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Viernes, 23 de Septiembre de 2016 / Publicado en Selección Mayor Masculina, La entrevista de la semana
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Carlos Delfino se prendió a una charla a fondo en La entrevista de la semana. El sueño cumplido por volver a jugar tras más de tres años sin actividad, la sensaciones de dejar atrás su lesión, la enorme experiencia en Río 2016, su futuro personal, las ganas de seguir en el camino de la Selección Argentina y mucho más.

-Te tocó participar otra vez del NBA 3X Argentina. ¿Cómo tomás estas iniciativas de ver eventos en el país con el gancho de la NBA y ser parte de ellos?
-Son cosas que siempre suman y ojalá se mantengan. Que se siga ampliando el proyecto, que empezó con un 3X hasta ahora meterse en las escuelas, es buenísimo. Hay que utilizarlo para seguir creciendo y para que pueda haber más chicos picando la pelota y no pateándola. El básquet es de lo mejor que hay para involucrar a individuos a hacer cosas colectivas, para aprender a compartir, para hacer amistades, para lograr un objetivo juntos. Va más allá de que uno es del palo. Acá estamos muy acostumbrados al fútbol, a patear todo lo que esté dando vueltas. Así que está bueno que una actividad tan grande y reconocida gane terreno. Ojalá los chicos lo puedan aprovechar y los padres puedan seguir esa motivación sin poner presión. Y qué mejor socio dentro del básquet que la NBA como marca. Es el ideal, el que todo el mundo quiere. Ojalá pueda servir.

-Hablando de chicos. ¿Cuánto de todo lo que viviste en estos meses fue con la ilusión de un nene?
-Dudo si decir o no todo, pero fue casi todo. Han pasado muchísimas cosas de las que hoy me sigo acordando, son fichas que van cayendo, situaciones que no las tengo al toque en la cabeza pero que si me preguntan se me vienen flashes. Fueron muchísimas cosas. Hace poco que se cumplió un mes del último partido. Y desde que empezamos la preparación quizás fueron algo más de dos meses. Y en ese tiempo me pasaron muchas cosas. Fueron cosas únicas, muy deseadas y con mucho sacrificio en el medio. Pude lograr el sueño de volver a jugar y estar adentro de una cancha con gente que admiro, con la que compartí muchas cosas y con la que logramos un montón de cosas en el pasado. Fue bárbaro haber jugado los últimos minutos con ellos.

-Vos te conocías más que nadie desde lo físico. ¿En qué momento creíste posible y real el sueño de llegar a los Juegos Olímpicos?
-En Córdoba, te diría después del partido contra Serbia en el Súper 4. Uno siempre es el más optimista del mundo y piensa que va a ser Kobe Bryant o va a tener la carrera de Jordan, que no va a errar nunca más en la vida. O que después de tres años sin jugar voy a volver a la NBA. Pero en un momento cae a la realidad. En la preparación hubo momentos en los que estaba muy bien, otros en los que tenía un tirón en el pie que no me lo podía sacar de la cabeza o de ningún lado. Hubo momentos en que entrenaba en mitad de cancha y podía hacer todo, pero después hacía una cancha entera y me tiraba y dolía todo. Sergio (Hernández) fue tan optimista como yo, me decía vas a llegar. Yo le decía ¿estás seguro? No puedo hacer la cancha entera. Pero él decía podés hacer todo lo demás, estás bien. Hace tres años que no jugás pero vas a llegar, no pasa nada. Sabíamos que el margen se achicaba. Llegó Las Vegas, que fue recontra especial, y a medida que pasaron los partidos fui ganando terreno. Ahí pude correr la cancha entera y fui sacándome el miedo. Cuando llegué a Córdoba me olvidé de la lesión, del tirón y de lo que estaba pasando. La pelota entró. Y cuando Sergio me dijo que estaba yo fui medalla de oro automática por todo lo que había pasado. Yo me saqué elefantes de encima. Y en todo este proceso pude aprender a disfrutar las cosas mucho más, y no depender si la pelota entraba o no. Me pude dar el gusto de vivir todo y disfrutar al máximo. Y ni hablar de tener a los que tenía al lado, al Narigón (Ginóbili), a Chapu (Nocioni) y Luis (Scola). Todo un entorno ideal. El análisis global yo lo hago con el bobo (corazón), porque fue todo muy emotivo. Lo primero que giró la llave para encender el motor emotivo fue una promesa mía. Va más allá de si perdí una pelota, si la erré o caminé.

-La promesa para la abuela quedó más que cumplida…
-Sí, por eso te digo. A partir de que quedé y sabía que iba a jugar, ya tenía la medalla de oro. Yo tengo la medalla de oro, y no me la cuenta nadie.

-¿Tuviste un momento para hacer un análisis personal de lo que fue tu juego en Río?
-Lo hice, lo recontra hago y por eso hoy por hoy no tengo un equipo, y prefiero estar poniéndome a punto de nuevo para la próxima vez que esté a una cancha. Ahora sí estoy para competir, me banco estar sin dolor, tranquilo. No estoy pensando en si me canso, o midiendo la cantidad de partidos cada dos días por mi físico. Ya no pienso en el pie. Ahora es una cuestión de poner fuerte las piernas, de estar mejor de aire… Yo hasta los partidos de Tecnópolis no podía correr una cancha entera. La parte real de juego la hice en los partidos. Fue rehabilitación, entrenamientos, Juegos Olímpicos… ¡Los tiros libres contra Brasil no los podía tirar por la cantidad de cosas que tenía en la cabeza! Fue muy distinta a cualquier otra experiencia que me tocó vivir antes y seguramente será muy especial. Había gente en la delegación o incluso mis compañeros que me decían che, Del Potro llora siempre. Y a mi me daban ganas de llorar con él. Me pasaba algo muy parecido.

-Claro, sus historias fueron paralelas.
-Soy su hincha Nº1. Sabía lo que estaba pasando y cuando nos cruzamos nos abrazamos en el comedor. Me pone muy contento que hoy le vaya de la manera en que le está yendo y para mi es una motivación extra por decir si él lo pudo hacer, ¿por qué yo no? Está bien, me operé como cuatro veces más que él (risas), pero se puede. Hay que seguir trabajando. El es bueno, pero también le demoró como un año volver a estar así. No es que llegás y jugás bien de la nada. Hay que entrenarse todos los días, no es llegar a los partidos y ya está. Hay que tomar esto de la manera más profesional posible, entender que todo lleva su tiempo, aceptarlo y seguir trabajando para que las cosas se pongan en el lugar que tengan que estar.

-Dentro de tu futuro cercano, ¿Cuál es el panorama qué tenés?
-Hoy tengo llamados y quizá hay dudas después de tanto tiempo parado. Las entiendo, yo las tendría si estuviera del otro lado. Primero quiero estar bien y tomarme el tiempo que sea, semanas, meses… Quiero esperar para ver si llega ese lugar indicado, el que me motiva a seguir creciendo. Y no va ni por liga ni por algo económico, sino por la creencia. El sentirme importante, el estar en un proyecto que me haga bien. Seguramente en lo personal quiero que sea un equipo NBA. Es un tiro largo, pero lo creo y vengo trabajando para eso hace mucho. Si en el medio de eso toca ir a hacer minutos a un lugar esperando una salida a la NBA, que así sea. Foguearme y agarrar ritmo en algún lugar antes de buscar un equipo NBA. Se verá... En algún momento tengo que ir a la cancha a demostrar que estoy bien.

-En una época de cierres, ¿dónde está la Selección para tu futuro?
-Yo nunca hablé del tema. No te digo que sí o que no. Con todo lo que viví aprendí a ir día a día. Con el tema de las ventanas también cambia un poco para saber cuándo se juega. No estoy para decir si sigo o no. Te podría decir sí, sigo y soy el capitán, pero no sirve de nada. Quiero seguir, ponerme de la mejor manera y a dónde sea que vaya quiero ayudar. Después se verá dónde y qué pasa, cómo se ponen las fichas sobre la mesa. Estoy tranquilo conmigo mismo y con lo que sigue.

-Llegado el caso, ¿te gustaría apuntalar el proceso de recambio que se viene en la Selección?
-Lo venía haciendo hasta mi lesión, y por una cuestión de edad también. ¿Qué queda para el Mundial de China, siete operaciones y cuatro años más? No queda nada (risas). Si estuve tres años parado… Pueden pasar tantas cosas… No sé si puedo jugar un partido más, tal vez no juego nunca más un partido profesional y tal vez juego los próximos Juegos Olímpicos. No sé. Uno siempre quiere soñar y espera lo mejor, pero también se prepara para lo peor. Tengo que seguir entrenando fuerte y después buscar un lugar que me sirva para ganar confianza dentro de una cancha de básquet.

-¿Qué viste del material nuevo de la Selección? Vos no habías estado con casi nadie de los chicos nuevos…
-Creo que sólo había jugado con Campazzo, con Laprovittola y con Marcos (Delía) en la previa de Londres. Me puso muy contento ver cómo se trabaja, la intensidad del trabajo. Hay que trabajar, seguir creciendo. Creo que la vara está alta, entonces hay que ayudar para acercar el trabajo a esa vara. Los chicos han visto cómo se puso alta la vara, cómo se trabaja, cómo se convive, cómo se ayuda uno al otro. Nosotros ganamos cosas jugando juntos y hay que seguir haciendo eso sin pensar en las individualidades. Hay que seguir jugando juntos, esa es la real mística de la Selección. El movimiento de la pelota, el ayudar el uno al otro. Si Manu hubiese nacido en otra parte del mundo hubiese hecho más puntos que Oscar. Pero como está con nosotros no lo hizo, porque nos hizo mejor a todos y porque entendió que haciendo mejor al resto iba a llegar más lejos que haciéndolo solo. Y ese es el mejor ejemplo. Ojalá pueda estar para acompañar. Si no es así, ojalá sea para apoyar. O de cualquiera manera. Lo bueno es que hay materia prima y los chicos pudieron convivir un lindo tiempo con los dorados.

LOS RETIROS DE GINOBILI Y NOCIONI, EN FRASES

Una vez que estaba adentro de la cancha no lo tomaba como una despedida porque uno está compitiendo y pensando en otra cosa. Pero cuando cae la ficha estás un poquito más o menos de acuerdo con lo que pasó antes. Hablando hace unos días con Manu quedé mal porque después del partido contra Estados Unidos nos abrazamos y yo, con la cantidad de cosas que tenía en la cabeza, le digo salgamos de acá. Era como que nos estábamos desnudando adelante de todo el mundo, emotivos. Yo sentía que me largaba a llorar y no quería. Iba a llorar por todos lados y no quería, me estaba mordiendo los labios para no llorar. Cuando lo revivimos en la charla posterior me sentí mal, porque era nuestra despedida dentro de la cancha y yo en ese momento no lo quería hacer ahí, y me quedé con mucho remordimiento.

Manu es nuestro estandarte, el mejor de nuestra historia, nuestro Maradona. Sale un Messi para Maradona pero Maradona siempre va a ser nuestro número 1. Y Manu será nuestro Maradona por siempre. Haber estado con él en todo este tiempo, haber convivido adentro de una cancha y fuera, aprender a hacerlo afuera de la cancha, me ayudó un montón a crecer y lo valoré un montón. En todo este proceso fue una de las personas que más estaba pendiente de cómo estaba yo, si necesitaba algo. Con la grandeza que tiene podría haber estado tocándose los huevos y mirando para otro lado, pero nunca lo hizo. Estuvo siempre presente y eso lo hace líder antes que cualquier otro.

De Chapu muchos te dicen que van a la guerra con él, otros que es el alma del equipo, el guerrero. Estuvo siempre adelante y fue siempre a tumbar esa pared, el primero en hacerlo y seguir. Fue el más creyente de todos. Y me pone muy contento porque lo conocí de chico, de jugar en Unión de Santo Tomé. Yo era mini y el cadete. Nunca fue el más talentoso, pero en base a trabajo, sacrificio y los dos cojones que tiene logró todo lo que lo logró y lo sigue haciendo con la edad que tiene. Eso tiene que ser el orgullo más grande todos, porque ha trabajado y revertido muchas situaciones adversas en base a trabajo y los huevos que tiene. Haber convivido con eso en el día a día ha enseñado. Uno desde lo mental y otro desde el carácter te enseñan, no sólo en una cancha sino afuera.

Leandro Fernández
@FernandezLea
[email protected]
@cabboficial

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