Argentina llegó al Mundial de China con muchísima ilusión e igual cantidad de dudas. El equipo de Sergio Hernández venía de realizar una excelente actuación en las Eliminatorias, pero a la vez llevaba tres años sin enfrentarse a rivales europeos (Río 2016). Así que con extremo perfil bajo, afrontó su participación sin proyectar demasiado. Paso por paso. De esa manera jugó sin presión y superó el Grupo B, con victorias ante Corea, Nigeria y Rusia, dejando buenas sensaciones a partir de su compromiso defensivo. En la segunda fase, ya en Foshan, superó con claridad a Venezuela y más tarde a Polonia. El implícito desafío de acceder a cuartos de final estaba cumplido y también la clasificación olímpica, dado que sólo dos equipos americanos accedieron a esa instancia (el otro fue Estados Unidos), con lo cual las plazas disponibles para Tokio quedaron así decretadas.

El cruce de cuartos fue ante Serbia y resultó inolvidable y emocionante. La Selección jugó a un nivel superlativo y terminó derrotando con absoluta justicia a uno de los máximos candidatos al título para meterse en semifinales, y ya con todo un país apoyando a la distancia. Habría más. El partido de la semi ante Francia fue otra exhibición. Argentina brilló (Scola 28 puntos) y superó sin atenuantes a otro de los favoritos desatando una locura definitiva. El equipo de Hernández estaba en la final luego de 17 años.

En el juego decisivo ante los españoles no hubo equivalencias. Los de Scariolo fueron justos ganadores y se adjudicaron el título. Pero nada opacó el tremendo torneo argentino. Scola, además, terminó en el quinteto ideal del torneo.