Se fue a los 17 de su Firmat natal, pero el destino le puso dos grandes obstáculos: un tumor y una rotura de ligamentos. Tres años después es uno de los pilares de Obras y, a su vez, es miembro de la Selección.
"Uno escucha la palabra ‘tumor’, y en seguida lo relaciona con cáncer, o mismo la muerte, siendo extremistas. Yo en ese momento no tenía tanta noción, me lo tomé natural. Me molestaba perderme lo que restaba de la temporada. Hoy me llega a pasar eso y lo que menos pensaría es en el básquet. Pero la pasé peor cuando me rompí la rodilla”.
Lautaro Berra nació en Firmat, provincia de Santa Fe, el 9 de enero de 1998. A los 5 años probó el básquet acompañando a su hermano mayor, Gonzalo, en Firmat Football Club, pero no le gustó mucho porque, obviamente, los de 7 eran más grandes y no se sentía cómodo. Recién fue al año siguiente, cuando sus compañeros de la escuela empezaron a jugar con la naranja, que él se decidió por retomar el deporte que hoy lo hace feliz.
“También me gustaba el tenis, pero por horarios, entre básquet e inglés, no podía. Con el correr de los años, cuando sos chico, vas cambiando de deporte, y mis compañeros, a los 10, 11 fueron cambiándose a fútbol o tenis, y yo seguía picando la pelota. Encima cuando era mini estaban Manu, Scola, Nocioni en la NBA, imaginate. Hoy en día los chicos deben estar viviendo lo mismo con Facu (Campazzo), Deck y Vildoza”, expresa el pivote de Obras.
Hasta los 15, Berra era un chico más de su ciudad: disfrutaba con sus amigos, se la pasaba toda la tarde en el club, e incluso se quedaba después de los entrenamientos para jugar con sus compañeros y los veteranos. Pero a esa edad hizo un clic, cuando el entrenador Martín el Colo Guerreiro lo hizo dudar.
“Él llegó de Buenos Aires y me preguntó qué iba a hacer de mi vida con el básquet. Allá la mentalidad indica que vos terminás la secundaria y te vas a estudiar a Rosario, que es la ciudad más cercana. Yo le decía que iba a ser abogado, y él no lo podía creer. ‘¿Vos te das cuenta de lo que me estás respondiendo?’, y yo estaba convencido, aunque me insistía con que pruebe. Él me hizo el cambio de ‘ah bueno, me puedo dedicar a esto, que encima me gusta’”, explica Lauti.
Ese año, 2013, Firmat tuvo un nivel altísimo. Logró el provincial de Santa Fe, donde nunca podían pasar de fase, con un equipo muy motivado.
“Entrenábamos y nos divertíamos. Eso hizo que me empiece a tomar las cosas más en serio. Después vino el Argentino de Selecciones U15 de Chaco, y salimos campeones”, recuerda el jugador.
Ese torneo nacional fue un antes y un después en la vida de Lautaro.
“Al año siguiente me llamaron para ir a Turquía con la Selección, y Marcelo Travnik, de Obras, para hacer un seguimiento. Querían que venga para Buenos Aires en ese momento, pero yo estaba en cuarto año de la secundaria, y me quedaba el último año de inglés. Entonces medio que no quería, y me veía bastante chico para venir acá. Ese año viajé un par de veces a entrenar al club, y en 2015 vine y me instalé”, señala.
- ¿Cómo fue el momento en que sonó el teléfono?
-Fue fuerte. Yo tenía un par de opciones más para ir, pero lo veía como una muy buena oportunidad. Ya con el llamado de la Selección empecé a ver el básquet de otra forma. Pero sos inconsciente, no pensás mucho. Los que más se preocupan son tus papás. Yo decidí que terminaba inglés, y me iba a hacer el último año de la secundaria a Buenos Aires, y me quedaba allá. Yo creo que hoy en día le dicen a un chico de 15, 16 años, que venga acá a Buenos Aires, y creo que lo piensa dos veces. Yo acá vivía en el club, y mis viejos me insistían en parte por eso, aunque mi mamá no estaba muy convencida. Encima acá está la escuela; hacíamos una vida de un club de barrio, por así decirlo.
Pero claro, el desarraigo de la familia nunca es fácil, y menos llegando a una ciudad con el ritmo de Buenos Aires.
“No tenía tiempo para pasarla mal. Nos levantábamos a las 7 de la mañana para ir a la escuela. Salíamos 13.30 y nos íbamos a entrenar, y después con el equipo de Liga. Sí me pasaba que cuando me volvía para mi casa, y después tenía que pegarme la vuelta para acá, ahí sí se me hacía duro. Saludar desde el colectivo a mis viejos era una imagen fuerte, pero después nunca sufrí”, puntualiza.
Y confiesa:
“Éramos ocho en una casa, con los juveniles, y nos apoyábamos entre todos. Juampi Lugrin y Mateo Marziali me apadrinaron, y me hicieron pasar un mejor momento. Cuando necesitás charlar con alguien, no es lo mismo hacerlo con alguien de tu edad que con alguien más grande, que ya lo vivió”.
El primer traspié
Berra comenzó a hacer banco de la Liga al comienzo de la edición 15/16, aunque su debut debió esperar hasta el 14 de enero, contra Olímpico de La Banda. En la pretemporada de Obras en el CeNARD, el santafesino se esguinzó el tobillo, pero esa no fue la única preocupación que iba a tener por los próximos meses.
“Esto fue después del Premundial en Chile. Todo ese año yo venía arrastrando una molestia en la parte de la cadera, pero todos pensábamos que era muscular, porque yo podía seguir entrenando sin dolor. A medida que pasaba el tiempo, molestaba un poco más, pero yo elongaba y listo. Aproveché entonces que me hice lo del tobillo y me hice el estudio en la cadera”, relata.
“No me olvido más. Le llevé la radiografía al doctor en el estacionamiento del club. Él la mira ahí, y algo le llamó la atención: había una mancha blanca. Me dijo que me quede tranquilo pero que podía ser un quiste, un tumor. Y ahí del tobillo me olvidé... Fueron 2 o 3 meses de estudio en estudio y salió el resultado del tumor. De ahí me tenía que hacer una biopsia: te sacan un tejido y te dicen si es benigno o maligno. Yo en ese momento no pensaba que podía ser cáncer. Siempre soy muy positivo, optimista, pero en ese momento creo que era muy inconsciente. Yo calculo que mis papás -Oscar y Andrea- deben haber estado 10 veces más preocupados que yo”, advierte.
“Al final era benigno, pero había que extraerlo. Y ahí ya había que trabajarlo con un médico oncólogo, Walter Parizzia, en Pilar, y siempre que yo tenía una consulta con él, o algo, mis viejos venían conmigo. Esos años venían, no tenían drama en dejar sus trabajos, acompañarme. El apoyo de mi familia fue increíble. Había dos operaciones probables, una menos invasiva, que con una inyección queman las células del tumor, que es la que me terminaron haciendo, o abrir, y lo sacaban directamente, pero la recuperación era más larga. Por suerte salió todo bien, y seguí con controles cada 15 días, después cada un mes, y ahora voy una vez por año”.
Seis meses después de la operación, tuvo su primer partido oficial: nada más y nada menos que con la Selección Argentina en el Mundial U19 en Egipto de 2017.
“No pensé nunca en que tenía que dejar el deporte. Sí sabía que podía volver a un nivel más bajo. Creo que tuve más temor con la cirugía de rodilla que con la cadera. Por una cuestión de edad, de que la rodilla era meramente deportiva, y me pasó en una cancha. Con la cadera nunca sentí ningún dolor, ni que estaba enfermo. Fuimos entrenando gradualmente para llegar bien físicamente a ese Torneo”, describe.
La rotura del ligamento en España
Obras encaró la pretemporada para la Liga Nacional 17/18 en Europa, con un tour muy fructífero que sumó experiencia y roce. Sin embargo, Berra se tuvo que volver antes.
“Habíamos llegado hacía cinco días. En el segundo amistoso, caí mal, y hasta el día de hoy siento cómo se me va la rodilla para adentro. Si me pongo a pensar lo vivo. Me mandaron para acá, me hicieron estudios, y esta sí se me hizo más difícil”, relata Lautaro.
“Era más grande, y no era la primera vez que me iban a operar. La rodilla, quieras o no, no te queda idéntica a la otra. La recuperación la hice excelente, me saco el sombrero con el Negro Lamas, Juaco García y Javi (Mastropierro). Hacíamos hasta los domingos kinesiología. Estaba entre cristales ese año”, subraya.
“Uno piensa ‘¿por qué a mi?’ viste. Esos pensamientos los tenés un montón de veces. A lo mejor uno siempre piensa que es todo color de rosas la vida del deportista. Mi hermano me dice a veces que a él le gustaría dedicarse al básquet como a mí, y yo le digo que a veces me gustaría tener el título y trabajar de abogado. Y él me dice que estoy loco. Uno siempre quiere lo que no tiene. Me fascina ser deportista, pero se corren muchos riesgos, y no es fácil. El alto rendimiento no se si es salud. Sí hacer deporte es sano, pero hay que tomar dimensión de todo”.
De todos modos, en ese momento, Lauti recalcula, y sale a jugar otra vez:
“En la vorágine uno quizás no puede disfrutarlo, y se preocupa por un partido que jugó mal, y después si contextualizas, o lo ves con otra perspectiva, si jugaste mal un partido ya está. Te quedan 37 partidos más para jugar. Uno no tiene que fijar la mirada en esas cosas, y cuando me pongo a mirar todo lo que pasé, pienso ‘¿de qué me quejo? Si hace dos años estaba postrado en la cama o con una férula y muletas’. Hay que valorar más lo que nos pasa. Y así con todo, no sólo para el básquet”.
Premios al esfuerzo: la Selección y entrenar con Scola
Sin embargo, no todas fueron malas en ese lapso de tres años. Entre los dos parates, Lautaro fue convocado por Sergio Hernández para integrar la Selección Argentina mayor, en las ventanas clasificatorias para el Mundial de 2019.
“Estaba en casa, acá en Buenos Aires, y me mandó un mensaje el jefe de equipo, Juan Sebastiá. Me temblaban las patas en ese momento, era increíble. Tenía muchas ganas: iba a ser la primera vez que entrenaba con Scola, que estaba jugando en China. Esa experiencia a esa edad, fue tremendo. Venía de la recuperación de la cadera, y después nos fue bien en el mundial u19, con buena presencia. Era como un premio y me sirvió para valorar también el tiempo que había estado lesionado y de recuperación”, admite.
Claro, es que Berra llegó al CeNARD con 19 años a compartir entrenamientos con jugadores que venían de la NBA y algunos integrantes de la Generación Dorada.
“Era un sueño, era todo muy loco, y nunca lo había imaginado. Cuatro años atrás le estaba contestando a Guerreiro que quería ser abogado y ni se me cruzaba por la cabeza que quería jugar al básquet. Y después me tocó debutar en Olavarría, en el partido que le retiran la camiseta al Chapu, contra Paraguay. Cruzarte con esos jugadores se disfruta un montón”, enfatiza.
Sin dudas, son experiencias que marcan mucho a un jugador, y Lautaro no lo desaprovechó:
“Cuando terminamos un entrenamiento en la cancha de San Lorenzo, Scola me hizo quedar con él un rato y entrenamos caídas de pick and roll, movimientos, y los asistentes me filmaban, y me corregían. No querés ni parpadear porque querés estar todo el tiempo atento, lo mismo que con Sergio (Hernández) hablando, era una locura también”.
La sensación de ponerse la camiseta de la Selección la volvió a tener cuando Oveja lo llamó otra vez para las Ventanas clasificatorias a la AmeriCup 2022, donde luego se mantuvo cuando estuvo al mando Gabriel Piccato.
“Esta vez estuve más tranquilo. Me sentí muy cómodo, pude ser yo. Eran todos jugadores de acá, y yo ya venía con más responsabilidad en el club, con lo que tenía también un grado de madurez más alto, y no me presioné tanto”.
“Paso a paso”
A Lauti le quedan algunas materias para finalizar la carrera de abogado, que está cursando de manera online en la Universidad Siglo XXI. Si bien muchas veces se piensa que es un mandato familiar, porque en su casa todos siguieron Derecho, él mismo reconoce que lo eligió porque él quiso.
“Mi mamá siempre nos inculcó que había que seguir estudiado. Aproveché los tiempos de recuperación de las lesiones para meterle mucho a eso. Sirve mucho para cuando estás con muchas cosas en la cabeza, de básquet, básquet, básquet, ponerte a estudiar algo te hace bajar, poner los pies sobre la tierra”, explica.
En ese sentido, Berra admite que en el futuro cercano le gustaría seguir creciendo en la Liga Nacional, pero que va escalón por escalón:
“Sueño con ganar algo acá. Esta temporada estábamos muy bien, y después nos agarraron los casos de Covid, entonces la terminamos con un sabor amargo. En lo más cercano, me estoy preparando para lo que venga. Sea lo que sea, quiero estar preparado, no quiero dejar pasar trenes”.
Y con una sonrisa, como durante toda la conversación, Lautaro finalizó la charla. Un chico que dejó su casa a los 15 años en busca de sus sueños. Un joven al que el destino le puso piedras en el camino (y qué piedras), pero que se las arregló para quitarlas y poder seguir avanzando a pie firme. Un basquetbolista que, a pesar de su tan corta edad, puede servir de ejemplo para muchos. Un pibe que, paso a paso, va a cumplir sus objetivos, porque a la gente buena, le pasan cosas buenas.