiro va más por ese lado o el objetivo final es meterse de lleno en ser entrenador?
-No lo sé muy bien. Ni bien terminó la última Liga tuve el ofrecimiento de Regatas pero por un tema de habilitación no lo pude hacer. Siempre trato de estar de lleno en lo que hago y en ese momento era jugador. Siempre fui meticuloso y detallista con el día a día, así que no me quedaba otra. Pero la realidad es que ni siquiera sabía qué iba a hacer el día antes de mi último partido. Uno nunca deja de ser basquetbolista, pero es un tema buscar lo que sigue… Manu (Ginóbili) dijo algo que adhiero completamente. No va a existir ningún tipo de trabajo, y no tiene que ver por la remuneración económica, que te traiga tanta adrenalina, concentración y preparación como éste. Así que no tenerlo es un tema a tratarlo, hasta a nivel de psicólogos te diría. No llegué a eso todavía, pero extraño mucho. No podría ser tan hipócrita de decir lo contrario.
No tener al básquet es un tema a tratarlo, hasta a nivel de psicólogos. No llegué a eso todavía, pero extraño mucho. No podría ser tan hipócrita de decir lo contrario.
-Es cierto, cada uno encara el proceso de retiro de diferente manera. Si bien ahora te está costando, ¿cómo encaraste la etapa previa?
-Después de mi paso por Formosa en la 2014/15 no había mucho interés en renovar, así que me fui a Asunción como para terminar ahí. Arreglé con un equipo, jugué tres partidos y llegó la llamada de Regatas. No dudé, arreglé rápido y ahí sí tenía recontra decidido que iba a ser la última temporada. Vine a Corrientes sabiendo que tenía que disfrutar al máximo, incluso cuando deportivamente nos vinimos un poco para abajo. Disfruté cada viaje, entrenamiento, scouting o detalle. No me quedó nada en el tintero. Sin embargo, no hay una forma de irte preparando. Si bien tu cabeza lo sabe, no hay forma de terminar y plantearse empezar rápido con otra cosa. Soy universitario recibido y no me veo trabajando en un escritorio aunque tengo propuestas para hacer lo que estudié o una cosa nueva.
-¿Qué estudiaste?
-Soy contador público nacional, me recibí en 2004. Nunca ejercí y creo que nunca lo haré a menos que sea por una necesidad extrema. Yo quiero ser técnico en Argentina, pero tengo esa duda por el hecho de tener a mi familia y mi casa en Paraguay. Me interesa hacer el curso de entrenador para dirigir en Argentina, pero son dos años y medio y no veo mal empezar haciendo algo en Asunción. El tema familiar y del arraigo está, entonces es muy difícil decidir qué hacer. No tiene nada que ver con lo económico, sino en tratar de llenar un poco el espacio que queda después de jugar, que es gigante. Yo no daba más de la rodilla y cuando hablaba con alguien que ya estaba retirado me decía estiralo todo lo que puedas porque esto es otra vida. Estoy empezando a notarlo.
-Te paso atrás en el tiempo. ¿Cómo empezaste a jugar?
-No me quedaba otra. Mis padres no sólo jugaban al básquet, sino que lo hacían en sus selecciones. Mi hermano mayor y mi hermana también jugaban en el Club Sol de América, donde nos iniciamos todos. Y mi hermano menor también agarró la pelota de básquet. Empecé a jugar a los 5 ó 6 años y no paré hasta hace cinco meses.
-¿En qué momento y cómo apareció Argentina en tu camino?
-Siempre fui un tipo muy testarudo. Veía cómo en su momento la Generación Dorada tenía como techo la NBA o Europa, y mi NBA era la Liga Argentina. Cuando a los 18 años estaba en la Selección Mayor de Paraguay y me empecé a rozar con gente importante, veía que el estilo de básquet de Argentina, bien FIBA, iba con mi estilo. No me gustaba como jugaba Brasil o Venezuela. Y además en esa época estaban terminando sus carrera Pichi Campana, Milanesio, De la Fuente, Farabello. Me enfrenté con ellos a nivel de clubes y dije este tiene que ser mi próximo objetivo. Para dar un salto fuerte de calidad le apuntaba a los Sudamericanos de selecciones. En Bahía Blanca 1999 fui goleador y Regatas de San Nicolás me invitó a entrenarme unas semanas. No quedé, pero sabía que habían puesto los ojos en mi con 20 años. Me entrené dos años fuera de lo común en Paraguay, como si se acabara el mundo. Y después del Sudamericano de Valdivia, en 2001, ya tenía interés de dos equipos brasileños, de Pico Football Club y Regatas de San Nicolás. Decidí por Pico y ahí empezó mi carrera en Argentina.
-¿Qué fue para vos Argentina como competencia?
-Todo me parecía una maravilla. Por ejemplo, llegar al entrenamiento y tener ropa de un color y otro para trabajar, cosa que no teníamos en Paraguay, donde ibas con la tuya y te ibas sucio a tu casa porque no había estructura para bañarse. Esas pequeñas cosas para mi ya eran tocar el cielo con las manos. La forma de entrenar, los detalles, el énfasis que le dan a la parte de fundamentos. Encima el debut fue contra Independiente de Pico y ganamos de visitantes con la cancha llena, después iba a jugar al Polideportivo de Mar del Plata… Estaba en Disney, era todo NBA para mi. En ese momento había problemas económicos en Argentina y muchos jugadores se quejaban. Yo los escuchaba y decía ustedes se quejan de la infraestructura, vayan a mi país a ver lo que es eso. Hasta tener una cucheta para dormir en un micro, todo eso me parecía de otro lugar, nunca visto.
-¿Y a nivel país?
-Al comienzo cuesta, porque los argentinos no son fáciles con los extranjeros. No a nivel de compañeros, pero sí a nivel de gente afuera, de convivencia. Pero no me costó mucho. Es más, por más que nací en otro país, mi señora y todos saben que me encantaría seguir viviendo acá, si es por mi me quedo en Corrientes. Y además está cerca de la familia en Paraguay, no era como cuando estaba en La Pampa. En su momento me preparé mentalmente para separarme de mis seres queridos, de los domingos en familia. Me fui poniendo una coraza en la parte sentimental y me puse fuerte en la mental para conseguir lo que buscaba y quería.
En su momento me preparé mentalmente para separarme de mi seres queridos. Me fui poniendo una coraza en la parte sentimental y me puse fuerte en la mental para conseguir lo que buscaba y quería.
-¿En algún momento te hicieron sentir esa diferencia por ser extranjero o pasaste algún mal momento acá?
-Nunca pasé un mal momento. Cuando yo me mandé la cagada de hablar mal de Comodoro Rivadavia, que fue un moco, yo trataba de hacerles entender que no debían tomarse todo muy a pecho. Si ustedes me dicen que Paraguay es horrible, que los paraguayos somos todos albañiles, motochorros o narcos, si yo sé que no soy eso o que Asunción es lindo, ¿por qué me voy a sentir tocado si me dicen que es feo? Me podían llegar a decir paraguayo trucho, muerto de hambre, venís a robar en mi país, y como esas hubo millones, pero también va de la mano con esa rivalidad del básquet. Cuando jugás, te rozás, sacás algún codo y dejás todo para ganar, y sí o sí al contrario le sale una puteada. Pero yo nunca lo tomé como que me querían hacer sentir menos. No me siento ni más ni menos por tener otra nacionalidad. Me encanta que me digan paragua. ¿Cómo me va a molestar si soy paraguayo? Tuve la suerte de tener un carácter fuerte y acompañar eso con educación, porque me interesó siempre eso y el estudio. Trataron de ser xenófobo conmigo, pero nunca llegó a lastimarme nada. Me han puteado 6.000 personas al unísono en un estadio, y yo sentía que eso me motivaba aún más.
Trataron de ser xenófobo conmigo, pero nunca llegó a lastimarme nada. Me han puteado 6.000 personas al unísono en un estadio, y yo sentía que eso me motivaba aún más.
-Claro, quizás no era una cuestión de discriminar sino también de esa cuestión de rivalidad o falso folclore. Es como que si sos del otro equipo, no hay relación.
-Tal cual. Si hay algo que yo remarco cuando hay Mundiales o demás, es que todos hablan y dicen están en todos lados los argentinos. Me encanta lo patriotas que son, pero a veces son demasiado (risas). Incluso el mismo argentino lo dice, sabe lo que el resto del mundo piensa del argentino. Y disfruta ser así por más que le digan cosas malas, porque disfrutan y están orgullosos de ser argentinos como yo lo estoy siendo paraguayo. Tengo una envidia sana por lo que representa Argentina, por lo orgullosos que están alentando a su país y sus jugadores, por lo que transmiten adentro y afuera de la cancha. Es algo que pude vivir en persona en los últimos Juegos Olímpicos.
-¿Cómo analizás tu paso por la Liga Nacional? Está claro que en parte sos un argentino más, pero llegaste como extranjero y dejaste tu huella…
-Ni yo estoy seguro ni los periodistas tampoco sobre si considerarme extranjero o nacionalizado (risas). Cuando estaba en Pico era impensado imaginar que iba a terminar así mi carrera, que iba a dejar buenos recuerdos en todos los clubes donde estuve, que iba a terminar en un lugar como Corrientes donde me tienen como ídolo y sienten un cariño increíble. Incluso me idolatran o conocen más en Corrientes que en Asunción. En líneas generales, creo que hice las cosas bien y dejé todo. Tanto he dejado que prácticamente me quedé con una rodilla menos por mi tozudez y ganas de competir. Y si te digo que no quería dejar en gamba a mis compañeros, te miento. O si te digo que entraba en la cancha para jugar por mi familia, también te miento. Todo lo hice por mí y por convicción. He jugado mejor o peor, pero ni yo ni nadie me puede reprochar que dejé todo lo que estaba a mi alcance y hasta traté de buscar lo que no estaba a mi alcance. Llegué a jugar hasta de alero durante media temporada en Sionista, algo impensado. Y si me pedían jugar de 4 quizás lo hacía. Todos los bondis me llevaban. Lo que me pedían hacer, lo iba a hacer e iba a estar convencido de que podía hacerlo, no iba a improvisar. Dentro de mis limitaciones físicas y deportivas, dejé todo y es mi sello.
-Está claro que esa mentalidad y nivel de competitividad hizo que te ganaras el respeto en la competencia. ¿Lo sentís así?
-Eso es lo más valioso de todo, el respeto de tus pares, dirigentes y periodistas. Yo siempre fui respetuoso con todos, incluso en mi mejor o peor momento no dejé de atender el teléfono o dar una entrevista para el medio que fuera. Hasta hubo compañeros que me querían putear, pero al año siguiente me decían cómo te extraño. Uno va marcando de acuerdo a su personalidad. Yo siempre tuve una personalidad fuerte, pero creo que los que me conocen sabían que lo que trataba de exponer era en pos de mejorar a nivel grupal, si levantaba la voz era por el bien de mis compañeros. He tenido algunos que tuvieron muchísimos más laureles y experiencia que yo, y han sabido escucharme y ayudarme en cualquier momento.
-¿Y con los entrenadores cómo te fue?
-También me han ayudado mucho, pero creo que también he ayudado a algunos por mi temperamento. Por ejemplo, Nico Casalánguida o Sebastián Svetliza son técnicos que son muy tranquilos y por ahí no tienen ese temperamento de mandar a la mierda todo. Te das cuenta que lo quieren hacer, pero se aguantan porque tienen una esencia que no va con eso. Y yo no sé si les hacía un favor, pero era el tipo que les hacía el trabajo sucio (risas), el de villano, de mojarle la oreja al compañero, de que nunca se relajen y todo el momento tener el dedo metido ahí. Incluso el año que más ganamos con Regatas creo que fue el que más puteé. Ganábamos diez, perdíamos uno y yo estaba ahí remarcando lo que teníamos que mejorar. Era mi esencia, algunos lo tomaron como rompe bolas. Quizás ayudó a algunos y a otros no, pero era mi forma de ser. Trataba de sumar.
-Para un chico como vos que cuando llegó a Argentina era como estar en la NBA, ¿qué fue después salir campeón con Regatas?
-Cuando lográs un título, es algo tan efímero y se van tan rápido… Pero cuando ponés en retrospectiva cómo llegaste al objetivo, todo lo que entrenaste y sufriste -que si bien ganamos buen dinero no quita que es muy sacrificado-, ahí la satisfacción es mucho mayor que salir campeón. O sea, vos salís campeón y en ese momento no magnificás cómo llegaste al objetivo. Por ejemplo, el año siguiente de salir campeones perdimos la final contra Peñarol, y yo no sentía tanta frustración. Puse todo lo que tenía, llegó otro que fue mejor y ganó. No era para estar llorando. Si lograste superarte a vos mismo y como equipo hiciste todo lo que tenías a tu alcance, esa satisfacción es mayor. Obviamente que salir campeón fue tocar el cielo con las manos, el trato en Corrientes, que seas ídolo, que la gente te quiera y demás. Eso es efímero, el tener una medalla de campeón es euforia por unos días que después se va. Lo que realmente queda es todo lo que trabajaste para lograr ese objetivo. Sobre todo en la Liga Argentina donde son 10 meses larguísimos de entrenamientos, viajes, concentraciones, ver las mismas caras todos los días en donde llega un momento en que te peleás sí o sí. Es como que estés 24 horas con tu señora a los besos y abrazos. Es imposible. Entonces todo el camino recorrido genera más satisfacción que salir campeón.
Tener una medalla de campeón es euforia por unos días que después se va. Lo que realmente queda es todo lo que trabajaste para lograr ese objetivo.
-Hablás del cómo, del superarse a uno mismo…
-Exacto. De hecho estoy preparando unos videos de motivación para los campus y encontré algo que dijo Julio Velasco, el entrenador de la Selección Argentina de Vóley, que me dejó la boca abierta. Todos se quedan con el ganador, el Phelps, Messi, Bolt, Djokovic y demás. Pero hay otros atletas que saben que no van a ganar una medalla o ni siquiera estar en las semifinales de las carreras, y en cambio se preparan tanto o más que todos esos, porque su mayor satisfacción es mejorar su performance. Esa satisfacción no sale en las fotos porque no tiene una medalla, pero el esfuerzo y trabajo es prácticamente el mismo. No gana sólamente el que tiene una medalla de oro o es campeón. Y la verdad es que Velasco tiene muchísima razón. Uno gana también cuando mejora día a día, tu mayor adversario sos vos.
-Te vuelvo a tu viaje a Río para los Juegos. ¿Cómo viste ese fenómeno que generaba la Selección en la gente, e incluso lo que generaban los dorados?
-Lo disfruté muchísimo como argentino, porque en parte lo soy. Esos tipos generan tanta admiración, y te hablo desde Manu hasta Brussino. Se tienen tanto respeto y demuestran tanto, que es admirable. Yo soy un obsesivo de la expresión corporal, adentro y afuera de la cancha. De hecho, donde más puteaba a mis compañeros era en la entrada en calor, estaba arriba de mis compañeros. Uno empieza ganando antes de los partidos con una demostración de hambre, cuando te brillan los ojos, el hambre que decís a estos de enfrente los voy a pasar por arriba. Y me veo muy identificado con Chapu (Nocioni), porque el tipo puede tener a cualquiera enfrente con 30 kilos y centímetros más que si se tiene que poner adelante de ese jugador, lo va a hacer. Y no todos los equipos tienen eso. Por algo el Coach K (Mike Krzyzewski, DT de Estados Unidos) hablaba de lo que es realmente un equipo y hacía la referencia a lo que había conseguido Argentina, que eso era lo que les faltaba más allá del talento individual que tienen. Necesitaban esos valores que Argentina tuvo, tiene y que pasarán de generación en generación. Esos jugadores disfrutan estando y jugando juntos. Los tipos son completamente admirados y respetados por sus pares, y eso es lo que más te queda. Esos detalles, ese respeto y valores sí son trofeos y quedan para siempre, no son efímeros. La Selección Argentina lo demostró siempre. Quizás fueron a Río sabiendo que no iban a ganar una medalla, incluso creo que eran -junto a Venezuela- el equipo con más desventaja física del torneo, algo clave en el deporte de hoy. Y así y todo Argentina hizo un torneazo con corazón. Esos tipos de 40 años jugando cada dos días era algo recontra admirable.
-Ese legado es determinante para una etapa de recambio y pensando al futuro, ¿no?
-Ni hablar. El 99% de los chicos que recién empiezan quizás queda en el camino, pero el 100% va a ganar buscando ese camino. La Generación Dorada ha dejado un ejemplo que muchísimos chicos quieren seguir. Estuve en Asunción mirando el Sudamericano U15 y esos chicos ya tratan de imitar lo mismo que hacen los grandes. Eso es impagable. No sabés lo difícil que es un Asunción empujar a un chico al básquet sin tener un ejemplo, un objetivo a llegar. En Argentina sobran, desde un Paolo Quinteros en Liga Nacional, a un Ginóbili en NBA, a un Campazzo en ACB. Miles de chicos los miran y están con una pelota de básquet en la mano. Para un campus en Goya se anotaron 180 chicos en cinco días. Y quizás estoy hace un mes buscando para Paraguay y tengo 40 inscriptos. En Goya no sale un chico que quiere jugar como Javier Martínez, quizás le llama la atención que tira como si fuera un lateral de fútbol (risas). Incluso ni saben quién es el Yacaré Kammerichs y vive a dos cuadras. Pero sí vieron a Ginóbili, a Scola, a Nocioni. Y es un legado enorme que a la larga da frutos. Si podés ir por todo al país, aunque sea uno de diez tiene que jugar bien.
-¿Qué consejo le darías a los chicos que recién empiezan?
-Que no tiren como yo (risas). Hola, soy Javier Martínez y si me ven tirar, eso no tienen que imitarlo. La culpa es de mi hermano que me tapaba y tuve que inventar un tiro para que no me tapara más. Así nació mi tiro. Pero por suerte fue más o menos efectivo. Incluso creo me sirvió para evitar muchas cosas. Hacer todo al revés con la mecánica me sirvió mucho.
Leandro Fernández
@FernandezLea
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