Los argentinos que brillan en San Antonio Emanuel Ginóbili y Frabricio Oberto hablan de la vida en la intimidad de la gira, los viajes constantes y la espera antes de cada partido.
Compartir el mismo hotel con los Spurs tiene sus atractivos. En principio, conocer algunas costumbres de los jugadores argentinos, que concluían una corta gira por el noroeste del país y que anoche, tras el encuentro con los Trail Blazer, regresaron a San Antonio en un avión privado que alquilan a una empresa contratada por la NBA y donde aprovecharon para cenar durante esas cuatro horas de regreso a casa.

Una buena experiencia es llamar desde la habitación a la conserjería y pedir una comunicación con Manu Ginóbili. No está aquí, es la respuesta casi automática. Ya se sabe, porque él mismo lo contó, que nunca se registra con su nombre. Generalmente, uso el de algún personaje de historieta, pero lo voy cambiando, por las dudas, explicó el bahiense, que detesta que alguien interrumpa su siesta. Es sagrada, afirma.

Sin embargo, no se sabía que también Fabricio Oberto utiliza un seudónimo o nombre ficticio.  ¿Tan popular sos? , se le preguntó al cordobés al aprovechar cierta confianza y su inalterable buen humor. Sabés qué pasa, que nunca falta algún argentino que te busca y te llama para preguntarte ¿No tenés entradas para el partido?  A lo que Manu agrega: Esta temporada no hubo una sola cancha donde no hubiera un grupito de compatriotas gritando, ya sea con el típico sombrerito celeste y blanco con puntas o con una bandera. Michael Finley siempre se asombra de eso y me lo comenta: ¡Mirá, allá están los argentinos! , me dice. En Miami u Orlando ya no es un grupito, ahí son barras en serio. Es impresionante la cantidad. Y uno se prepara, porque ya sabe que después del juego hay que firmar autógrafos y sacarse fotos.

Pero había quedado pendiente lo de Oberto y su apelativo. Yo uso nombres de músicos, especialmente de guitarristas famosos. Y me puedo llegar a poner el de alguno que ya murió, dice con una amplia sonrisa, antes de aclarar que todos los basquetbolistas de la NBA se hospedan con otro nombre.

Compartir el hotel con los Spurs, el Benson en este caso, también permite conocer los lugares que elige la franquicia para que sus jugadores pasen la noche. Este es un establecimiento cinco estrellas, de gran categoría, con un antiquísimo y fino mobiliario, donde, por ejemplo, anteayer se hospedó la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton. Un lugar céntrico, con muchos restaurantes y cafeterías muy cerca.

Vamos acá a dos cuadras, hay un buen café, dice Fabricio, que al llegar a la esquina tiene que detenerse a firmar unos autógrafos para una señora mayor y sus dos hijas veinteañeras, mientras una manifestación de un centenar de chinos pasa por la vereda de enfrente portando carteles y gritando contra la represión a los tibetanos en su país. Portland, vale aclararlo, es uno de los puertos de ingreso a los Estados Unidos más frecuentes para los asiáticos, y muchos de ellos residen sobre estas costas del Pacífico.

Es increíble este país Son las 7 de la tarde y está todo cerrado, se fastidia el pivote cordobés ante la imposibilidad de merendar y tener que regresar al hotel, donde dos jóvenes lo esperan en la puerta para pedirle una firma en una pequeña caja de cartón prensado. Son cazadores de autógrafos. Ya los conocemos. Van a todos lados. Te hacen firmar y quieren sacarte fotos, pero después las venden. Hay montones de estos en todos lados. Laburan de eso. Hay que tener cuidado.

Todo un tema el de los autógrafos. ¿El lugar más raro donde firmé?, piensa Ginóbili. Y, me parece que en celulares. Ya firmé tres o cuatro celulares Pero, había otro, esperá. ¡Ah, ya sé! Una vez un pibe me pidió que le autografiara la pantorrilla, porque quería hacerse un tatuaje.

En el lobby, Tony Parker charla con un amigo francés; Robert Horry se pasea aburrido y Jacque Vaughn regresa de hacer unas compras. Estos son días raros, dice Manu refiriéndose al sábado. Tenés que acostarte temprano, porque jugamos a las 3 de la tarde. Son esos horarios de domingo que te tocan cada tanto. Además, a las 10 tenemos reunión de equipo, desayunamos y nos vamos al estadio. ¡Je, no hay siesta! Espero no estar medio dormido, aclara con una sonrisa Ginóbili, que el sábado por la noche se fue a un restaurante italiano de la esquina del hotel Benson y cenó solito… bueno, en compañía del celular que lo entretuvo hablando.

Oberto, en cambio, aprovechó el día nublado, desapacible y lluvioso para irse a la cucha -así lo dijo- tempranito. Los dos tratando de matar las horas y pensando en regresar rápido a casa. Oberto, para reencontrarse con su esposa y su hija Julia, de dos años. Mi cable a tierra, asegura. Y Manu, para estar con Many y sus padres: Que vinieron ahora, porque cuando empiecen los playoffs no voy a poder ni hablar con ellos.

Por Miguel Romano
La Nación

Foto: www.todobasket.com.ar