Nueva entrega de la sección en la que recorremos los encuentros más destacados de la Selección en Juegos Olímpicos. Hoy, la gran final, el podio, y la gloria eterna.
“En la preparación para el Mundial U19 de Edmonton, en Canadá (1991), entrenábamos en el Cenard, todos los días, triple turno, y siempre cuando nos levantábamos, la bandera estaba izada, excepto los domingos. Como no la izaba nadie, nos levantábamos y nos encargábamos nosotros. En ese momento, Vecchio nos decía: ‘no se olviden nunca de este momento cuando sean campeones olímpicos’”.
Esa fue una de las primeras imágenes que se le pasó por la cabeza a Rubén Wolkowyski cuando escuchó el himno nacional argentino en lo más alto del podio en Atenas 2004.
Después de vencer a Estados Unidos en semifinales, todavía quedaba una parte del camino por recorrer, un tramo breve, y si bien ya estaba asegurada la medalla plateada, todavía nada estaba definido. Argentina debía derrotar a la intrigante Italia, elenco que veía de derrotar nada más y nada menos que al otro gran candidato: Lituania.
El partido empezó empezó mejor para Argentina, que no contaba con Oberto, quien se había lesionado el quinto metatarsiano de la mano derecha en las semifinales. Italia abrió su marcador recién transcurridos 3 minutos de partido.
“Entendíamos que éramos superiores, y que teníamos que entrar a pisarles la cabeza, pero se complicó y no fue fácil”, recuerda Montecchia, en el libro “Dorados y Eternos” (2016).
Los dirigidos por Magnano se quedaron con el primer cuarto 23-16, y en el segundo, la historia siguió de la misma manera, hasta que a Ginóbili le tocó ir al banco, y los tanos aprovecharon para imponerse en el parqué. De esta forma, Argentina se fue al descanso largo arriba 43-41.
“Cuando volteás al más grande, el que viene no va a ser más grande, y te sentís con la confianza de que le podés ganar. Nosotros no cometimos el error de entrar pensando que ya lo teníamos ganado. Teníamos la medalla de plata, pero ese equipo tenía otra mentalidad, otra formación, no nos fuimos a sacar foto con nadie. Fuimos a buscar una medalla, que es diferente. No éramos ‘a ver dónde queda Argentina’, ahora era ‘ah, mirá, viene Argentina’. Nos saludaban, ya había un respeto, era diferente”, sostiene Wolkowyski.
Después de un susto con un dolor de Manu en el entretiempo, el encuentro siguió siendo friccionado, y promediando el parcial, los europeos pasaron al frente. “
Fue un juego bastante cerrado, que hasta el final no pudimos sacar una pequeña ventaja. Pero nosotros teníamos al As de espadas, que en ese momento pesaba. Vos cuando tenés un equipo que confía en que puede ganar, pero tenés un jugador que te hace ganar… Nosotros teníamos a Manu, que nosotros jugábamos para él, y él a su vez jugaba para nosotros, entonces en eso estábamos tranquilísimos”, detalla el Colorado.
Y justamente Ginóbili fue el que se encendió para que brillen sus compañeros. Uno de ellos fue Montecchia. “
Jugué el mejor partido de mi carrera en la Selección, sin dudas. Por cómo rendí y por lo que significaba. Era el más importante y yo ya sabía que era el último”, narra el Puma, quien desde su ingreso le dio un envión anímico al equipo, y tres bombas desde los 6,75 que fueron determinantes.
La distancia se fue ampliando, primero llegó a 11, luego a 14, y la gloria estaba cada vez más cerca. En ese momento, Italia ya no pudo hacer nada. Las tribunas del Helliniko Olympic Indoor Arena explotaban de celeste y blanco, y esos cánticos de “Dale Campeón” empezaron a contagiar el banco de suplentes. Luifa decoró el 84-69 final, y el objetivo y el sueño quedaban cumplidos. Argentina hacía historia: era campeón olímpico.
“¿Por la cabeza? Por el cuerpo te pasa. Sentís algo dentro que no lo podés creer. Porque estás ahí, y decís ‘somos campeones olímpicos’. Mucha gente me pregunta qué se siente, porque vienen a mi casa, a comer, y les muestro la medalla, y me preguntan eso. Y yo les digo: ‘tenés que estar en el momento, te la tenés que ganar, y vos me vas a decir a mí lo que se siente, porque si yo te tengo que explicar, no tengo palabras”, explica Wolkowyski.
Y Sconochini coincide:
“Fue algo que con palabras no se puede describir. Estar en la tarima y ver las tres banderas ahí, pero la nuestra más arriba. La corona, la medalla, los abrazos. Fue impresionante. Sentí que ahí se había terminado mi historia con la Selección y que era una despedida inigualable”.
Montecchia tampoco encontró palabras:
“No tiene comparación con ninguna otra sensación. Realmente sentí que tocaba el cielo con las manos cuando estaba ahí arriba".
“Cancha repleta, Estados Unidos a un costado mirándonos, estar en el podio, escuchar tu himno… fue todo muy emocionante. Todo lo previo, camino a la entrega de medallas fue muy especial. Ese oro fue un premio al sacrificio que hemos hecho durante mucho tiempo”, sintetiza Leo Gutiérrez.
Scola, hace algunos años, lo puso como el punto más alto de su carrera, y Manu sostuvo: “
Voy a tener 70 años y voy a seguir hablando de esto”.
El 20 de junio se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Manuel Belgrano, creador de la bandera argentina.
“Ese día volví a ver la imagen de nuestra bandera arriba de la de Estados Unidos, porque la compartieron en varias páginas. Esa foto es increíble. Sos argentino, estás representando al país, y poner tu bandera arriba de todas es muy lindo. Cuando me pongo a pensar en eso, siento que lo viví ayer, porque es algo tan importante en la vida de uno, que lo lleva tan adentro, que parece que fue ayer de verdad”, explica Wolkowyski.
Síntesis:
Argentina (84): Juan Ignacio Sánchez 3, Emanuel Ginóbili 16, Andrés Nocioni 7, Luis Scola 25, Rubén Wolkowyski 13 (FI), Hugo Sconochini 2, Gabriel Fernández 1, Alejandro Montecchia 17, Carlos Delfino 0. Entrenador: Rubén Magnano.
Italia (69): Massimo Bulleri 5, Gianluca Basile 9, Matteo Soragna 12, Denis Marconato 6, Giacomo Galanda 7 (FI), Nikola Radulovic 0, Gianmarco Pozzecco 12, Alex Righetti 3, Rodolfo Rombaldoni 10, Roberto Chiacig 3, Luca Garri 2. Entrenador: Carlo Recalcati.
Parciales: 23-16, 43-41 y 60-54.