Fue una de las épocas más gloriosas del básquet nacional, una etapa espectacular en la que Argentina fue protagonista a nivel internacional.
Antes de la Generación Dorada, antes de la Gloria Olímpica y antes de varios de los capítulos más importantes de la historia, una Selección Argentina fue protagonista a nivel internacional. Fue en la década del cincuenta, cuando un grupo de exquisitos jugadores llevó al país a lo más alto.
Luego de adjudicarse el primer Mundial de Básquet disputado en 1950 en Buenos Aires y de confirmar su status de potencia obteniendo la plata en los Panamericanos del 51 en Paraguay, la Selección Argentina arribaba a Finlandia en un ambiente de prestigio y respeto internacional. Con una fuerte admiración popular y elevadas expectativas por parte de la prensa, nuestros jugadores emprendieron vuelo a Helsinki, a diferencia de la mayoría de la delegación albiceleste que cruzó el océano en barco.
En los Juegos de Londres 1948, el elenco nacional había finalizado en la posición N° 15, pero en este torneo la cuestión era diferente ya que, tras el festejo mundialista en el Luna Park, se presentaba como uno de los principales candidatos al podio. Una vez más, el Profe Jorge Canavesi y su asistente Casimiro González Trilla planificaron una puesta a punto ideal, trabajando el estado físico de sus dirigidos y perfeccionando la identidad de juego adquirida.
“Entrenábamos mucho las tácticas que íbamos a emplear: ofensivas contra zona, defensa hombre a hombre y presión en toda la cancha. Pudimos disimular la falta de altura con la toma del rebote en dos tiempos, después de cachetear la pelota. Otra de las herramientas que mejoramos fue el jump shot, que para la época fue un avance tremendo y al cual le agregamos el quiebre de muñeca”, explicaba tiempo atrás Canavesi, integrante del Salón de la Fama FIBA junto con Furlong y González, emblemas de aquel conjunto.
El propio capitán “Negro” González, recordaba con lucidez en entrevista con Alejandro Pérez: “Llegamos con bastante anticipación como para seguir entrenando. Quizás no pudimos hacer tanto hincapié en lo técnico, porque Finlandia no era una nación basquetbolera y no había muchas canchas, pero nos entrenamos muy bien, sobre todo salimos bien preparados desde Argentina”. Para el armado del plantel, se mantuvo casi toda la base del campeón: Pérez Varela, Viau, González, Menini, Uder, Del Vecchio, Contarbio, Monza, López, Poletti y Furlong. A ellos se le sumaron los nombres de Gazsó, Lledo y Pagliari. Así como ocurría con la Generación Dorada que se consagró en Atenas 2004 y como continúa sucediendo con la nueva camada que está a sólo días de debutar en Tokio, los laureados del 50 entendían que la camaradería y la química de equipo eran casi tan importantes como el mismo juego, conformando un grupo unido y comprometido tanto dentro como fuera de la cancha.
Para el básquet olímpico se inscribieron 23 seleccionados, de los cuales diez tenían su lugar reservado, uno de ellos el argentino habiendo ganado el Mundial dos años antes. Las restantes seis plazas se definieron en los días previos al torneo, y los 16 equipos definitivos se dividieron en cuatro grupos. Los dos primeros de cada grupo avanzarían a una segunda ronda desde donde se clasificarían los cuatro semifinalistas. En la primera etapa del certamen, nuestra Selección se llevó tres importantes triunfos: éxito inicial frente a Filipinas por 85-59, festejo tras el ajustado 82-81 ante Canadá y contundente victoria a Brasil por 82-56. Para el enfrentamiento con nuestro clásico rival, nuestros representantes utilizaron un crespón negro en sus camisetas en homenaje a Eva Duarte de Perón, fallecida el día anterior, actitud que traería consecuencias negativas tiempo después.
La segunda ronda, disputada en el estadio Messuhalli con capacidad para 2.800 espectadores, comenzó con una aplastante victoria por 100-56 ante Bulgaria. En aquel choque, no sólo se le ganó categóricamente a un gigante europeo sino que también se alcanzó por primera vez en la historia la cifra de cien puntos. A continuación, tendría lugar el triunfo ante los franceses por 61-52, mientras que en último turno llegaría la primera derrota, cayendo 66-65 en suplementario con Uruguay. En semifinales, Argentina debió cruzarse con los poderosos estadounidenses que presentaban cuatro jugadores por encima de los 2m00, algo fuera de lo común para la época. En una dignísima actuación, fue derrota ante USA -que luego vencería en la final a la Unión Soviética- por 85-76.
En la lucha por el bronce, batallaríamos una vez más con los uruguayos en un partido cerrado, duro y por demás intenso, tanto que hubo algunas peleas entre jugadores. Así rememoraba el encuentro Ricardo Primitivo González:
“Eran los últimos cinco minutos, donde se podía retener todo el tiempo la pelota y optar las faltas (decidir si lanzar el libre o continuar con la posesión), y estábamos con 5 jugadores y los uruguayos con 4. Era para no perder nunca más la pelota, pero uno de nosotros quedó cerca del aro, tiró, erró y ellos la agarraron. Nos expulsaron dos jugadores y terminamos con tres, aunque hasta el segundo final pensamos que igual nos llevábamos el partido, pero lanzaron un gancho de un costado, la metieron y ganaron por un punto”.
De esa manera, Uruguay se llevó el Bronce en la jugada final, decretando el cuarto puesto para los argentinos.
“Siempre pienso lo mismo, que si salíamos terceros éramos medallistas olímpicos, pero siendo cuartos no quedamos en la historia”, afirmaba González. Sin ánimos de contradecir a una ilustre figura de nuestro básquet, debemos refutar sus palabras, ya que aquel tremendo equipo sin dudas hizo los méritos suficientes para quedar en la historia grande del deporte nacional. Si bien nuestros jugadores y cuerpo técnico llegaron a suelo europeo con la ilusión de repetir lo hecho en el Mundial, los rendimientos demostrados en Finlandia aseguraban que seguíamos perteneciendo a la elite. Prosiguieron la plata en los Panamericanos de México 55 y la cuarta ubicación en el Sudamericano del mismo año, pero aquellos Juegos de Helsinki 1952 fueron lamentablemente la última competencia a nivel mundial de un grupo de hombres que marcó el camino y que siempre recordaremos como nuestra queridísima primera generación dorada.
En 1957, a manos de la denominada Revolución Libertadora, aquella camada y parte de la que venía surgiendo fue suspendida de por vida con la excusa de haber recibido beneficios y dinero en un deporte que hasta el momento era amateur. Ese genocidio deportivo estuvo directamente relacionado a un tema político, y no sólo borró a una serie de jugadores top que todavía tenía mucha hambre de gloria sino que generó un profundo daño difícil de superar. Desde allí, el básquet argentino debió esperar 44 años para volver a ser olímpico, acudiendo nuevamente al certamen en Atlanta 96. No por nada, en conversación con Prensa CAB, nuestro actual entrenador Sergio Hernández pidió que disfrutemos de la posibilidad de ver a la Selección por quinta vez consecutiva en un Juego Olímpico, lo cual ya es un logro realmente impresionante. Sin dudas, cada uno de nuestros inolvidables campeones estaría orgulloso de apreciar los frutos de sus esfuerzos representados en el alma de la nueva generación.