En la segunda entrega de duelos históricos de Argentina en Juegos Olímpicos, recordamos el triunfo ante la Lituania de Arvydas Sabonis. Wolkowyski y Espil reviven aquella jornada.
Ocho años antes de la medalla de oro en Atenas 2004, Argentina empezó sin saberlo a escribir capítulos dorados en los Juegos Olímpicos. Después del
aceptable debut con derrota lógica frente a Estados Unidos, el combinado nacional concretó el que hasta entonces había sido uno de los hitos más rutilantes para el básquet argentino.
Recordar el partido que
Argentina le ganó a Lituania en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996 puede generar sensaciones contrapuestas. Por un lado, fue la primera vez que la Selección venció a una potencia europea de ese calibre, un combinado que venía de obtener la medalla de bronce en Barcelona 92, logro que luego terminó repitiendo en esa edición.
Por el otro, en ese encuentro se produjeron las graves lesiones de Marcelo Nicola y Rubén Wolkowyski.
“No me olvido más –comienza Espil-.
Marcelo va a pelear un rebote con Sabonis, pero lo mueven en el aire y cae con la rodilla. Ahí se rompe los ligamentos. Recuerdo verle la rodilla, y no estaba la rótula, la tenía muy arriba, y donde va la rodilla tenía un hueco. Fue realmente duro. Pudimos sobrellevarlo, ganar el partido, pero nos quedamos sin él para el resto del torneo”.
En tanto a la lesión de Rubén, él mismo lo relata:
“Fui a tapar a Sabonis. Agarramos la pelota en el aire, fuimos los dos con fuerza, saltamos, chocamos y los dos caímos, pero él era más grandote y pesado que yo. Yo me fui de cabeza. Se la pude tapar, pero al pegar en la pelota, arriba en el aire, se me fueron los pies para atrás, y para no darme la cara contra el piso, pegué con las manos. Ahí me rompí el escafoides de la mano derecha, y también me perdí el resto del torneo”.
Tanto Espil como el pivote coincidieron en lo mismo: no esperaban ganar ese partido.
“Nosotros no íbamos a ganarles a ellos, menos que menos a Estados Unidos, porque eran los favoritos. Era más ganarle a equipos de nuestro nivel. Nuestro único jugador en torneos importantes, internacionales era Nicola, que estaba en Grecia, el resto éramos todos locales, sin ese roce internacional”, sostiene Wolkowyski.
“Lo de Lituania va a quedar en la historia. Siempre fueron número uno en el básquet. Hicimos un partidazo, de bajo score. Ellos tenían a Sabonis en su mejor momento, y era indefendible. Tratábamos de defenderlos siempre cerrados, en zona, y fue muy difícil. Junto con Marcelo (Milanesio) se nos abrió el aro en la primera mitad, y después lo fuimos llevando, siendo parejos. Tuvieron dos pérdidas en el cierre y pudimos definirlo”, cuenta Espil, quien así como contra Estados Unidos, volvió a tener una brillante noche, que decoró con 25 puntos.
En aquel momento, Argentina no solía enfrentarse con jugadores de Europa o de la NBA.
“Uno mejora como jugador y equipo cuando se enfrenta a equipos mejores. En los 90 jugábamos contra Uruguay, alguna vez con Brasil, Cuba, y siempre éramos parejos, no íbamos contra España, o Italia, que cuando los cruzábamos en un Mundial o JJOO, costaba mucho, más allá de que les ganábamos alguna vez”, puntualiza Espil.
“Nosotros íbamos a sacarnos la foto, en serio. Estábamos ansiosos por jugar y estar al lado de ellos. Era jugar contra los mejores del mundo, superestrellas, los que veíamos en la televisión. Eso te daba una ansiedad especial, antes y durante el juego, porque después no los veíamos más. Era muy difícil cruzártelos. Como experiencia, es bueno porque los ves y te dabas cuenta la diferencia física que había”, precisa Rubén.
Y justo él fue uno de los que, hasta su lesión, debió defenderse con Sabonis:
“Era muy duro y diferente a lo que eran los NBA, porque estaba acostumbrado al juego FIBA, entonces era difícil. Un jugador que, aparte de entender perfecto, con la cabeza de un base, tenía la facilidad de agarrar la pelota como una naranja y la pasaba como quería. Era tan alto, tan largo, que era imposible cerrarle el pase. Y él lo hacía tan fácil… Tenía un talento en las manos y en la cabeza, increíble”.
El cambio de chip de la Selección
“Nosotros jugábamos una defensa muy fuerte, que nos caracterizó para poder igualar los centímetros que nos faltaban. Porque si te pones a jugar de igual a igual con Sabonis, ya estas muerto de entrada. Tenés que buscar de empujar, pelear, desgastarlos, jugar fuerte. Aguantarte los golpes y poner el físico para tratar de ir a conseguir algo. Con todos los jugadores grandes de Europa nos pasaba. Vos notabas cuando ibas a chocar y decías: ‘ah, esto es así’”, explica Wolkowyski.
“Por ahí acá, que era otro nivel, vos jugabas, chocabas un poquito fuerte, el otro simulaba, foul. Entonces para no gastar un foul, tratabas de ir más despacio. No, ahí no, ahí chocaban y ahí no había simulación, no había el robarte un foul, cosas argentinas. Eso ahí no existía, era chocar, y aprendimos a chocar realmente como se debe chocar para frenar a esos jugadores”, asevera.
- ¿Cuándo fue que se dieron cuenta que tenían que jugar de esa forma?
- En el partido con Estados Unidos, el equipo se acostumbró a ver cómo venía todo. Si hubiéramos jugado al otro día, Lituania nos ganaba, pero en ese partido los primeriamos con algunas cosas, y cuando reaccionaron, ya era tarde. En la preparación jugamos contra Puerto Rico, con Piculín Ortiz, que ya tenia una larga trayectoria en NBA y Europa. A mí me gustaba preguntarle a esa gente cómo entrenaban, como se preparaban. Pero una cosa es que te cuenten y otra es vivirla en carne propia. Por eso, todo jugador que viene a Europa, le cambia el juego y se acostumbra a lo que es el juego y el roce internacional, y eso te da un plus increíble cuando después vas a un Mundial o Juego Olímpico.
Y continúa Rubén:
“Entonces, cuando chocabas ahí te temblaba la mandíbula hasta el otro día, por Dios. Me pasó años más tarde con Karl Malone, en la NBA. Lo quise ir a chocar fuerte, y él ni se mosqueó, y cuando te tocaba él, te dolía dos días seguidos. Es el juego fuerte que uno se tiene que acostumbrar a jugar y que después te lleva a marcar la diferencia cuando tenés que chocar realmente, como nos pasó con Sabonis”.
Argentina había dado el batacazo ante un duro rival como Lituania por 65-61, con Espil como principal figura, con Milanesio manejando los hilos, pero las lesiones de ese día de Nicola y de Wolkowyski terminaron definiendo el futuro del combinado nacional en la continuidad de los Juegos: las caídas ante China y ante Croacia definieron que, tras vencer a Angola, debería luchar por el noveno puesto, instancia donde le ganó a Corea del Sur y luego a Puerto Rico. Aunque el camino no terminó con un título ni una medalla, aquel triunfo frente a Lituania empezó a sentar las bases de la gloria que vendría mucho tiempo después.
Síntesis del partido
Argentina 65: Juan Espil 25, Marcelo Milanesio 15, Luis Villar 8, Marcelo Nicola 6, Esteban de la Fuente 4, Esteban Pérez 3, Ruben Wolkowyski 2, Diego Osella 2, Jorge Racca, Fabricio Oberto y Daniel Farabello.
Lituania 61: Arvydas Sabonis 30, Giantaras Einikis 12, Sarunas Marciulionis 6, Saulius Stombergas 6, Rimas Kurtinaitis 5, Darius Lukminas 2, Rytis Vaisvila y Mindaugas Zukauskas.